Bogotá, (EFE).- La pandemia del coronavirus ha sido como un viaje en el tiempo para miles de niños colombianos que estudian con la escuela virtual más antigua: la radio, la misma con la que se educaron en los campos sus padres y abuelos y que resurge como alternativa ante la obligada ausencia de la educación presencial.
La cuarentena que comenzó el 25 de marzo cerró las escuelas y obligó a las familias a adaptarse a las clases virtuales, una experiencia que choca con la imposibilidad de acceso a internet de millones de familias y de los propios centros educativos.
El 96 % de los municipios del país no tiene los recursos ni la cobertura para desarrollar cursos virtuales, según un análisis del Laboratorio de Economía de Educación (LEE) de la Pontificia Universidad Javeriana.
«Menos de la mitad de los estudiantes de grado once tienen computador en su hogar», constata la investigación.
EDUCAR DESDE EL SALÓN DE CASA
Ante la situación, quitarle el polvo a la radio y sintonizar las decenas de emisoras que ofrecen clases en esta coyuntura es una solución para las zonas sin cobertura o para aquellos que no pueden permitirse pagar una tarifa de internet.
En Bogotá, cuatro de cada diez niños no tiene internet en su hogar, según la Secretaría de Educación que impulsó la iniciativa «Aprende en casa», una web con materiales educativos que se apoyan en clases por televisión, Youtube y radio.
Una de las voces protagonistas es la del locutor Martín Estrada, que recibe a Efe en el estudio adecuado en una habitación de su casa desde donde dicta clase a los más pequeños.
A través de las ondas hertzianas su voz se convierte en una guía para miles de niños los días lunes, miércoles y viernes durante media hora, cuando sintonizan la emisora local Colmundo Radio.
Con 18 programas ha llegado a más de 60.000 niños que escuchan «temáticas sobre biodiversidad, cultura, deporte y aprenden también inglés» explicó.
Estrada contó con el apoyo del estudio de radio de Colmundo FM que se encarga de los aspectos técnicos mientras que él se las arregla como puede para compartir espacio con su esposa y su hijo, con quienes se turna la habitación.
CLASES EN FAMILIA
Su voz viaja hasta el salón de la casa de Diego Mora en el populoso barrio bogotano de Kennedy, cerrado por la alta incidencia del coronavirus.
Sus hijos Isabel y Juan Diego, de 10 y 8 años, escuchan con atención la clase, que les ayuda a no perder el hilo de las asignaturas después de dos meses sin poder ir al Colegio Inem.
Mora afirmó a Efe en su vivienda que las clases por radio le ayudaron a guiar a sus hijos en las «tareas diarias, porque con la radio es como si estuvieran en clase en el salón, en vivo».
Isabel y Juan Diego a veces le preguntan a su padre por qué no pueden ver la clase en directo y él les responde que «esto no es de ver, es de escuchar».
MEMORIAS DEL PASADO
Con el método, Diego Mora recuerda su propia infancia en el campo donde asistía a clase también gracias a las ondas radiales. Eran los tiempos de la desaparecida Radio Sutatenza, una emisora que entre 1947 y 1988 alfabetizó mediante clases impartidas diariamente a unos ocho millones de campesinos colombianos.
Por su accidentada orografía, Colombia ha sido siempre un país de radio, no solo con fines informativos sino también de educación y de comunicación entre la gente, y en ese sentido la iniciativa de Radio Sutatenza se convirtió en una de las industrias culturales de mayor impacto social en América Latina y fue incluida en 2013 en el Programa Memoria del Mundo de la Unesco.
Entonces era más «difícil» porque «si faltabas un día no podías recuperarlo como ahora con el celular; si no estaba uno allí se perdía», recuerda Mora.
La educación en casa unió a la familia: «antes uno confiaba mucho en lo que le daban en el colegio, les mandaba al colegio y ellos aprendían, pero ahora toca sentarse con ellos, uno interactúa más», añade.
ACCESO A LUGARES REMOTOS
Con las limitaciones causadas por la pandemia, numerosas radios locales se ofrecieron al servicio público de educar a distancia, llegando a zonas remotas donde no hay energía y mucho menos computadores o internet, como en el abrupto Cañón de Las Hermosas, ubicado entre los departamentos del Tolima y el Valle del Cauca, en el sur del país.
El lugar, de exhuberante vegetación y difícil acceso, fue hasta no muchos años escenario de frecuentes combates entre el Ejército y la guerrilla de las FARC, hoy desmovilizada y convertida en partido político con escaños en el Congreso.
A la iniciativa se sumó también Colombia Estéreo, la emisora del Ejército colombiano, por medio de la cual se imparten clases a más de 700 estudiantes del Instituto Técnico Agropecuario Álvaro Molina, situado en esa zona.
Los docentes hacen las grabaciones, edición y ambientación de las clases en celulares mediante aplicaciones que aprendieron a manejar. El resultado se escucha a las cinco de la tarde, cuando los estudiantes toman clases de español, matemáticas, sociales, ciencias naturales e inglés.
Las ondas de la radio traspasan así las barreras invisibles para el acceso a la educación de los niños y adolescentes en Colombia y consiguen distraerlos del encierro colectivo en que la pandemia tiene al país.