Estados Unidos es uno de los principales países que está luchando con la ausencia del padre. Según la Oficina del Censo de EE. UU., alrededor de 18,4 millones de personas viven sin un padre biológico, padrastro o adoptivo. Para poner esta cifra en perspectiva, significa que 1 de cada 4 niños pasa por la vida sin tener una figura paterna que los guíe, proteja y ame.
Debe declararse un estado de emergencia nacional por la falta de padres que ha alcanzado proporciones epidémicas. El 40% de los estadounidenses se crían sin padres funcionales. Silenciosa e insidiosamente, este enemigo se ha infiltrado en la cultura actual, dejando un camino de destrucción tan ancho como las fronteras de la nación. Las implicaciones sociológicas son asombrosas.
Los hijos sin padre son:
– 5 veces más propensos a suicidarse
-32 veces más probabilidades de huir
– 20 veces más propensos a tener problemas de conducta
– 14 veces más probabilidades de cometer una violación
– 9 veces más probabilidades de abandonar la escuela secundaria
– 20 veces más probabilidades de terminar en prisión
Según Psychology Today, un padre puede estar físicamente presente pero ausente en espíritu.
El impacto de un padre ausente no solo afecta al niño, sino que repercute en toda la familia.
“Un padre puede estar físicamente presente, pero ausente en espíritu”, dice el psicoanalista junguiano Dr. James Hollis. “Su ausencia puede ser literal por muerte, divorcio o disfunción, pero más a menudo es una ausencia simbólica por el silencio y la incapacidad de transmitir lo que quizás tampoco haya adquirido”.
Según el Centro Nacional para la Paternidad, “Más de 20 millones de niños viven en un hogar sin la presencia física de un padre. Millones más tienen papás que están físicamente presentes, pero emocionalmente ausentes. Si se clasificara como una enfermedad, la falta de padre sería una epidemia digna de atención, como una emergencia nacional”.
Esta herida impacta cuatro áreas críticas de nuestras vidas: Nuestra salud física – Nuestra salud emocional -Nuestra relación de salud Nuestra salud social y política.
Los efectos de crecer sin un padre cariñoso y comprometido repercuten de generación en generación y contribuyen a muchos de los problemas más serios que enfrentamos en nuestra sociedad hoy en día.
En su libro, Niños en Crisis de, Warren Farrell y John Gray citan las siguientes estadísticas sobre el impacto negativo de los padres ausentes en sus hijos, particularmente en nuestros hijos.
Los niños con pérdida del padre tienen, a la edad de nueve años, una reducción del 14 % en la longitud de los telómeros cromosómicos, el predictor más confiable de la esperanza de vida. Además, la pérdida de telómeros es un 40% mayor en los niños que en las niñas.
Vivir en un hogar sin padre tiene una mayor correlación con el suicidio entre los adolescentes que cualquier otro factor.
Cada aumento del 1% en la falta de paternidad en un vecindario predice un aumento del 3% en la violencia adolescente.
Entre los jóvenes en prisión, el 85% creció en un hogar sin padre. Las prisiones son centros para jóvenes privados de papá.
La privación de papá aumenta la probabilidad de maternidad adolescente.
Los niños privados de papá buscan estructura y respeto en las pandillas.
Un estudio de los combatientes de ISIS concluyó que casi todos los combatientes masculinos y femeninos tenían en común «algún tipo de síndrome de ‘padre ausente'».
La falta de padre se ha vuelto tan omnipresente en la sociedad que se ha llegado a aceptar como algo normal, pero no lo es. La falta de padres perpetúa el ciclo de padres que producen hijos que pueden estar heridos, que crecen para convertirse o casarse con un hombre herido.
Aunque la ausencia del padre se ha convertido en un problema importante en los EE. UU., este problema va mucho más allá de las fronteras geográficas.