Los estudiantes en recuperación por adicciones a drogas y alcohol se reúnen en las escalinatas del auditorio para discutir un tema específico.
Una mañana reciente, hablaron sobre salud mental y sobriedad. Un adolescente vestido con pantalones de corderoy marrón, una sudadera con capucha negra y zapatillas, fue el primero en participar.
“No quería tener… ninguna emoción”, dijo. “Así que pensé que la mejor manera de anularlas sería consumiendo más y más drogas”.
Una estudiante dijo que empezó a consumir drogas por diversión y luego quedó atrapada. Otro estudiante dijo que su adicción afecta negativamente su salud mental.
Otra anunció un próximo hito. “En unos dos días cumpliré seis meses sobria”, dijo, mientras sus compañeros de clase la aplaudían.
Los estudiantes asisten a la única escuela secundaria de recuperación de Colorado, una de las 43 en todo el país.
Estas secundarias están diseñadas para estudiantes que se están recuperando de una adicción, y que también podrían estar lidiando con trastornos de salud mental relacionados. La escuela de Denver abrió sus puertas en 2018 como una escuela autónoma pública que hoy inscribe a más de 100 estudiantes al año.
Una de las que aplaudían y escuchaba apoyando en esa reunión matutina era la estudiante de segundo año Alexis Castillo, de 16 años. Está en recuperación por adicciones al alcohol y al fentanilo. Durante su primer año en la escuela, varios de sus amigos también se matricularon, y al principio les encantó.
Pero después de un tiempo, algunos se fueron y Castillo se desilusionó. Dejó de asistir a clase y no estaba motivada para seguir sus pasos de recuperación.
“Te dan mucha responsabilidad”, dijo. “Eso no era algo que yo quisiera”.
Castillo recayó, y la escuela la ayudó a entrar en rehabilitación. Tres meses después estaba de regreso, sobria y lista para hacer su trabajo.
La misión de la escuela es ayudar a los jóvenes a aprender a vivir una vida libre de drogas mientras reciben una educación.
“Pueden ir a la universidad o hacer una carrera y realmente lidiar con cualquier cosa que les depare la vida”, dijo la doctora Melissa Mouton, fundadora y directora ejecutiva de 5280.
En 2022, casi un tercio de los estudiantes de 12° grado, y uno de cada 5 de 10° grado en EE.UU., informaron haber usado una droga ilegal el año anterior, según una encuesta nacional del proyecto Monitoring the Future realizada por el Centro de Investigación de Encuestas de la Universidad de Michigan.
Esas cifras han disminuido constantemente en los últimos 25 años. Sin embargo, datos de la UCLA muestran que las muertes por sobredosis entre los adolescentes se duplicaron en el primer año de la pandemia, lo que se atribuye principalmente al aumento de la prevalencia de drogas con fentanilo.
La primera escuela secundaria de recuperación se inauguró en Silver Spring, Maryland, en 1979, y en la actualidad, programas similares operan en 21 estados.
En comparación con sus compañeros en las escuelas regulares que han pasado por tratamiento, los estudiantes de secundaria en recuperación tienen una mejor asistencia y es más probable que permanezcan sobrios, y su tasa de graduación es al menos un 21% más alta, según un estudio.
“Para este grupo particular de jóvenes que tienen estos trastornos, esto puede ser un salvavidas”, dijo
John Kelly, director del Instituto de Investigación de Recuperación del Hospital General de Massachusetts. “Puede ayudarlos a crear una norma social de recuperación”.
Para la doctora Sharon Levy, pediatra y especialista en medicina de adicciones del Hospital de Niños de Boston, hay tres componentes para un tratamiento eficaz contra las adicciones. La primera parte es médica, que incluye ver a un doctor, pruebas de detección de drogas y el uso de medicamentos como la buprenorfina para tratar la adicción a los opioides.
El segundo es el apoyo emocional de la consejería para abordar los trastornos de salud mental concurrentes. Y hay un componente de salud conductual que, para los jóvenes, puede incluir escuelas de recuperación.
“Las escuelas de recuperación ofrecen una oportunidad real para el apoyo entre pares y la ayuda mutua de una manera supervisada y estructurada”, dijo Levy.
Estas escuelas a menudo incorporan componentes de tratamiento en el día escolar, actividades como la reunión diaria del programa de recuperación de 5280. Por la tarde, se ofrecen actividades optativas de bienestar como baloncesto y cómo escribir un diario.
Las escuelas de recuperación enfrentan desafíos. La mayoría son escuelas charter o alternativas financiadas con fondos públicos que tienen un costo más alto para educar a los estudiantes que las escuelas tradicionales. Esto se debe a una inscripción más pequeña, la necesidad de personal de recuperación y salud mental, una mayor proporción de profesores por estudiante y otros factores.
La escuela de Denver inscribe a unos 100 estudiantes al año, lo que la convierte en una de las escuelas secundarias de recuperación más grandes del país. Este año, el costo es de aproximadamente 25.000 dólares por estudiante, pero la escuela recibe sólo alrededor de 15.000 de fondos federales, estatales y locales, según Mouton. El dinero restante proviene de donantes.
Dadas las complejas necesidades de los estudiantes, “las escuelas de recuperación siempre serán pequeñas”, dijo.
Reunir a esos estudiantes también puede generar la preocupación de que los estudiantes se estimulan entre sí para seguir consumiendo y recaer, pero eso es un riesgo con cualquier interacción social, apuntó Levy.
“Entonces, si estás en un ambiente donde la recuperación es algo central y la gente está observando, monitoreando y supervisando, creo que eso es útil para muchos niños”, agregó.
La escuela en Denver mantiene la inscripción por debajo de su capacidad de manera deliberada, para que adolescentes adicionales puedan inscribirse en cualquier momento del año escolar. Un estudiante no será expulsado si tiene una recaída, pero hay dos requisitos: debe querer estar sobrio y asistir a un programa de recuperación externo.
“El primer paso es hacerles saber desde el principio, sin importar lo que esté pasando, que los amamos”, dijo Brittany Kitchens, entrenadora de recuperación de la escuela. “Estamos aquí para ellos”.
Kitchens les enseña a los estudiantes cómo navegar la recuperación y controlar sus emociones. Se compara a sí misma con un monitor de pasillo, constantemente revisando a los estudiantes y buscando cambios en el comportamiento.
“Tiendo a ser la primera línea a la que acuden los niños cuando experimentan algo que es demasiado grande para procesar”, dijo.
Algunas de estas dificultades surgen de los traumas que los estudiantes han experimentado, incluido el tráfico sexual y de drogas, y el abandono. También lidian con los traumas que han causado, dijo
Kitchens, quien también está en recuperación, comparte mecanismos de afrontamiento con los estudiantes. “Muchas veces simplemente comienza con, ‘Escucha, respira, inhala por la nariz y exhala por la boca”, explicó.
Alexis ha estado sobria durante casi un año, dijo. Las reuniones matutinas donde ella y sus compañeros hablan sobre salud mental, sobriedad y otros temas son una oportunidad para construir una comunidad de amigos que se apoyan mutuamente, algo que no tenía cuando consumía drogas, contó.
“Es realmente difícil volverse sobrio joven”, dijo.
KHN (Kaiser Health News) es la redacción de KFF (Kaiser Family Foundation), que produce periodismo en profundidad sobre salud. Es uno de los tres principales programas de KFF, una organización sin fines de lucro que analiza la problemática de salud y salud pública de la nación.
Versión original en inglés: http://bit.ly/3UjTtRt