México.- Los temas sociales siempre fueron el centro de su amor por el rap de la mexicana Dayra Fyah, pero desde hace más de siete años se decantó por relatar con su música «el hecho de ser mujer» en un país donde más de 10 son asesinadas cada día.
«Que el vino se derrame, que todo el mundo baile, hasta que el alma sane, rodeando a esta fogata, quemado lo que ata», canta este martes Dayra para Efe con fortaleza en su mirada y en su voz.
Una fortaleza que refuerza con sus palabras.
«Ha sido un proceso que ahí va, y es una necesidad seguir diciéndolo, seguir comunicándolo para que algún día la estructura social cambie y las dinámicas puedan ser distintas: de más amor y respeto para todos», cuenta la cantante de Ecatepec, uno de los municipios más poblados del país y ubicado en el noroeste de la Ciudad de México.
Para ella el rap y el hiphop se diferencian en que el segundo es eminentemente social por lo que una de las «reglas no escritas» es que no se puede faltar al respeto.
Y en ese camino lleva Dayra desde hace más de 17 años. Ella empezó haciendo grafitis en las calles de su barrio pero fue madre a los 17 años y tuvo que reevaluar su vida y los riesgos que tomaba.
Entonces, sus amigos grafiteros estaban empezando a escribir y ella vio que también le interesaba, por lo que pronto se integró en un grupo.
«Necesitaba expresarme de alguna manera y como ya no lo hacía en el grafiti, en el rap encontré esa otra alternativa», detalla.
Por aquel entonces, explica, era normal que hubiese mujeres en los grupos y hasta era algo «cool». Pero más tarde descubrió que no era oro todo lo que relucía y, al acercarse al feminismo y analizarse a sí misma, vio que quedaba mucho camino por recorrer.
«Con el paso del tiempo, analizando las diferentes situaciones y con el feminismo, te das cuenta de que (mis inicios) no estaban tan padres (tan bien). Ahora dentro y fuera de la escena es aún más difícil que me escuchen por lo que digo, porque yo sé que es fuerte, porque cuando escuchamos música muchas veces queremos relajarnos», indica.
Sin embargo, aunque se encuentra con barreras y desintereses, para ella, que también enseña defensa personal, su labor es trabajar para «cambiar algo», por muy pequeño que pueda parecer, y continuar su camino acorde a los valores en los que cree.
DOLOR Y ESFUERZO
Aunque Dayra guarda para sí algunas canciones que todavía no está «preparada» para mostrar, relata con crudeza episodios de su vida o de personas a las que ha ido conociendo.
Dayra se cuida pero no se autocensura.
Y eso también ha sido un proceso «intenso y complejo» para ella, pero al que no quiere renunciar.
«Escribir de manera personal sobre feminismo también es algo complejo. El feminismo es adaptable porque somos diversas pero también tiene una base», dice.
Dayra, que nació en Ciudad de México en 1987, lleva tiempo haciendo lo que muchos aprendieron en 2020 debido al confinamiento derivado de la pandemia. Sabe mirarse al espejo, identificar sus fortalezas y debilidades, y «trabajar» en su forma de ser y de «relacionarse».
Y para sobrevivir a este proceso de explorar en su interior y contar a su vez las realidades de la periferia, procura no juzgarse. «Busco ser muy consciente de lo que digo y escribir lo que estoy sintiendo en ese momento», asegura.
En sus conciertos, que tuvieron que apartarse temporalmente debido al coronavirus, convive con compañeras de profesión, como sus admiradas Audry Funk o Mare Advertencia Lirika, pero también con un público muy diverso en el que ve reacciones muy variadas.
«Normalmente encuentro alguna mirada, cabezas que dicen que sí. Pero (…) un día incluso una mamá de una víctima de feminicidio se me acercó y sintió que podía confiarme su historia después del ‘show’. Con saber que una persona de cien tal vez se identificó es suficiente», valora.
Dayra se encuentra cada día con dificultades en el mundo, en su entorno e incluso dentro de sí misma, relata, pero la existencia de compañeras que «están cada una en su trinchera diciendo cosas importantes» le da fuerza y le hace pensar que «la gente está escuchando».
Especialmente, la llena de «vida y alegría» escuchar el rugir de las marchas feministas, llenas de jóvenes que tienen «ímpetu y ganas de luchar».
«Claro que va, y vamos todas. Me mantiene la esperanza, pero siempre una esperanza activa. Estamos realmente construyendo algo», concluye