El gobierno federal aprobó para uso de emergencia la vacuna de Pfizer para adolescentes de 12 a 15 años. ¿Qué significa esto para tu hijo?
La ampliación del uso de emergencia de la vacuna de Pfizer-BioNTech para preadolescentes y adolescentes jóvenes añade casi 17 millones de estadounidenses más al grupo de personas elegibles para ser inmunizadas contra COVID-19, lo que ayuda a crear una población vacunada más cercana a la inmunidad colectiva.
Moderna y Johnson & Johnson también investigan la eficacia de sus vacunas en adolescentes y niños.
Aunque los niños parecen contraer el virus y desarrollar la enfermedad con menos frecuencia, suelen tener síntomas más leves que los adultos. También está por ver qué efectos a largo plazo, si es que los hay, pueden experimentar estos pacientes más jóvenes.
La proporción de casos de COVID en niños y adolescentes está aumentando: casi una cuarta parte de los nuevos casos semanales se registraron en este grupo de edad, según informó el 6 de mayo la Academia Americana de Pediatría y la Asociación de Hospitales Infantiles.
Y, aunque los niños han sido menos propensos a desarrollar una enfermedad grave, todavía pueden suponer un riesgo para las personas vulnerables que los rodean, ya que pueden no saber que son portadores del virus, como documentaron los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
La doctora Margaret Stager, pediatra y directora de la división de medicina para adolescentes del Centro Médico MetroHealth de Cleveland, dijo que ha tenido que explicar a sus jóvenes pacientes que vacunarse ayudaría a su comunidad a frenar la propagación del virus, reducir el riesgo de variantes y ayudar a la sociedad a reabrirse.
«Les pido que hagan su parte», explicó Stager. «Que todo esto forma parte de su contribución al bien común».
Los CDC recomendaron el uso de la vacuna de Pfizer para los niños de 12 a 15 años después de que la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) ampliara su autorización de uso de emergencia para incluir a estos preadolescentes y adolescentes. Esto significa que este grupo de edad puede recibir ahora las mismas vacunas en el mismo plazo de tiempo —con 21 días de diferencia— que los adultos.
Al igual que en los adultos, se desconoce la duración de la inmunidad en los niños, señaló la doctora Rebecca Wurtz, profesora de enfermedades infecciosas de la Universidad de Minnesota. Sin embargo, dijo, es probable que cualquier disminución de la inmunidad detectada en los adultos también se observe entre los jóvenes.
«Sea lo que sea que aprendamos de los adultos», añadió Wurtz, «con los niños no será muy diferente».
No se sabe si esta aprobación provocará que las escuelas exijan la vacunación contra COVID a los alumnos de K-12 que vuelvan a las aulas este otoño, advirtió Stager. No está claro si la ley federal permite a las autoridades estatales imponer una vacuna que aún no ha sido totalmente aprobada.
Dicho esto, es probable que la aprobación del gobierno también influya en las decisiones de los padres sobre el envío de sus hijos a los campamentos de verano.
¿Qué descubrió el ensayo?
Pfizer probó la vacuna en 2,260 preadolescentes y adolescentes jóvenes en los Estados Unidos. Los investigadores siguieron a los participantes durante dos meses o más, según la FDA. El protocolo clínico de Pfizer dice que la empresa continuará el seguimiento de los participantes durante dos años después de la segunda dosis.
Los resultados demuestran que la vacuna es segura en este grupo de edad, ya que provoca efectos secundarios similares a los observados en poblaciones de adultos jóvenes para los que ya había sido autorizada, según informó la FDA en un comunicado de prensa.
Los vacunados también produjeron una fuerte respuesta inmunitaria: el nivel de anticuerpos registrado en este grupo de edad fue incluso más fuerteque el observado en los jóvenes de 16 a 25 años.
El grupo vacunado tampoco tuvo ningún caso cuando se analizó siete días después de su segunda dosis. Dieciséis de los 978 participantes que no recibieron la vacuna, pero que fueron seguidos en el estudio como grupo de control, dieron positivo al virus. En resumen, la vacuna fue 100% efectiva en la prevención de COVID, indicó la FDA.
¿Por qué tan pocos niños?
Un dato que puede hacer dudar a los padres es el número de participantes en el ensayo. El número relativamente bajo —especialmente si se compara con las decenas de miles de participantes en los ensayos con adultos— es un reflejo de lo que los investigadores trataban de conseguir, dijo la doctora Kawsar Talaat, profesora de salud internacional en la Escuela de Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins.
Para determinar si la vacuna era segura para los niños y si generaba una respuesta inmunitaria fuerte no era necesario un grupo de estudio grande, señaló. Los expertos en estadísticas pueden calcular cuántas personas necesita un ensayo para generar resultados significativos sin exponer innecesariamente a las personas a patógenos peligrosos como el coronavirus.
Además, los resultados relativos al grupo de edad más joven se basan en lo que ya se ha aprendido en estudios anteriores.
«No es práctico hacer ensayos con 30,000 personas una y otra vez con la misma vacuna», afirmó Talaat. Los grandes ensayos son caros, añadió. Incluir a los menores también plantea retos adicionales, dijo Stager, como conseguir el consentimiento de los padres.
Jerica Pitts, vocera de Pfizer, declaró en un correo electrónico que la empresa utiliza un «enfoque cuidadoso y gradual» para incluir a menores en los ensayos clínicos. Stager indicó que ya se han documentado similitudes fisiológicas entre los jóvenes de 12 a 15 años en respuesta a las vacunas. Los estudios relacionados con una vacuna contra el virus del papiloma humano han demostrado que los niños de esta edad también generaron respuestas inmunitarias fuertes. La administración de la vacuna a preadolescentes y adolescentes jóvenes en grandes cantidades puede revelar efectos adicionales que no se detectaron en los ensayos clínicos, apuntó A. Oveta Fuller, profesora de microbiología e inmunología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Michigan.
Dicho esto, Fuller señaló que, al sopesar la amenaza del virus frente a la seguridad demostrada de la vacuna, la elección está clara.
«La cuestión es que el peligro no es tanto la vacuna como aquello contra lo que protege», añadió Fuller, «y eso es la enfermedad de COVID».
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