Recientemente me enteré de que cuando era pequeña le decía a mi mamá “cuando yo sea grande te voy a comprar una estufa”; eso hace mucho tiempo y no recuerdo la promesa.
Mi mamá, acaba de cumplir 70 primaveras, y eso me ha venido haciendo recordar esa promesa que olvide pero que ella me ha venido recordado. Es algo que me sigue dando vueltas en mi cabeza, al punto de motivarme a escribir en relación con el cuidado de los padres cuando ya no son tan independientes. Las opiniones en torno al tema son varias, puesto que algunas personas afirman que es responsabilidad de los hijos ver por sus adultos mayores, y otros dicen lo contrario; probablemente por el tipo de actividades que desempeñan. Aunque cada opinión es respetable, yo me baso en lo que dice la Palabra sobre esto, “Honra a tu padre y a tu madre para que te vaya bien y tengas larga vida sobre la tierra” (Efesios 6: 2-4). Sin embargo, sí realizáramos una encuesta sobre aquellos padres que al final no recibieron el trato merecido, nos alarmarían los resultados, porque “a boca de urna” ya sabemos que son muchos, y es aquí donde radica el detalle, es que no es lo que merezcan, es un mandamiento. De hecho, es el primer mandamiento con promesa.
Las opiniones al respecto son personales, nadie opina por otro, y aunque no escucho a la gente hablar en negativo al respecto cuando es momento de aconsejar a alguien respecto al trato que se le debe dar a los padres, pues generalmente se escucha “ayuda a tu papá, ayuda a tu mamá”, la decisión de honrar a los progenitores es personal. Mi mamá me enseñó que, la honra involucra muchas cosas, es el cuidado integral sin opción, no es opcional honrar a los padres, es un mandamiento que involucra respeto, atención, cuidado, entre otras cosas.
Cuando somos niños y vemos el esfuerzo de nuestra madre y padre, y más cuando es solo uno de ellos, por lo que el sacrificio es doble, pensamos en lo bueno que será cuando seamos adultos, y nos preguntamos, ¿cómo haremos la vida de ellos más placentera? La promesa de comprarle una estufa a mi mamá dice ella, era quizás porque el método para cocer los alimentos era en carbón y yo veía que en algunas casas cocinaban en estufas; cuando ella me habló de esta historia de mi infancia, lo primero que le pregunté fue ¿cómo está tu estufa actual?
Que el impacto de Jesús en nuestras vidas nos mantenga el pulso equilibrado un abrazo.