Norristown, PA – El pasado 31 de diciembre de 2019, la Comisión Municipal de Salud de Wuhan (provincia de Hubei, China) notificó la aparición de un brote de neumonía en la ciudad. A pocos días se supo que esta enfermedad infecciosa conocida como COVID19 era causada por el coronavirus SARS-CoV-2. Un mes después la peste constituyó una emergencia de salud pública de importancia internacional. Posteriormente, la Organización Mundial de la Salud la caracterizó como una pandemia. Oficialmente, en Estados Unidos se decretó el inicio de la cuarentena el 23 de marzo del 2020.
Resultó sorprendente reconocer que las gotículas (gotas de saliva) que salían expulsadas de la nariz o la boca al toser, estornudar o hablar resultaran la amenaza biológica más mortífera del 2020. Y que, ante tal peligro, tan simple como quedarse en casa y lavarse las manos eran la mejor ofensiva que teníamos para evadir el contagio.
Debido a la cuarentena, nos obligamos a salir de la rutina y de nuestra zona de confort, a ser más responsables, disciplinados y creativos. Repentinamente, nos vimos envueltos en un remolino de opciones en línea para mantenernos en casa. Una computadora, una tableta, un celular y servicio de internet casi se convirtieron en artículos de primera necesidad. Resultó asombroso saber todo lo que podíamos hacer desde la comodidad del hogar: asistir a la escuela, visitar museos, hacer ejercicio, tener reuniones por videoconferencia, aprender un idioma, una manualidad, cocinar un nuevo platillo, presenciar un espectáculo, disfrutar de una comida con calidad de restaurant y hasta tener una consulta médica.
Algunos descubrieron incluso ser más productivos laborando desde casa y en pijama, aunque las horas de trabajo se extendieron. Y otros, valoraron más ese tiempo que no aprovecharon estando en sus lugares de trabajo. Pero sin duda, el reto más grande ha sido aprender a convivir en familia: ser más tolerantes con los nuestros, compartir y respetar el espacio y las actividades de cada uno, cooperar con los quehaceres de todos los días, apoyar nuestros estados de humor. Cuidándonos y ayudándonos a superar el encierro, el estrés y la preocupación.
A un mes de la cuarentena desarrollamos habilidades que no sabíamos que podíamos hacer. Nos dimos cuenta de la importancia de una llamada, de un paseo y del valor de un simple abrazo. Reconocimos que, la naturaleza no nos necesita para existir.
Espero que ahora nos conozcamos más, seamos más sabios y mejores personas.