Millones de estadounidenses esperan una vacuna contra COVID-19 para frenar la pandemia y volver a la normalidad.
Pero el camino para entregar vacunas a 330 millones de personas sigue sin estar claro para los funcionarios de salud locales que, se espera, sean los que realicen el trabajo.
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“No hemos recibido mucha información sobre cómo se implementará”, dijo el doctor Umair Shah, director ejecutivo del Departamento de Salud Pública del condado de Harris, en Texas, que incluye a Houston.
Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) han dicho a los departamentos de salud locales a lo largo del país que diseñen planes de vacunación antes del primero de octubre, para una posible distribución de una vacuna contra COVID-19 tan pronto como el primero de noviembre.
Pero los departamentos de salud, que han carecido de fondos suficientes durante décadas, dicen que no tienen personal, dinero ni herramientas para educar a las personas sobre las vacunas; y luego para distribuir, administrar y rastrear cientos de millones de dosis. Tampoco saben cuándo, o si obtendrán ayuda federal para lograrlo.
Docenas de médicos, enfermeras y funcionarios de salud entrevistados por KHN y The Associated Press expresaron preocupación por la disposición del país para realizar vacunaciones masivas, y frustración por meses de información inconsistente por parte del gobierno federal.
Las brechas incluyen cómo se hará el seguimiento de los vacunados, y cómo mantendrán a los trabajadores que administran las vacunas seguros, con suficiente equipo de protección y jeringas.
Con solo la mitad de los estadounidenses diciendo que se vacunarán, según una encuesta del Centro de Investigación de Asuntos Públicos de AP-NORC, también será crucial educar a las personas sobre los beneficios de la vacunación, dijo Molly Howell, quien administra el programa de inmunizaciones del Departamento de Salud de Dakota del Norte.
Estados Unidos ha comprometido más de $10 mil millones para desarrollar nuevas vacunas contra el coronavirus, pero no ha asignado dinero específico para distribuirlas y administrarlas.
Y aunque los gobiernos locales recibieron miles de millones en fondos de emergencia del Congreso, ese dinero no está destinado a distribuir una vacuna.
Una investigación en curso de KHN y AP ha detallado cómo los departamentos de salud pública estatales y locales han sufrido décadas de desmantelamiento, lo que los ha dejado sin fondos suficientes para realizar servicios básicos, y enfrentar al coronavirus.
Los estados pueden usar parte del dinero federal que ya han recibido para prepararse para las vacunas. Pero AP y KHN descubrieron que muchos departamentos de salud están tan abrumados con los costos actuales de la pandemia, como las pruebas y el rastreo de contactos, que no pueden reservar dinero para el proceso con las vacunas.
Los departamentos de salud deberán contratar personas para administrarlas y sistemas para rastrearlas, y pagar por suministros como máscaras médicas protectoras, batas y guantes, espacios para almacenarlas, y refrigeradores.
Por ejemplo, el presupuesto del condado de Pima, en Arizona, ya está unos $30 millones por debajo de lo que los funcionarios de salud necesitan para combatir la pandemia, y mucho menos planificar la vacunación, expresó el doctor Francisco García, administrador adjunto y director médico del condado.
Algunos fondos federales vencerán pronto. Por ejemplo, los $150 mil millones que los gobiernos estatales y locales recibieron de un fondo en la Ley CARES, cubren solo los gastos que se realicen hasta fin de año, dijo Gretchen Musicant, comisionada de salud en Minneapolis. Un problema, dado que la distribución de la vacuna puede que ni siquiera haya comenzado para ese momento.
Aunque funcionarios de salud pública dicen que necesitan ayuda, el Congreso dejó Washington para su receso de verano sin aprobar un nuevo proyecto de ley de ayuda para COVID, que hubiera incluido fondos adicionales para la distribución de vacunas.
Los estados no pueden simplemente tomar las fuentes de financiamiento existentes y utilizarlas para intentar la campaña de vacunación más grande de la historia, dijo la doctora Kelly Moore, de la Coalición de Acción de Inmunización, una organización nacional de educación y defensa de las vacunas.
Luego está la cuestión básica de la escala. El invierno pasado, el país distribuyó 175 millones de vacunas contra la influenza estacional, según los CDC.
Pero expertos dicen que, para que los Estados Unidos alcancen la inmunidad colectiva contra el coronavirus, es probable que se deba vacunar a aproximadamente el 70% de los estadounidenses, o 200 millones de personas. Las primeras vacunas requerirán dos dosis para ser efectivas: 400 millones de inyecciones.
Los mismos expertos auguran que muchos departamentos de salud pública tendrán dificultades para realizar un seguimiento adecuado de quién se ha vacunado y cuándo, porque la falta de fondos en las últimas décadas los ha dejado con tecnología obsoleta.
Moore, quien fue directora médica del plan de inmunización de Tennessee durante la pandemia de influenza H1N1, dijo que las personas necesitarán recibir su segunda dosis de COVID-19 21 o 28 días después de la primera, por lo que los proveedores de salud deberán recordarles a los pacientes que deben recibir su segunda vacuna.
También deben asegurarse que la segunda dosis sea de la misma marca que la primera.
Los CDC están desarrollando una aplicación llamada Sistema de Monitoreo de la Administración de Vacunas para los departamentos de salud cuyos sistemas de datos están rezagados, dijo Claire Hannan, directora ejecutiva de la Asociación de Administradores de Inmunización. Los departamentos están esperando saber más sobre esta tecnología.
Mientras tanto, se ocupan de los registros de vacunas que a veces datan de finales de la década de 1980.
Los abrumados equipos de salud pública ya están trabajando largas horas para hacer pruebas a los pacientes y rastrear sus contactos, un proceso que requiere mucho tiempo y que deberá continuar incluso después que las vacunas estén disponibles.
Cuando eso suceda, los departamentos necesitarán más personal para una variedad de trabajos, incluida la educación del público, el seguimiento de los pacientes y la notificación de efectos secundarios graves.
En una reunión de agosto sobre la distribución de vacunas, la doctora Ngozi Ezike, directora del departamento de salud de Illinois, dijo que su estado necesitará contratar profesionales de salud adicionales para administrar las vacunas, incluidos estudiantes de enfermería, estudiantes de medicina, dentistas, higienistas dentales e incluso veterinarios.
Todos necesitarán máscaras, batas y guantes de grado médico para seguridad mientras manipulan agujas en medio del contagioso coronavirus.
Dado que las vacunas son mucho más complejas que el equipo de protección personal y otros suministros médicos (una vacuna candidata debe almacenarse a menos de 94 grados Fahrenheit), el doctor Marcus Plescia, director médico de la Asociación de Funcionarios de Salud Estatales y Territoriales, dijo que las personas deben estar preparadas para escasez, retrasos y confusión.
“Probablemente será incluso peor que los problemas con las pruebas y los equipos de protección personal”, dijo Plescia.
La escritora de Associated Press Michelle R. Smith y la corresponsal de KHN en el Medio Oeste Lauren Weber colaboraron con este informe.
Esta historia es una colaboración entre The Associated Press y KHN.