Encontrarse a un exjefe de Policía antisistema no es algo que ocurra todo los días, pero para el «Jefe» Dan Linskey, exsuperintendente de la Policía de Boston y figura central durante unos días de 2013 que tuvieron a la ciudad atenazada por el miedo, la receta para salir de la situación actual es corregir «el racismo sistémico» que está detrás de la brutalidad policial en Estados Unidos contra la comunidad negra.
Actualmente director de gestión de riesgo en la consultora de seguridad Kroll, afirma que el problema que ha motivado las protestas contra el racismo y la brutalidad policial en todo Estados Unidos tras la muerte, mientras era detenido, de George Floyd, no es exclusivo de algunos departamentos de Policía, sino de toda la sociedad.
«La misma composición de policías racistas se puede encontrar en el resto de la sociedad. Es algo que tenemos que cambiar a todos los niveles con educación y fomento de la tolerancia», explica Linskey, quien en 2013 fue responsable de liderar la respuesta tras los atentados bomba de la maratón de Boston, que acabaron con la vida de tres personas y provocó un despliegue policial sin precedentes en la capital hasta la muerte en una persecución de película de Tamerlan Tsarnaev y la captura de su hermano menor Dzhokhar.
DIFERENTES FÓRMULAS PARA EVITAR ALTERCADOS
«Hay ocasiones en las que la Policía debe intervenir de manera decisiva y con fuerza y hay otras en las que lo mejor es dejar que las cosas sigan su curso para evitar altercados y problemas mayores», señala con relación a las protestas que se han dado en al menos 50 ciudades de todo el país y que se han tornado sumamente violentas.
«No voy a pronunciarme sobre qué Departamento de Policía lo ha hecho mejor o peor, porque cada situación es única y las soluciones no son las mismas para todos. Se están dado situaciones muy complicadas», indica este veterano policía, quien es categórico a la hora de condenar la manera en que se ejecutó el arresto de Floyd, con uno de los agentes arrodillado sobre el cuello de la víctima hasta después de perder la conciencia.
En su opinión, hay claramente operativos violentos dentro de algunas manifestaciones que intentan desestabilizar, crear el caos para sacar réditos de los enfrentamientos, pero al mismo tiempo hay actuaciones, como la de vehículos de patrullas arrollando a manifestantes en Nueva York y Los Ángeles, que no contribuyen a rebajar la tensión.
«La manera en que el vehículo de patrulla (que arrolló a varios manifestantes en Nueva York la noche del sábado) actúa no está en ningún manual o estándar operativo. Si fuera mi responsabilidad ordenaría una investigación inmediata de lo sucedido. Solo en el supuesto de que la vida de los agentes esté en verdadero peligro es algo justificado», señala Linskey.
HABLAR CON LA COMUNIDAD Y TRANSPARENCIA
En cuanto a la situación en Minneapolis (Minnesota), epicentro de la protesta y que lleva tres noches bajo toque de queda, el ex jefe de policía cree que con un rápido contacto con la comunidad y mayor transparencia sobre las acciones contra los policías responsables se podría haber evitado o aminorado la dimensión de la protesta.
«El trabajo tiene que venir de antes, hay que integrarse en la comunidad, comunicarse con ella (…). Desde los disturbios de Ferguson (por la muerte a manos de la policía de un otro hombre negro en 2014) se ha profesionalizado mucho a los agentes en todo el país, como es el caso de la mejora a la hora de tratar a personas con enfermedad mental, que eran víctimas a menudo de brutalidad policial», añade.
«Hay que tener claro que, pese a que se pone en la picota a los cuerpos de Policía, el problema es el racismo sistémico. Ese racismo institucionalizado es el verdadero culpable«, apunta al tiempo que recuerda un incidente que ocurrió curiosamente el mismo día de la muerte de Floyd en el Central Park de Nueva York.
Una mujer blanca que paseaba a su perro llamó a la policía porque, según su versión, un hombre negro que estaba haciendo fotos a pájaros la estaba acosando, cuando en realidad le pidió que pusiera la correa a su perro como marcan las ordenanzas.
«En ese caso, la Policía debe hacer acto de presencia, hacer preguntas y se ve envuelta en una situación de tensión racial que no ha provocado, sino que deriva del racismo en la sociedad», explica Linskey.