Alimentos y derivados de hidrocarburos han subido de precio desde que se desató la guerra en Ucrania. A medida que se reducen inventarios y se dificultan los suministros, los precios solo apuntan al alza; las exportaciones e importaciones de Rusia y Ucrania resienten las economías latinoamericanas.
Washington, EE.UU. — Los precios de los alimentos han subido en todo el mundo ante la invasión de Rusia a Ucrania, y los países latinoamericanos ya experimentan en diferentes medidas ese impacto.
El efecto de las sanciones contra el país invasor por parte de Estados Unidos, la Unión Europea y otras naciones, así como las dificultades de Ucrania para fletar sus barcos y mantener a flote las cuotas de exportación hacia puertos latinoamericanos han trastocado las dinámicas comerciales.
Gran parte de la región empezó a sentir el efecto de las sanciones contra Rusia en la subida estrepitosa de los precios de hidrocarburos desde hace dos semanas, pero también día tras día sube el valor de los productos importados desde el país agresor.
Expertos explicaron a Voz de América la situación y cómo afectarán esas fluctuaciones este año, cuando el continente encaraba la recuperación después de la pandemia de COVID-19.
El centro de estadísticas del sistema de las Naciones Unidas UN Comtrade, a partir de la turbulencia económica generada por la guerra, compila las cifras de los principales intercambios comerciales entre Latinoamérica y la región en conflicto, en especial con Ucrania.
Estos intercambios tienen diferentes niveles, siendo República Dominicana la nación con el mayor nexo comercial, seguido de Costa Rica, México, Brasil, Perú y Colombia.
Pero también para economías pequeñas, como las de Honduras y Surinam, de menor tamaño, los intercambios con Ucrania son significativos.
Granos básicos para el mundo
En cuanto a cultivos, Ucrania produce el 16% del maíz del mundo, y junto a Rusia son los productores del 29% del trigo que abastece los mercados mundiales. También son los principales productores de semillas de girasol.
Para este año, con las cosechas en riesgos, las restricciones propias de las sanciones contra Rusia y la escalada bélica que no permite la salida de los productos de Ucrania ni facilita los intercambios y cobros retrasados, ese indicador es una alerta roja, dice a la Voz de América el analista Isaac Cohen, ex responsable de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la ONU.
Desde el 25 de febrero, cuando comenzó la invasión rusa contra Ucrania, los precios a futuro del trigo han subido más del 40% y el maíz ha tocado también alto, con más del 16% de aumento, según reflejan los indicadores del mercado.
Esos productos básicos en la dieta de todas las poblaciones ya venían encareciéndose y tocaban los precios más altos en los últimos 10 años, indican los registros de precios.
Y la escalada todavía no incluye la subida del precio del petróleo, que representa ya una proyección hacia arriba en toda la cadena y las líneas de suministros, especialmente para países que dependen al 100% de las importaciones de hidrocarburos, explica Cohen.
“El precio del trigo es el precio del pan. Todas las materias primas han comenzado a subir precisamente como resultado del conflicto y la ansiedad que hay en los mercados (…) el golpe viene por varios lados. Si las materias primas sufren en precios, eso beneficia a los productores, pero perjudica a los consumidores”, comenta el experto.
Desde la ONU ya ven con preocupación la situación que se avecina, en especial porque en diferentes latitudes del mundo se han abierto conflictos y crisis humanitarias que dificultan no solo las respuestas y atención, sino que también con la subida de precios es mucho más caro costear las ayudas.
El director interino del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU, Jordan Teague, comentó en días recientes a VOA que “ya nos enfrentamos a una crisis de hambre a nivel mundial que no hemos visto, al menos en este siglo”.
La guerra de Ucrania presenta una fotografía a mayor escala de otros conflictos que generan hambre, con potencial de arrastrar al planeta entero por las interconexiones comerciales y de abastecimiento de alimentos y otros productos primarios con Rusia y Ucrania, comentó Teague.
Esta guerra se suma al conflicto de Yemen, Sudán del Sur, Afganistán y otras regiones inestables, esto sin considerar las proyecciones negativas a partir del efecto del Cambio Climático.
