La española Rosario Villajos, ganadora este año del premio Seix Barral por su novela «Educación Física», aseguró que la sociedad sería diferente si las personas fueran más amables con sus cuerpos.
«La cosas cambiarían si amáramos y respetáramos nuestros cuerpos; en la escuela no nos enseñan cómo estirarnos y los que van al gimnasio, machacan más que amar», señaló Villajos (Córdoba, 1978) en una entrevista con EFE.
La escritora está presentando en México «Educación Física», una obra que cuenta la historia de Catalina, una adolescente de 16 años con una relación complicada con su cuerpo, con rencor porque el mundo insiste en considerarla culpable por el hecho de ser mujer.
Tras una mala experiencia con un hombre misógino, la joven abandona la casa de su mejor amiga, en las afueras de la ciudad, y decide hacer autostop para regresar a casa.
«Pocas mujeres esperan un aventón (autostop), como dicen en México. Yo lo hice de joven y quise transmitir la sensación de no saber quién te va a tocar. Cuando tenía 20 años, si me inspiraba desconfianza quien paraba, no me subía, pero quería hacer una novela en la que la protagonista fuera más joven y no tuviera opción», cuenta Villajos.
RELOJ QUE MARCA LAS HORAS
Mientras pasa el tiempo en espera de que alguien la lleve a su casa, donde debe estar a las 10 de la noche para complacer a sus padres, Catalina reflexiona sobre su relación con chicos que la miran como un objeto, acerca de sus padres y de su vida.
«La misoginia la tienen hombres y mujeres. En mi libro la representa la madre de Catalina, que la tiene incorporada. Odia su propio cuerpo, tiene un problemas alimenticios sin diagnosticar, la anorexia, pero le está inculcando a su hija unos valores de mierda, algo que ha perpetrado el sistema y sigue perpetrando», asegura.
La joven está en la carretera desde poco después de las seis de la tarde. Tiene tiempo para llegar a casa. Mientras los autos pasan de largo, reflexiona sobre burlas recibidas en la escuela, donde es humillada por algunos varones: «Eres fea, pero al menos tienes tetas», «¿Eres nadadora? nada por delante, nada por detrás», son algunos comentarios de compañeros de clase.
«Ella quiere encajar. Ha conocido a esos chicos, ha pensado que ella encajaba porque uno de ellos le prestaba atención, pero en cuanto se da cuenta de que ese chico lo que quería era otra cosa, ya no deja que ninguno se acerque», explica la escritora.
Villajos coloca relojes cada ciertos momentos de la novela. Así el lector siente impaciencia al ver cómo pasa el tiempo y Catalina está sola en la carretera. ¿será abusada? ¿llegará a su casa? ¿la recibirán con amor o la cuestionarán?, son preguntas que puede hacerse quien acceda al libro.
«Lo de los relojes surgió porque como la novela tiene dos partes diferentes; pensé que para la primera necesitaba algo que causara la misma tensión que la segunda, en la que alguien recoge a Catalina y el lector empieza a suponer qué pasará», revela la autora.
IMÁGENES EN PROSA
Formada en bellas artes, la escritora traslada a su prosa su facilidad para la pintura. En su libro las imágenes son nítidas y cualquier lector con imaginación puede ver el cuerpo alto de Catalina o la apariencia hipócrita del padre de su amiga Silvia.
«Cuando pienso en cómo quiero comenzar una novela tiene que ser algo visual. En este caso me imaginé una chica en la carretera; mi novela anterior empezaba con una mancha en el colchón. Siempre quiero que sean imágenes potentes, que pueda recordar», explicó.
Villajos defiende el lugar de las mujeres lejos del rencor y la violencia y entiende que para un hombre no misógino el machismo también significa una daga en el cuello.
«Estaríamos mejor siendo todos feministas. La palabra feminismo asusta muchísimo porque como tiene ‘fem’ delante, la gente piensa que no hay igualdad. El feminismo promueve la igualdad y yo creo que con él, los hombres serían más felices, con menos presiones de todo tipo», asegura.
Reflexiona sobre la imposibilidad de que dos hombres heterosexuales se abracen o besen como pueden hacerlos dos mujeres, una consecuencia del machismo y los prejuicios.
«Hay profesores que promueven el ‘bromance’ (amistad estrecha entre hombres sin carácter sexual). Yo no he visto a dos hombres quererse como se quieren dos amigas y demostrárselo con afectos», cuenta y toca un tema que tal vez podría aprovechar para su próxima novela.