En Estados Unidos, donde los tiroteos son una de las principales causas de muerte para los menores de edad, hablar de niños y armas de fuego no es nada nuevo. Pero poco se sabe sobre el impacto que la pandemia de COVID-19, con sus confinamientos y cierres de escuelas, ha tenido en esta tendencia. Hasta ahora.
En un estudio publicado el jueves en la prestigiosa revista médica JAMA, los investigadores Pablo Peña y Anupam Jena revelan que, desde marzo de 2020, ha muerto por disparos al menos un niño más cada día de los que deberían haber muerto si se siguiera la tendencia de años anteriores.
Un aumento concentrado sobre todo en la adolescencia -es decir, en los niños de 12 a 17 años-, pero generalizado. Y aunque los datos por sí solos no demuestran que haya una relación directa entre la pandemia y un incremento de las muertes de menores en tiroteos, sí que dan «una indicación general muy convincente» de que esto es así, explica a Efe Peña, el autor principal.
COMPRENDER LO QUE HAY DETRÁS
Para Pablo Peña, profesor de Economía en la Universidad de Chicago, fijarse en este tipo de patrones, si bien no da una explicación completa de la violencia con armas de fuego en EE. UU., puede ayudar a comprender lo que hay detrás.
El investigador se empezó a interesar por la relación entre los tiroteos y la pandemia a raíz de un chiste del cómico Dave Chappelle en el programa Saturday Night Live sobre cómo los tiroteos de masas se habían reducido en el país desde que había menos «blancos asesinos» en las calles. Peña, quien confiesa ser un gran admirador de Chappelle, decidió investigar si esto era realmente así. Junto a su compañero Anupam Jena, a quien conoció en la Facultad de Economía y que ahora es profesor de política sanitaria en la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, descubrió que los tiroteos masivos -aquellos en los que se ven afectadas cuatro o más personas, además del atacante- aumentaron a partir de mayo de 2020. Sus hallazgos se publicaron en la revista JAMA en septiembre de 2021.
733 NIÑOS MUERTOS MÁS
Usando un método similar, que mide el exceso de muertes por armas de fuego entre menores de edad a partir de mayo de 2020 -en comparación con la tendencia que se venía registrando desde 2014-, los investigadores han descubierto ahora que, desde que comenzó la pandemia, han muerto 733 niños más por disparos de los que habrían fallecido en circunstancias normales.
Es prácticamente el mismo número de menores que han muerto por COVID en Estados Unidos -752-, lo que lleva a los investigadores a equiparar el daño causado a los niños por la enfermedad con el daño causado por los esfuerzos para combatirla.
Peña espera, de hecho, que su pequeña contribución ayude a enfocar de manera diferente el debate sobre la vuelta a las aulas de los menores, mientras en todo el mundo se siguen registrando contagios de COVID.
«Si el hogar y el vecindario fueran más seguros que las escuelas y la calle, uno esperaría que el número hubiera bajado», lamenta.
El claro aumento de las muertes de menores por disparos a partir de marzo de 2020 da pie también a ambos investigadores a teorizar sobre las posibles causas del fenómeno.
MÁS TIEMPO EN CASA, MÁS ACCIDENTES
«Un posible resultado de salud indirecto (de la pandemia) es la muerte por armas de fuego a raíz de un aumento de las dificultades psicológicas en las familias, unido a los cierres de escuelas, que llevaron a que los niños pasaran más tiempo en casa, donde normalmente se guardan las armas», escriben los investigadores.
Un dato que parece confirmar este último punto es que una gran mayoría de estas muertes -casi el 80 %- fueron de varones.
«Esto puede ser por accidentes», explica Peña. «Existe la idea de que las armas de fuego son más atractivas para los niños, que es más probable que jueguen con ellas. Por eso no nos sorprendió» el dato, asegura, ya que está en línea con las investigaciones que demuestran que los varones son más propensos a morir a edades tempranas que las mujeres.
Los investigadores hallaron además que, si bien el promedio de muertes de menores por disparos aumentó durante la pandemia, este aumento solo se dio en las zonas de rentas bajas, mientras que en las de rentas altas se registraron datos ligeramente por debajo de la tendencia.
Peña apunta a estos hallazgos que, debido a las limitaciones del estudio, no han podido explorar con todo el detenimiento que les hubiera gustado. Pero asegura que seguirán centrándose en el tema ya que, por desgracia, los tiroteos seguirán dando que hablar en el país durante muchos años.