Una sociedad moderna y laica que busca consuelo y esperanza en la divinidad durante la pandemia. Ese es el punto de partida de una exposición del Museo de Historia del Arte de Viena que analiza cómo diferentes civilizaciones han buscado el contacto con los «poderes superiores» para afrontar crisis a lo largo de la historia.
«Nos dimos cuenta de que durante el primer confinamiento la gente depositaba velas en la Columna de la Peste -que recuerda una mortal epidemia que azotó la capital austríaca en el siglo XVII- para intentar conectar con los ‘poderes superiores’ y de ahí surgió la idea», explica a Efe Gerlinde Gruber, comisaria de la exhibición.
Ese fue el detonante de una muestra que recoge 89 piezas que recorren cientos de años de la historia de diferentes civilizaciones de todo el planeta.
«Los objetos están colocados de manera que generan un diálogo entre ellos, tanto a nivel histórico como cultural», señala Rudi Risatti, otro de los comisarios del proyecto.
La exhibición, que se inauguró el 18 de mayo y estará abierta hasta el 18 de agosto, cuenta con tres salas: la primera dedicada a los elementos de la naturaleza, una segunda que explora las figuras de la ley, símbolos históricamente cercanos a los dioses; y una tercera que muestra las formas -como bailes y rituales- en las que la humanidad ha tratado de conectar con esos «poderes superiores».
UN AMBIENTE DE REFLEXIÓN
Al entrar, un gran traje que representa el elemento del aire -diseñado por el artista austríaco Ernst Fuchs- da la bienvenida a los visitantes a un espacio con techos altos y luz tenue, que hace destacar a las piezas de la colección.
Frente a él se encuentran el óleo con un paisaje tormentoso de Rubens con Júpiter, Mercurio, Filemón y Baucis, que ilustra la fuerza de la naturaleza; y una representación del demonio de la tormenta O’ma, de origen brasileño, conocido por transmitir plagas a los humanos para defender los bosques.
Cada pieza está colocada de manera «estratégica» para generar un «ambiente de reflexión, pero también inquietante», destaca Claudia Augustat, la tercera comisaria de la exhibición.
UN TRABAJO EN EQUIPO
Gruber fue quien invitó a los otros dos comisarios -Augustat, que trabaja en el Weltmuseum (el Museo etnográfico) y Risatti, del Museo del Teatro- a colaborar en este proyecto, que tardaron nueve meses en desarrollar.
«La palabra más importante de la exhibición es ‘juntos’, por eso sería genial si los visitantes se sintieran parte de una misma comunidad al terminar la visita», explica Gruber.
Los comisarios coinciden en que en periodos de crisis «todos necesitamos inspiración», y el museo es un sitio «idóneo» para encontrarla.
Además, la exhibición ha servido como oportunidad para presentar objetos y piezas «increíbles», destacó Risatti, que no habían sido expuestas hasta ahora.
FORMATO TRANSMEDIA
La exhibición se aprovecha de la tecnología actual para permitir que el público pueda explorar la historia de esos «poderes superiores» de formas diferentes.
Cuenta con su propia lista de canciones, acorde a la temática principal, en «Spotify» -una aplicación para reproducir música-, y está presente en la red social Instagram, donde el Museo, además de compartir contenido a través de su perfil, ha creado material interactivo.
Una muestra de las piezas expuestas también está accesible desde su página web, acompañadas de breves textos explicativos, en consideración a aquellos que no pueden desplazarse por la pandemia.
«La colección también pertenece al público, y puede hacerles ver las cosas de manera diferente y encontrar inspiración», apunta la comisaria del Museo.
Por eso, hay una cuarta sala al final del recorrido, con sofás y escritorios, y preguntas escritas en las paredes que invitan al público a reflexionar y a compartir su opinión.
RESPETO AL MEDIO AMBIENTE
Augustat, que además de comisaria es activista contra el cambio climático, quiso que la exhibición también sirviera para que la gente viera «que nuestras acciones pueden ser importantes para crear un futuro sostenible».
De hecho, cuenta que el proyecto se realizó de la forma «más sostenible posible», porque generalmente las grandes exhibiciones tienen muchos objetos prestados que hay que transportar, mientras que en esta ocasión solo se emplearon piezas que ya se encontraban en Viena.