La vida puede dar muchas vueltas y el afgano Nasser Haqparast da cuenta de ello. Durante años fue traductor del Ejército estadounidense en Afganistán, pero ahora se dedica a amueblar los hogares de compatriotas que se refugian en Estados Unidos huyendo de los talibanes.
A punto de cumplirse dos años de la caída de Kabul y de la caótica retirada de las fuerzas estadounidenses, cerca de 97.000 afganos han encontrado refugio en Estados Unidos. Algunos siguen llegando a día de hoy.
Nasser estaciona con cuidado frente a un complejo de apartamentos de los suburbios de Washington un gran camión de mudanza pintado con el logo de la ONG para la que trabaja: Homes Not Borders (Hogares No Fronteras).
Desciende del vehículo y observa detenidamente una lista que tiene entre sus manos. Hoy toca amueblar el nuevo hogar de los Jamani, una familia de refugiados afganos recién llegados a Estados Unidos, como él lo fue en su momento.
«Cuando vine de Afganistán, necesitaba ayuda como esta familia. Muchas organizaciones me ayudaron entonces y ahora soy yo el que tiene posibilidad de ayudarlos, porque sé lo difícil que es llegar nuevo a Estados Unidos», cuenta a EFE Nasser.
Él fue traductor y asesor cultural del Ejército estadounidense durante cuatro años hasta que se acogió a un programa especial de visas para establecerse en Estados Unidos en 2015.
Por aquel entonces, la toma del poder de los talibanes todavía parecía impensable, pero de todos modos «la vida en Afganistán para alguien que trabajaba con el Ejército de Estados Unidos no era fácil», motivo por el que hizo las maletas con su esposa y tres hijos.
En su nuevo país, Nasser trabajó como cocinero y en un hotel hasta que se sumó al equipo de Homes Not Borders, que ayuda a refugiados de todo el mundo a instalarse en el área metropolitana de la capital estadounidense, que incluye parte de Virginia y Maryland.
Un sofá, un colchón matrimonial, una mesa, una lámpara, varias sillas de salón… Nasser y sus compañeros van descargando con cuidado todo el mobiliario que han adquirido con donaciones para convertir el espacio vacío en el que se acaba de instalar la familia Jamani en un hogar donde empezar su nueva vida.
La retirada de Estados Unidos de Afganistán tras dos décadas de invasión fue planeada por la Administración de Donald Trump y ejecutada en agosto de 2022 por la de Joe Biden, que no supo prever el fugaz avance de los talibanes que en pocos días tomaron el poder y restauraron el régimen islamista derrocado en 2001.
Desde entonces, Washington ha autorizado la llegada al país de miles de afganos mediante un permiso humanitario de dos años, que acaba de prorrogar por dos años más, con el que pueden buscar empleo.
Aquellos que trabajaron para el Gobierno estadounidense durante la ocupación del país centroasiático pueden optar a un un visado especial que les otorga residencia permanente en Estados Unidos.
Podría ser el caso del padre de familia de los Jamani, quien trabajó durante 14 años con los alemanes y otros dos años con los estadounidenses.
«Cuando los talibanes tomaron el poder se complicaron mucho las cosas para mi padre porque dijeron que los que habían trabajado para los extranjeros debían morir», cuenta a EFE Mustafá, uno de los cuatro hijos de la familia, en un fluido inglés que aprendió de forma autodidacta en Kabul.
Este joven de 16 años extraña su país, del que se fue «llorando», pero el Afganistán de ahora no es el mismo donde nació y las cosas son ahora mucho más complicadas, especialmente para sus hermanas.
Además de la fuerte hambruna que golpea al país, los talibanes han impuesto de nuevo su agenda fundamentalista con la prohibición, por ejemplo, del acceso a la educación para las mujeres.
Los Jamani huyeron primero a Alemania, pero se trasladaron hace apenas un mes a Estados Unidos, país en el que tienen a otros familiares y donde Mustafá tiene claro que quiere estudiar informática.
Tras terminar con el trajín de muebles y tomar aire, Nasser le da un consejo con la sabiduría que le otorga la experiencia: «La vida aquí no es fácil como la gente cree afuera. Pero todo tiene cosas buenas y malas. Si trabajas fuerte, puedes tener una buena vida».