Científicas brasileñas trabajan en el laboratorio de Inmunología del Instituto del Corazón (Incor) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sao Paulo el pasado 17 de marzo, durante una visita de Efe, en Sao Paulo (Brasil). EFE/ Sebastiao Moreira/Archivo

Nueva York,(EFE).- Más rápido que la velocidad de la luz. Ese concepto trae a la mente la alegórica “Operación Warp Speed”, con la que Estados Unidos quiere procurarse 300 millones de vacunas y tratamientos suficientes para encarar 2021 inmune a la COVID-19, pero que podría dejar sin acceso temprano a tratamientos y vacunas a otros países.

“Me parece muy preocupante que las acciones que está tomando Estados Unidos puedan servir para acaparar vacunas y medicinas contra la COVID-19”, señala el profesor Lawrence Gostin, director del Instituto de Salud Global de la Facultad de Derecho de Georgetown.

Al tiempo que el Gobierno de Donald Trump reniega del multilateralismo y tras hacer oficial su intención de abandonar la Organización Mundial de la Salud (OMS), el gobierno estadounidense está dedicando miles de millones de dólares a procurarse potenciales vacunas y tratamientos contra la pandemia.

El problema, según coinciden los expertos, es que Trump no parece tener en cuenta la dimensión global de la lucha contra la pandemia y actúa con la intención de asegurarse todo el stock inicial de posibles curas.

En marzo intentó persuadir a la empresa alemana CureVac para que trasladara su investigación de una posible vacuna contra la COVID-19 a Estados Unidos, algo que finalmente no prosperó y que acabó con la apresurada salida de su entonces consejero delegado, el estadounidense Daniel Menichella, y con la afirmación del Gobierno alemán de que todo lo relacionado con la pandemia es un asunto de “seguridad nacional”.

El mes pasado, la Casa Blanca ordenó la compra de prácticamente toda la producción hasta septiembre del tratamiento de redemsivir, de la empresa estadounidense Gilead, una de las dos medicinas que han probado ser útiles contra la COVID-19.

Thomas Senderovitz, responsable de la Agencia Danesa del Medicamento, dijo la semana pasada en la televisión pública de su país que el paso dado por EE.UU. para acaparar redemsivir es una mala noticia para Europa y para un mundo en medio de una crisis global.

“No he visto algo así antes. Una compañía que decide vender todo su inventario a un solo país. Es muy extraño e inapropiado”, indicó.

La “Operación Warp Speed” adjudicó esta semana su mayor contrato: 1.600 millones de dólares a Novavax, una farmacéutica de Maryland casi desconocida que está desarrollando una posible vacuna contra la COVID-19 para finales de este año.

El desembolso conlleva un compromiso de entregar cien millones de dosis de esta nueva vacuna, un número muy alto para una nueva producción hasta para una multinacional y que podría servir para vacunar a 50 millones de personas.

Novavax se suma a otra docena de candidatas para conseguir una vacuna contra la COVID-19, entre las que se encuentran los prometedores proyectos de Johnson & Johnson (financiada con 456 millones de dinero federal), Moderna (500 millones) y AstraZeneca (1.200 millones de dólares).

“Hay muchas razones para pensar que la Administración Trump no compartirá de manera equitativa vacunas y medicinas esenciales para combatir la pandemia. Ha operado de acuerdo a su plataforma América Primero y parece claro que se querrá asegurar la mayor parte de la producción mundial. Este poder para acaparar será mayor si EE.UU. es el primero en conseguir la vacuna”, señala Gostin.

El doctor Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas y principal epidemiólogo del país, cree que Estados Unido debería tener acceso en 2021 a unas 200.000 dosis para inmunizar a su población contra el SARS-CoV-2, equivalente al 40 % de la producción global de la vacuna de la gripe estacional mucho más barata y fácil de producir.

Esto hace pensar que las farmacéuticas que han recibido ayudas a cambio de compromisos por parte de Washington, entre ellas el gigante AstraZeneca, se verán presionadas para poner toda su capacidad productiva al servicio de Estados Unidos.

“Acciones como la compra a Gilead mandan un mensaje muy dañino sobre el egoísmo y contra el espíritu de solidaridad global. Además, su anuncio de retirarse de la OMS muestra que a Trump no le importa mucho la cooperación y la igualdad en salud”, recalca el profesor Gostin.

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