Las vacunas que protegen contra COVID-19 están en camino. ¿Qué deben esperar los adultos mayores?
Las primeras, de Pfizer y Moderna, podrían llegar antes de Navidad, según Alex Azar, que dirige el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS).
Según información de las farmacéuticas, ambas vacunas mostraron una fuerte respuesta inmunológica en adultos de 65 años o más, aunque no se conocen todavía los datos completos de los ensayos clínicos.
Adultos mayores en residencias y centros de vida asistida estarán entre los primeros estadounidenses en ser vacunados, siguiendo las recomendaciones de un panel asesor federal.
Los adultos mayores que viven en sus casas tendrán que esperar un poco más.
Pero aún existen muchas dudas. Entre ellas: ¿Qué efectos secundarios podrían experimentar los adultos mayores y con qué frecuencia ocurrirían? ¿Ofrecerán las vacunas una protección significativa a los mayores frágiles o que padecen múltiples afecciones crónicas?
Lo que sigue es lo que se sabe, lo que no se sabe y lo que se avecina.
Calendario para tomar decisiones. La vacuna de Pfizer será evaluada, el jueves 10, por un panel de 15 miembros de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA). Se espera que la vacuna de Moderna se presente ante el panel el 17 de diciembre.
Antes de cada reunión, se hace público un análisis de la FDA. Esta es la primera oportunidad de ver datos sobre el desempeño de las vacunas en grandes ensayos clínicos de fase 3, incluyendo más detalles sobre su impacto en los adultos mayores.
Hasta ahora, un resumen de resultados conocidos a través de comunicados de prensa indican que la vacuna de Pfizer, producida en asociación con BioNTech, tiene una tasa de eficacia general del 95% y una eficacia del 94% en personas de 65 años o más.
La eficacia general de la de Moderna es del 94%, con una eficacia del 87% en la prevención de la enfermedad moderada en adultos mayores, según Moncef Slaoui, asesor científico de “Operation Warp Speed”, el programa del gobierno para el desarrollo de vacunas COVID-19.
Si el panel asesor da luz verde, la FDA decidirá en días o semanas si autoriza las vacunas de Pfizer y Moderna para su uso de emergencia. La distribución de la vacuna ya ha comenzado y se espera que los proveedores de atención de salud comiencen a administrarla inmediatamente después de que la FDA se pronuncie.
Marco de asignación. En una reunión, el 1 de diciembre, de la Comisión Asesora sobre Prácticas de Inmunización (ACIP), que guía a los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) en materia de vacunas, expertos recomendaron que las personas que viven en centros de atención a largo plazo (principalmente residencias de mayores y centros de vida asistida) y los trabajadores de salud sean los primeros grupos en recibir las vacunas contra COVID-19.
Se reconoce así la extraordinaria carga de COVID-19 en centros de atención a largo plazo. Aunque sus residentes representan menos del 1% de la población de los Estados Unidos, son el 40% de las muertes por COVID, más de 100,000 hasta la fecha.
La decisión de la ACIP llega a pesar de la falta de pruebas de que las vacunas de Pfizer y Moderna son efectivas y seguras para personas mayores débiles y vulnerables en centros de cuidados a largo plazo. Las vacunas no se probaron en esta población. Los funcionarios federales insisten en que se vigilarán los efectos secundarios. (en el Reino Unido, donde ya se comenzó a vacunar, se informó sobre casos de reacción alérgica a la vacuna de Pfizer)
Los siguientes en la lista probablemente sean los trabajadores esenciales que no pueden trabajar desde casa, como policías, bomberos, maestros y personas empleadas en el procesamiento y transporte de alimentos, según las deliberaciones de la comisión del 23 de noviembre, aunque no se llegó a una votación formal.
Luego estarían los adultos con condiciones médicas de alto riesgo como la diabetes, el cáncer, las enfermedades renales, la obesidad, las enfermedades cardíacas y autoinmunes, así como los adultos de 65 años o más.
Aunque los estados suelen acatar las directrices de la ACIP, algunos pueden elegir, por ejemplo, vacunar a los adultos mayores de alto riesgo antes que a algunas categorías de trabajadores esenciales.
Quedan fuera de la lista los cuidadores, que prestan un apoyo esencial a los adultos mayores vulnerables de la comunidad, y son una fuerza laboral no remunerada de millones de personas.
“Si alguien proporciona cuidados diarios, tiene sentido que también tenga acceso a la vacuna para mantener a todos seguros”, dijo Beth Kallmyer, vicepresidenta de cuidados y apoyo de la Asociación de Alzheimer.
Establecer prioridades. Los grupos prioritarios constituyen casi la mitad de la población de los Estados Unidos: 21 millones de trabajadores de la salud, 3 millones de residentes en centros de cuidados a largo plazo, 66 millones de trabajadores esenciales, más de 100 millones de adultos con afecciones de alto riesgo y 53 millones de adultos de 65 años o más.
Dado que los suministros iniciales de vacunas son limitados, será inevitable establecer prioridades. En la práctica, esto significa que hospitales y médicos identificarían a los adultos mayores que corren mayor riesgo de enfermarse gravemente a causa de COVID-19 para ofrecerles vacunas antes que a otros mayores.
