CAIRO, Georgia.— Zita Magloire ajustó con cuidado una cinta métrica alrededor del vientre de la embarazada Kenadie Evans.
Determinar el tamaño de un bebé durante una visita obstétrica de 28 semanas es algo rutinario. Pero Magloire, médica de cabecera capacitada en obstetricia, sabe que encontrar el útero de la madre, y chequear al bebé, puede ser complicado para profesionales sin experiencia.
«A veces está, como, desviado», explicó Magloire, mostrándole a un estudiante de medicina visitante cómo presionar con firmeza y completar el examen. Movió ligeramente el dedo para calcular la altura del feto: «Ahí está, justo aquí».
Evans sonrió y luego dijo que Magloire la hizo sentir «cómoda».
La joven de 21 años se había mudado recientemente de Louisiana al sureste de Georgia, dos estados donde persiste una elevada tasa de mortalidad materno-infantil. Ahora vive con su madre y su abuelo cerca de Cairo, una comunidad agrícola donde el hospital tiene una unidad de parto muy activa.
Magloire y otros médicos en la clínica local donde trabaja atienden cientos de partos cada año.
Escenas como la de Evans y Magloire se repiten regularmente en este rincón rural de Georgia a pesar de la sombría realidad que enfrentan madres y bebés en todo el país.
Las muertes maternas siguen aumentando, y las madres negras e indígenas son las que están en mayor riesgo.
El número de bebés que murieron antes de cumplir su primer año aumentó el año pasado; y más de la mitad de los condados rurales no tienen servicios hospitalarios para partos, lo que aumenta el tiempo que los futuros padres deben viajar al lugar de la atención, y, por ende, causa bajas en la atención prenatal.
Hay muchas razones por las cuales las unidades de trabajo de parto y parto cierran, incluidos los altos costos operativos, el declive demográfico, las bajas tasas de reembolso de Medicaid y la escasez de personal.
En la América rural, los médicos de familia todavía proporcionan la mayoría de la atención en estas áreas, pero pocos profesionales nuevos ofrecen atención obstétrica en áreas menos pobladas, en parte porque no quieren estar disponibles las 24 horas del día, los 7 días de la semana.
Ahora, con la pérdida de proveedores de atención médica en las zonas rurales, el gobierno federal está invirtiendo dólares y atención para aumentar el personal.
«Obviamente, la crisis está aquí», dijo Hana Hinkle, directora ejecutiva de Rural Training Track Collaborative, que trabaja con más de 70 programas de capacitación con residencias en áreas rurales. Hinkle dijo que las subvenciones federales han impulsado estos programas en los últimos años.
En julio, el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) anunció una inversión de casi $11 millones en nuevos programas rurales, incluidas residencias de medicina familiar centradas en la capacitación obstétrica.
A nivel nacional, la disminución del número de médicos de atención primaria, tanto internistas como de familia, ha dificultado que los pacientes programen citas y, en algunos casos, encuentren un doctor.
En las áreas rurales, capacitar a estos médicos en obstetricia puede ser más díficil debido al bajo reembolso gubernamental y al aumento de los costos de responsabilidad médica, dijo Hinkle, quien también es decana adjunta de Profesiones de Salud Rural en la Facultad de Medicina de la Universidad de Illinois en Rockford.
En la década de 1980, aproximadamente el 43% de los médicos de cabecera que completaron sus residencias fueron capacitados en obstetricia. En 2021, la encuesta anual de perfiles de práctica de la Academia Americana de Médicos de Familia (AAFP) reveló que solo el 15% de los encuestados habían practicado obstetricia.
Sin embargo, los médicos de familia, que también brindan el espectro completo de servicios de atención primaria, son «el pilar de los partos rurales», dijo Julie Wood, médica y vicepresidenta senior de investigación, ciencia y salud pública de la AAFP.
En una encuesta realizada con 216 hospitales rurales en 10 estados, los médicos de medicina familiar atendieron partos en el 67% de los hospitales, y en el 27% fueron los únicos que atendieron partos.
Los datos contabilizaron los bebés nacidos entre 2013 y 2017. Y, según los autores, si esos médicos de familia no hubieran estado allí, muchos pacientes habrían tenido que conducir un promedio de 86 millas de ida y vuelta para recibir atención.
Mark Deutchman, autor principal del informe, dijo que, metafóricamente, estuvo «de guardia durante 12 años» esperando que lo llamaran cuando trabajaba en un pueblo de 2,000 habitantes en el área rural del estado de Washington. Deutchman explicó que era uno de los dos únicos médicos locales que realizaban cesáreas.
