En los últimos años de su vida, Martin Luther King fue atacado por numerosos críticos, a medida que asumió posiciones morales impopulares en ese momento, como hablar contra la guerra, contra la pobreza, contra las malas prácticas capitalistas y contra el apartheid en Sudáfrica. Su popularidad disminuyó, pues perdió muchos seguidores de larga data; sin embargo, él se mantuvo siempre con los ojos fijos en el objetivo.
En las semanas previas a su asesinato fue criticado en un programa de televisión nacional, donde el presentador reprendió a King por no tener el apoyo de todos los negros con él y sus posiciones morales. El anfitrión preguntó cómo podía avanzar King cuando no tenía a todos los negros de su parte. King le respondió diciendo: “nunca esperé tener a todos los negros conmigo; solo necesito a los negros correctos”.
Todo líder de un movimiento importante sabe que el público y los medios de comunicación quieren el éxito instantáneo, y no comprenden la salvaje montaña rusa en la que la historia puede montar a algunas personas cuando estas quieren lograr cambios importantes.
Hoy en día, demasiados se quedan en el discurso de “yo tengo un sueño”, y no abrazan por igual sus posiciones contrarias a la guerra, a la defensa del obrero y su oposición a la pena de muerte. Algunos quieren un King liviano y fácil de digerir. Queremos olvidar algunas de las dificultades que conllevaba el cambio, sin asumir a la persona completa de aquel a quien queremos honrar.
Cuando King fue asesinado en abril de 1968, yo estaba en mi casa de alquiler en Boulder, donde asistía a la Universidad de Colorado. Allí entonces solo había 10 hispanos, un chicano y unos 30 negros, la mayoría de ellos con becas de atleta.
El grupo de los SDS (Estudiantes por una Sociedad Democrática) vinieron a mi casa para animarme a hablar en una manifestación que tendrían en el campus al mediodía del día siguiente. El líder del SDS llegó a mi casa pocas horas después de que King fuera asesinado.
Yo había estado viendo la cobertura de televisión en Memphis y había estado llorando con rabia, y les respondí que nunca había hablado en una manifestación y que no sabría qué decir. El hermano del SDS me dijo, “bueno, debes saber bastante sobre el racismo” y yo dije que sí. Entonces, dijo que debería hablar sobre el racismo y sobre King. Yo pregunté si esto no podría esperar tres años. ¿Por qué tres años? preguntó. Bueno, porque para entonces ya sería abogado y sabría qué decir. Me miró fijamente y dijo con fuerza esta frase: “La historia no puede esperar”. ¿Qué quieres decir con que ‘la historia no puede esperar’?, pregunté. Él respondió categórico: “King fue asesinado esta noche, y tú deberás hablar mañana”.
Al día siguiente y durante muchas semanas, hablé sobre el racismo, junto con los atletas negros y los miembros del SDS. Fue como cabalgar sobre un caudal de emociones, cuando lideramos las primeras manifestaciones de derechos civiles en ese campus. En pocas semanas logramos que se suprimieran los exámenes de ingreso, obtuvimos programas para estudiantes de minorías, conseguimos que la universidad permitiera que los atletas negros jugaran en la posición de mariscal, y que pudieran salir con chicas de cualquier color sin perder sus becas de estudio. Yo era el único chicano que hablaba en estas manifestaciones, mítines y talleres. Me sorprendió el racismo que expresaron muchos estudiantes tan pronto comenzamos a manifestarnos. Empecé a recibir muchas malas notas en todas mis clases, por lo que abandoné la escuela y no regresé hasta 6 años después, cuando ya había trabajado para el Sindicato de Trabajadores Agrícolas Unidos.
Veinte años después, fui director regional para el sur de Amnistía Internacional y tenía mi oficina en Atlanta. Allí fui a trabajar con la viuda de MLK, Coretta Scott King, el reverendo Joe Lowery, quien en ese entonces era el jefe de la SCLC (Conferencia de Liderazgo Cristiano del Sur), la asociación “Clero Negro Comprometido” y muchas otras. Así pude conocer a Rosa Parks y a muchas otras figuras históricas del Movimiento de Derechos Civiles.
Mi posterior estudio y comprensión de la figura de MLK me hizo admirarlo y quererlo aún más, ahora entendiendo mucho mejor lo que exige ser parte del movimiento de Derechos Civiles y Derechos Humanos. Aprendiendo a hablar en público escuchaba la cadencia y el tono de King y pronto podía hacer una buena imitación de los poderosos recursos de su voz.
Mi discurso favorito de King es “He estado en la cima de la montaña”, que fue su último discurso, pronunciado en Memphis el 3 de abril de 1968 en apoyo a los trabajadores del Servicio Sanitario de Memphis. Todos tendríamos que escuchar este discurso y luego ponernos a trabajar haciendo lo que es justo y correcto.
Esa noche, al terminar su discurso, King dijo: “Bien, no sé qué pasará ahora. Nos esperan algunos días muy difíciles, pero para mí, ahora realmente esto no me importa, porque ya he estado en la cima de la montaña”.
“Como a cualquier otro, también a mí me gustaría vivir una vida larga. La longevidad tiene su valor. Pero eso no me preocupa ahora. Solo quiero hacer la voluntad de Dios. Y Él me permitió subir a la cima. Y he mirado. Y he visto la Tierra Prometida. Puede que yo no llegue allí con ustedes; pero quiero que sepan esta noche que nosotros, como pueblo, ¡llegaremos a la tierra prometida!”
“Y por eso estoy feliz esta noche. No me preocupa nada. No le temo a ningún hombre. ¡Mis ojos han visto la gloria de la llegada del Señor!”