(Foto: Ilustrativa/EFE/Archivo)

Las diferentes estadísticas sobre el llamado “COVID-19 persistente” retratan la situación de personas que sufren síntomas más o menos comunes, durante largo tiempo, después de superar el virus.

En Estados Unidos, según un estudio de la Universidad de Ciencias de la Salud de Arizona, aproximadamente el 67% de las personas con coronavirus leve o moderado tuvo síntomas más de 30 días después de su prueba positiva. En España, las sociedades médicas estiman la afectación en alrededor del 10% de los enfermos, mientras que en Reino Unido se supera el 3%.

Es evidente que hay distintas maneras de medir las consecuencias, pero los datos sí indican un patrón, y eso es lo importante: el COVID-19 persistente es una realidad, por lo que todos debemos prepararnos para enfrentar la postpandemia con instrumentos científicos.

Los síntomas generales del COVID-19 persistente son la fatiga y el cansancio extremo, así como las dificultades respiratorias, que afectan a algunos pacientes que acaban de superar la enfermedad. También está la pleuritis residual, con una aparición más tardía, causante de dolores e incomodidades justo al momento de ir a dormir.

Además, hay registros de pacientes que mantienen la pérdida de olfato por una afectación directa del sistema nervioso central, mientras que el 60% sufre cefalea. Otros padecimientos mucho más graves están asociados al Síndrome de Miller Fisher y Síndrome Guillain-Barré, los cuales, junto al ictus, podrían ser catastróficos para la salud.

Por ello, la terapia después de la enfermedad provocada por este coronavirus es fundamental para la recuperación definitiva. En ese sentido, destaco la importancia de la hidratación, la ingesta de hierro y vitamina C durante las mañanas. En las noches, recomiendo suplementarse con zinc y magnesio, sin dejar de beber mucha agua rica en sodio y potasio, para lograr una estabilidad celular suprema. Todo, bajo la supervisión de un médico.

También es importante, durante y después del COVID-19, mantener una alimentación cargada de alcalinos, sana y equilibrada, que incluya frutas, hortalizas y verduras.

Como parte del tratamiento para reducir los efectos pots-COVID, están los sueros inmunes, las vitaminas B y el ácido ascórbico. Aun así, lo más importante es la aplicación de ozono, que contribuye a la erradicación del ácido del cuerpo y a oxigenar las células.

Para resolver muchos de los problemas respiratorios posteriores, los pacientes deberían agendar sesiones de fisioterapia, e incluso de cámara hiperbárica, para normalizar su capacidad pulmonar.

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