Agregó que la mejor manera de asegurar que los médicos de medicina familiar puedan fortalecer las unidades obstétricas es garantizando que trabajen como parte de un equipo para evitar el agotamiento, y no como médicos solitarios que tienen que hacer todo.
Debe haber un grupo central de médicos, enfermeras y una administración hospitalaria solidaria para compartir la carga de trabajo «para que alguien no esté de guardia los 365 días del año», dijo Deutchman, quien también es decano asociado de Salud Rural en la Escuela de Medicina de la Universidad de Colorado, en el Campus Médico Anschutz. Este otoño, la Facultad de Enfermería de la escuela recibió una subvención federal de $2 millones para capacitar a parteras para trabajar en áreas rurales de Colorado.
A nivel nacional, equipos de proveedores están asegurando que las unidades obstétricas rurales se mantengan ocupadas.
En Lakin, Kansas, Drew Miller trabaja con otros cinco médicos de medicina familiar y un asistente médico que completó una beca en obstetricia. Juntos, atienden los partos de alrededor de 340 bebés al año. Eran poco más de 100 anuales cuando Miller se mudó allí en 2010.
El boca a boca y el cierre de dos unidades obstétricas cercanas han aumentado el número de partos. Miller dijo que ha visto a amigos y colegas «de comunidades cercanas dejar de atender simplemente por agotamiento extremo».
En Galesburg, Illinois, Annevay Conlee ha sido testigo del cierre de cuatro unidades obstétricas cercanas desde 2012, obligando a algunas embarazadas a conducir hasta una hora y media para sus citas médicas.
Conlee es médica familiar y directora médica que supervisa cuatro áreas rurales con un equipo de ginecólogos obstetras, médicos de cabecera y una enfermera partera. «Ya no tenemos la capacidad de estar de guardia 24/7», dijo Conlee. «Tiene que haber un poco más de armonía al reclutar para realmente apoyar a un equipo de médicos y parteras».
En Cairo, Magloire dijo que practicar obstetricia es «simplemente atención esencial». De hecho, la atención prenatal representa solo una parte de las visitas en esta ciudad de unos 10,000 habitantes. En una mañana reciente, los pacientes de Magloire incluyeron a dos mujeres embarazadas, a una adolescente preocupada por un dolor de cadera y a una eufórica mujer de 47 años feliz por haber perdido peso.
Cairo Medical Care, una clínica independiente situada al otro lado de la calle del hospital Archbold Grady, de 60 camas, está en una comunidad conocida principalmente por sus cultivos de maníes y como el lugar de nacimiento de la leyenda del béisbol Jackie Robinson.
El centro de salud cuenta con seis médicos, de medicina familiar, como Magloire, y ginecólogos obstetras, que atienden a pacientes de los condados circundantes. Reciben a cerca de 300 bebés cada año.
Deanna Buckins, de 36 años y madre de cuatro niños, dijo que se sintió aliviada cuando encontró a «la Dra. Z» porque «cambió completamente nuestras vidas».
«Realmente me escucha y acepta mis decisiones en lugar de imponerse», dijo Buckins, con su hijo de 3 semanas en brazos, parto que Magloire asistió. Años atrás, Magloire ayudó a diagnosticar a uno de los hijos mayores de Buckins con autismo y creó un vínculo de confianza con la familia.
«Voy con uno de mis niños; pero antes de irnos, hemos hablado de cada uno de ellos y cómo les va, y, ya sabes, nos ponemos al día con la vida», dijo Buckins.
Magloire creció en Tallahassee, Florida, e hizo su residencia en el área rural de Kansas. Dijo que el tamaño de Cairo le permite ver a los pacientes mientras crecen, y charlar con los niños cuando las madres o hermanos vienen a las citas.
«Es muy amigable», dijo Evans sobre Magloire. Evans, quien tuvo a su primer hijo con un ginecólogo obstetra, dijo que estaba nerviosa por encontrar al médico adecuado. No le importaba el tipo de especialista que fuera su médico tanto como estar con «alguien a quien le importas», dijo.
Como médica de atención primaria, Magloire puede cuidar de Evans y sus hijos durante muchos años más.
Esta historia fue producida por KFF Health News, una redacción nacional enfocada en el tratamiento en profundidad de temas de salud, que es uno de los principales programas de KFF, la fuente independiente de investigación de políticas de salud, encuestas y periodismo.