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El poeta español y director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, posa durante una entrevista con EFE en Santo Domingo (República Dominicana). (Foto: EFE/Orlando Barría)

Almudena Casado

Santo Domingo.- El poeta español Luis García Montero concibe la poesía como «una manera de defender valores democráticos que tienen que ver con el propio yo», algo especialmente importante cuando «se viven momentos muy difíciles» marcados por la violencia, el genocidio o el desmantelamiento de la legalidad internacional.

«Por desgracia, vivimos momentos que están degradando mucho los valores culturales. De pronto aparecen legitimaciones de la violencia machista, el autoritarismo, gente que quiere hegemonizar la diversidad o homogeneizar lo diverso», dice García Montero en una entrevista con EFE con motivo de la Feria Internacional del Libro, que concluyo el pasado domingo en la capital dominicana.

Por ello, en el último poema que el también director del Instituto Cervantes ha escrito llega a la imagen de «un infinito enjaulado», ante la preocupación que le genera la transformación interior de la persona, con «gente educada a través de mecanismos que desembocan no en la razón, sino en discursos de odio».

«Van identificando los valores ilustrados como la libertad con la ley del más fuerte (…) y la igualdad, no como un respeto a la diversidad, sino como la homogeneización en un dogma autoritario de una mayoría imperante que no genera respeto a la diversidad, sino que genera víctimas en las minorías que, al mismo tiempo, son invitadas a olvidarse de la ilusión común porque se encierran en sí mismas para odiar a las otras identidades», alerta.

Al respecto, advierte de mensajes de las redes sociales y sus consecuencias en los valores democráticos, «cuando se sustituye la información verídica del periodismo por la comunicación manipulada de bulos que es desinformación (…) y que llegan a la conciencia de la gente, a la casa de la gente, a la pantalla de teléfono de la gente, para invitarla a odiar a través de mentira».

En su opinión, «en medio de esta crisis debemos pensar que ahora el compromiso máximo es el compromiso por defender los valores de la democracia, la fraternidad frente al odio, la igualdad frente a la homogeneización y la libertad como marco de convivencia y no como la ley del más fuerte».

Habla de la importancia de «ser dueño de tu propia conciencia, no subirte a dinámicas totalitarias, no renunciar por fanatismo a tu propia manera de pensar, a poder pensar lo que uno va a decir antes de decir lo que uno va a pensar».

Pese a todo García Montero mantiene cierta esperanza: «Mis valores resisten a costa de pensar que algún día puede haber una alternativa y quizá no será mañana o pasado mañana porque veo delante el vacío, el infinito enjaulado, pero merece la pena seguir defendiendo convicciones en nombre de un mañana que alguna vez es posible que exista».

La soledad del lector y la del autor, unidas en la poesía

Se refiere al papel de la poesía, a la experiencia humanitaria de la misma entendida desde el punto de vista de la meditación y el conocimiento, con «la pregunta sobre el yo, sobre los sentimientos, sobre nuestra educación sentimental, sobre lo que decimos cuando decimos soy yo o cuando decimos te quiero».

«Para mí la poesía sigue siendo una experiencia que aprendí en la ilusión democrática española cuando quería alejarse de la dictadura», agrega.

Una poesía en la que a García Montero le gusta pensar que está la conciencia del autor y el lector: «somos dos soledades que nos unimos en un espacio común, el poema, para compartir sentimientos sobre el amor, la muerte, la vida».

Para ello, García Montero ha optado por un lenguaje de todos, porque el lenguaje del poeta no esté apartado del de la sociedad, sino que sea «la elaboración lo más personal posible del lenguaje de la comunidad».

Aboga por la poesía joven: «hay muy buena poesía joven en Latinoamérica y en España», que le ayuda a comprender el mundo actual porque «la respuesta ya no está en mi generación, la realidad de ahora está en ella», y pone en valor la importancia del diálogo intergeneracional.

Y concluye con un mensaje positivo: «Le agradezco a la vida haber tenido las experiencias de la poesía y del amor porque eso es lo que ha conformado mi identidad».

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