«Debido a que tenemos experiencia en la cadena de suministro y, durante años, hemos desarrollado estrategias para asegurarnos de que podemos llevar productos básicos a países de difícil acceso en tiempos difíciles, tenemos otras fuentes (…) No me preocupa que el PMA no pueda encontrar trigo o guisantes u otras cosas para las que dependemos de Ucrania. Lo que nos preocupa es lo que nosotros y otros tendremos que pagar por ellos, porque los precios van a subir», pronosticó el director Teague del PMA.
Del lado ruso
Los países latinoamericanos también han ido ampliando, en el entorno de la economía globalizada, los intercambios comerciales con Rusia, que ha sido sancionada por Estados Unidos, la Unión Europea y otros países aliados por la invasión a Ucrania.
Con ello, los mercados latinoamericanos también ven estrecharse cadenas de abastecimiento provenientes de Rusia, en especial productos agroquímicos, metales y algunos minerales provenientes del país euroasiático.
Según el Observatorio de Complejidad Económica (OEC), la región latinoamericana se abastece de 41,1% de productos agroquímicos rusos, un 21,4% de metales y 18% de minerales, además de otros productos de valor agregado. Desde 2019 la región ha importado de Rusia un valor neto anual de 6.830 millones de dólares.
Los países latinoamericanos, en cambio, exportan a Rusia algunas materias primas, productos alimenticios, además de ser puertos de llegada para el turismo ruso y ucraniano, que ha ido en aumento en los últimos años, lo que suma a la balanza de ingresos.
Datos compilados por el Banco Central de República Dominicana indican que encabezó el punto de llegada para turistas rusos y ucranianos en 2021, con 183.700 rusos y 85.912 ucranianos, esto cuando todavía imperaban restricciones por la pandemia.
Este año –a pesar de la tensión- este rubro había comenzado con un buen despegue. Hasta antes del inicio de la guerra, habían visitado la isla 49.215 rusos y 13,749 ucranianos.
Golpes bajos que debilitan
El vicepresidente del Consejo de las Américas (AS/COA), en Washington DC, Eric Farnsworth, comenta a VOA que las alteraciones de precios a escala global -que empiezan por los precios de las energías- predicen grandes dificultades.
Sin embargo, ofrecen hasta el momento cierto aliento a los países exportadores de materias primas, lo que representa cierto estímulo para buena parte de los países sudamericanos.
“Esto puede ser algo positivo, al menos para los productores. Sin embargo, la historia es diferente en el lado del consumidor, particularmente entre aquellos menos capaces de adaptarse a aumentos significativos de precios: los pobres”, comenta Farnsworth, del centro de estudios económicos en la capital estadounidense.
En Ecuador han comenzado a sacar cuentas de cuánto representa para sus finanzas los ingresos de la conexión comercial con Rusia y Ucrania. Fuentes del gobierno ecuatoriano cifran el monto en 1.200 millones de dólares por año en volumen de exportaciones.
Ese monto se reparte en cadenas de producción y empleo como la producción de flores, que hasta antes de la guerra abastecía el mercado en los dos países en guerra. Hoy quedan cuentan pendientes por pagar de las entregas previas al estallido de la guerra y las pérdidas por toneladas de flores que no se han enviado.
La Federación Ecuatoriana de Exportadores (FEDEXPO) considera que el sector de la floricultura es de los más afectados hasta el momento, al tener un volumen de ventas de más del 45% en los mercados ruso y ucraniano, con ingresos de hasta 70 millones de dólares al año.
Con este panorama, el analista Farnsworth dice que los organismos multilaterales, como el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), deben comenzar a trabajar ya en readaptar las líneas de financiamiento para amortiguar el impacto económico en la región.
Ahonda en que esta remecida en la economía mundial llega en momentos en que la región tambaleaba después del efecto de la pandemia de Covid-19, cuando las finanzas públicas de todas las naciones han tenido que reforzar las débiles redes de protección social para hacer frente a la emergencia sanitaria y las consecuencias del impacto económico.
“Las organizaciones multilaterales como el BM y el BID están, por lo tanto, en una buena posición para trabajar con países de la región para facilitar los ajustes fiscales, promover el alivio de la deuda y ofrecer apoyo presupuestario, en particular para aquellas naciones que necesitan asistencia por causas ajenas a su voluntad”, puntualizó.