Un estudio de más de 500,000 beneficiarios de Medicare de 65 años o más proporciona nuevas pruebas que podrían influir en estas evaluaciones.
El estudio reveló que las condiciones que aumentan la probabilidad de muerte de adultos mayores a causa de COVID-19 son la anemia drepanocítica, la enfermedad renal crónica, las leucemias y los linfomas, la insuficiencia cardíaca, la diabetes, la parálisis cerebral, la obesidad, el cáncer de pulmón y los ataques cardíacos, en ese orden.
Suministros disponibles. Tanto la vacuna de Pfizer como la de Moderna requieren dos dosis, administradas con tres o cuatro semanas de diferencia. Las compañías han comunicado que este año deberían estar disponibles unas 40 millones de dosis, suficientes para vacunar a unos 20 millones de personas.
Después de eso, 50 millones de dosis podrían estar disponibles en enero, seguidas de 60 millones de dosis tanto en febrero como en marzo, según el doctor Larry Corey, virólogo que dirige la Red de Ensayos de Prevención COVID-19.
Eso se traduce en una vacunación para otros 85 millones de personas y debería ser suficiente para vacunar a los adultos mayores, además del personal médico de primera línea, y muchos otros individuos en riesgo, sugirió Corey en un reciente panel sobre COVID-19 patrocinado por la Academia Nacional de Medicina y la Asociación Americana de Salud Pública.
Reconoció que se trataba de estimaciones, basadas en la información que había recibido. Pfizer y Moderna aún no han especificado cuánta vacuna se entregará y cuándo. Tampoco está claro cuándo estarán disponibles otras vacunas que están siendo investigadas —13 de ellas están en la fase 3 de los ensayos clínicos— o cuál podría ser su capacidad de producción mensual.
Cuestiones de distribución. A medida que se distribuyan las vacunas de Pfizer y Moderna, un grupo muy vulnerable podría tener dificultades para obtenerlas: 2 millones de adultos mayores que no pueden salir de casa y otros 5,3 millones con impedimentos físicos que tienen problemas para desplazarse.
La razón: los requisitos de manipulación y el almacenamiento en frío.
La vacuna de Pfizer debe almacenarse a menos 70 grados centígrados, para lo cual se necesita un equipo especial con el que no cuentan los pequeños hospitales, clínicas o consultorios médicos. La vacuna de Moderna necesita ser almacenada a largo plazo a menos 20 grados centígrados.
Landmark Health proporciona atención médica en el hogar a más de 120,000 adultos mayores frágiles, y con enfermedades crónicas, en 15 estados. “No tenemos la capacidad de almacenar y distribuir estas vacunas a nuestra población”, señaló el doctor Michael Le, cofundador y director médico de la compañía.
Esta es la razón por la que Landmark trabaja para organizar el transporte de sus pacientes a los centros donde se administrarán las vacunas COVID-19 y se les informará sobre los beneficios de las vacunas. “Dada la confianza que les inspiramos, y el vínculo que tenemos con nuestros pacientes, podemos jugar un papel crucial como educadores y promotores de las vacunas”, dijo Le.
Enfrentar la desconfianza. Los promotores de la vacunación tienen un gran trabajo por delante. Según una encuesta reciente de la Universidad de Michigan, sólo el 58% de los adultos mayores (de 50 a 80 años) dijo que era muy o algo probable que se pusiera la vacuna COVID-19. Un número significativo de adultos mayores, 46%, pensó que se vacunaría eventualmente, pero quería que otros lo hicieran primero. Sólo el 20% quería vacunarse lo antes posible.
Lo más importante a la hora de tomar la decisión es saber qué tan bien funciona la vacuna, según el 80% de los 1,556 adultos mayores encuestados. Poco más de la mitad (52%) dijo que lo que más les influiría sería la recomendación de su médico.
La doctora Sharon Inouye, geriatra en Hebrew Senior Life en Boston y profesora de medicina en la Escuela de Medicina de Harvard, se encuentra entre los médicos que esperan con impaciencia la publicación de los datos de los ensayos clínicos de fase 3 de Pfizer y Moderna.
Entre las cosas que quiere saber: ¿Cuántos adultos mayores con enfermedades crónicas participaron? ¿Cuántos participantes tenían 75 años o más? ¿Los efectos secundarios fueron diferentes para los adultos mayores?
“Lo que más me preocupa son los efectos secundarios”, dijo. “Es posible que no podamos conocer los efectos secundarios graves pero raros hasta que millones de personas reciban las vacunas”. Pero esa es una apuesta que está dispuesta a hacer. Inouye no solo recibirá una vacuna, sino que le dijo a su madre de 91 años, que vive en un centro de vida asistida, que diga “sí” cuando se le ofrezca una.
“Toda mi familia vive con el temor de que le pase algo todos los días”, dijo Inouye. “Aunque todavía hay muchas cosas que no sabemos sobre estas vacunas, es convincente que protejamos a las personas de esta abrumadora enfermedad”.