US Senator Kamala Harris waves to the audience during a rally at Texas Southern University Recreational Center in Houston, Texas, USA, 23 March 2019 (reissued 07 November 2020). EFE/EPA/LARRY W. SMITH/File

Marc Arcas

Oakland y Berkeley, las ciudades en las que la vicepresidenta electa de Estados Unidos, Kamala Harris, dio sus primeros pasos, despertaron este sábado de una «larga pesadilla nacional» y comprobaron cómo el resto del país, normalmente receloso de su progresismo, aúpa a una de los suyos a lo más alto.

«Cuando (Richard) Nixon dimitió en el 74, su sustituto, Gerald Ford, dijo en su primer discurso: ‘Compatriotas estadounidenses: nuestra larga pesadilla nacional se ha acabado’. Hoy sentimos lo mismo. La pesadilla nacional de los últimos cuatro años por fin se ha acabado».

Es la reflexión de Dan Wohlfeiler, que respira aliviado tras días de infarto pendiente del escrutinio y agotado después de haber realizado más de 500 llamadas para la campaña de Joe Biden y Kamala Harris al estado clave de Wisconsin. Es un día soleado en Berkeley, ciudad en la que ella fue a la escuela, y Dan atiende a Efe sentado en la tranquilidad de su jardín.

Apenas unas calles más al sur, en la vecina Oakland -donde Harris nació-, la celebración es mucho más movida: la gente se abraza, los músicos tocan en los parques, los autos hacen sonar sus bocinas y el histórico cine Grand Lake anuncia en su letrero: «Esto es América. Cada voto debe ser contado».

EL PROGRESISMO RESPIRA ALIVIADO

Oakland y Berkeley son la cuna de la que será la primera mujer vicepresidenta en los casi 250 años de historia de EE.UU. Una la vio nacer y la otra la vio crecer. Pero Oakland y Berkeley también son las dos ciudades más progresistas de la zona más progresista de uno de los estados más progresistas del país.

Así se entiende cómo los cuatro años de Trump han sido para Oakland y Berkeley de una extrema intensidad emocional, viendo cómo EE.UU. avanzaba en la dirección exactamente opuesta a sus valores; aliviada ahora por lo que supone ver a su hija pródiga al frente del país.

«Que nos represente en la Casa Blanca una mujer negra, con orígenes en la India, progresista, nacida aquí, con los valores de igualdad y salud que tenemos aquí, y con una ética básica es algo que en los últimos cuatro años era imposible de imaginar», se sincera Wohlfeiler.

HARRIS, PROFETA EN SU TIERRA

La que fuera fiscal general de California (2011-2017) es profeta en su propia tierra, y aunque Biden será el presidente, en Oakland y Berkeley las gorras, camisetas y carteles repiten un mismo nombre: Kamala.

Eso sí, también se es consciente de que Harris no lo tendrá fácil para ganarse al resto del país, puesto que trae consigo el bagaje de los tradicionalmente llamados «demócratas de San Francisco», una facción vista en gran parte de EE.UU. como extremista y que despierta temores no solo entre los republicanos, sino también entre parte de los demócratas moderados.

Aun así, para hacerse con la Casa Blanca Biden y Harris han tenido que imponerse en estados como Pensilvania, Arizona y Michigan, donde las victorias demócratas no se sustentan en los valores e ideas de los «demócratas de San Francisco», sino en una versión mucho más moderada.

POCO A POCO Y SIN ASUSTAR

Para Dan, que se ha pasado los últimos meses hablando con votantes de Wisconsin, la estrategia a seguir para que Harris pueda quitarse etiquetas de encima está clara: ir poco a poco y sin asustar a nadie. «Creo que van a ser muy estratégicos para mostrar que no es una persona extremista. La acabarán aceptando».

En las celebraciones espontáneas en torno al lago Merritt de Oakland -epicentro hípster de la ciudad- una cuarentena de personas bailaban al ritmo de hip-hop. Una chica, en pijama y sujetando la correa de su perro y, a su lado, un chico con traje y pajarita.

Orgullosas de ser ciudades «raras», Oakland y Berkeley empiezan hoy a reconstruir puentes emocionales con el resto del país, sabiendo que ahora tendrán a una de los suyos de vicepresidenta.

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