Aquella noche de fines de febrero del 2020, mostraba una realidad no muy distinta al resto de los días. El Aeropuerto Fiumicino de Roma, estaba atestado de gente inquieta por subirse a los aviones que partían al resto del mundo. Saludos, maletas con exceso de peso, multas, sándwiches a prisa y llantos de despedida.
El vuelo AZ 680 de Alitalia estaba anunciado a horario. El pasajero Claudio Ariel P. hizo la fila y subió a la aeronave. Saludó a la azafata y ocupó su lugar en la clase Business. Ni él, ni nadie, sabía que en ese Boeing 777-200 y precisamente en su cuerpo, estaba llegando a Buenos Aires, el primer caso COVID-19 y uno de los tres primeros de la región en registrar SARS-COV-2.
Mientras Claudio, un hombre de 43 años, caminaba por las calles de Barcelona y de Milán (dos de sus destinos en Europa) el entonces ministro de Salud de la Argentina, Ginés González García, ya había pasado por todos los estudios de televisión desestimando toda posibilidad de que el virus llegara al país. “No hay ninguna chance de que existan casos en el país. Igual –dijo– estamos en alerta como cada vez que aparece algún virus respiratorio. Hay temor respecto a una pandemia mundializada y nosotros desplegamos una alerta propia”
Un año pasó desde aquella anécdota en que las autoridades nacionales minimizaron la cuestión y creyeron que todo se trataba de “un cuento chino”. Un año donde a medida que se iban incrementando los casos, se iban colocando parches como si fuera un pantalón que se gasta con el tiempo. Comparaciones odiosas con otros países de Latinoamérica, discursos cargados de datos sacados de alguna galera mágica, cuarentenas largas e insufribles que por falta de previsión desencadenaron esté presente lleno de dudas. Aprendices de Nostradamus que nunca respetaron al virus y hoy el país paga las nefastas consecuencias, tanto en la salud como en la economía.
La Argentina, está entre los primeros cinco países latinoamericanos con más casos de COVID-19, ranking que encabeza “cómodamente” Brasil que está inmerso en una catástrofe sanitaria sin igual.V
El desembarco de la vacuna rusa Sputnik V, parece ser el aliciente que traerá un poco de tranquilidad a los habitantes. Controvertida al principio por falta de respaldo de las entidades sanitarias del mundo, recién ahora se está aplicando al personal esencial y a los mayores de 60 años, aunque como es de público conocimiento (y fue descrito en este espacio) no faltaron los acomodos, escándalos y otros menesteres propios de un país donde la desorganización y la improvisación, también necesitarían una vacuna.