Silvia Casado lleva más de dos décadas en Puerto Rico, el segundo lugar que la acogió en su vida tras verse obligada a huir de Venezuela, país al que había llegado tras salir de Cuba.

Dos décadas después de salir del país que la vio crecer, una mujer nacida en Cuba y criada en Venezuela, narra las circunstancias que la llevaron a ella y su familia a buscar refugio en un territorio de EE. UU.: Puerto Rico.

Silvia Casado nació en La Habana, Cuba, sin embargo, de su vida en la isla recuerda muy poco. A sus dos años, sus padres se vieron obligados a huir del país tras oponerse a la llegada al poder de Fidel Castro en 1959.

“Mi familia se puso en contra porque empezaron a quitarle cosas a la gente. Mi papá tenía una cafetería que había logrado con mucho sacrificio y se la quitaron. Entonces, trató de ver de qué manera luchaba por la libertad de Cuba, por las elecciones libres”, contó Casado a la Voz de América.

Sus esfuerzos, según dijo, fueron seguidos por amenazas y persecución. “No podíamos más, por la vida de mi papá, lo mejor era irnos”, agregó. Así, los padres de Silvia salieron de Cuba hacia México y luego Venezuela, donde “empezó nuestra vida de inmigrante” cerca del año 1963.

Desde la revolución cubana, al menos 1.4 millones de personas han huido de la isla. Según el Instituto de Políticas Migratorias, unos 300.000 de esos cubanos se han relocalizado en países como Venezuela, México, España y otros países latinoamericanos.

En Venezuela, la familia de Casado encontró comunidad. Otros cubanos les ayudaron a establecerse y a sus padres, a conseguir trabajo. Así comenzó su vida en el país que pensó no tendría que dejar.

“Yo no tengo ningún recuerdo de Cuba pero la quiero, porque mis padres me enseñaron a quererla”, dijo Casado, al narrar que en cada día de Navidad era “muy triste” pues “veía a mis padres llorar, recordando las historias en familia”.

Los padres de Casado fallecieron en el país sudamericano, “sin ver a Cuba libre pero con el amor por Venezuela gigantesco”.

La situación de Silvia y su familia cambiaría nuevamente a inicios de 1999, cuando Hugo Chávez llegó al poder en Venezuela con un mensaje socialista. Su agenda prometía utilizar la vasta riqueza petrolera del país para reducir la pobreza y desigualdad. “Los cubanos que estaban en Venezuela comenzaron a escuchar los discursos de Chávez y advertir que se estaba repitiendo la visión de Fidel (Castro)”, contó.

A comienzo de la década del 2000 se comenzaron a registrar en Venezuela las primeras olas migratorias. Según un estudio publicado por el Fondo Monetario Internacional, en su mayoría los migrantes estaban compuestos por personas educadas. Cerca del 2015, Venezuela pasó de ser lugar de acogida para miles de refugiados a ser protagonista de la segunda crisis de desplazamiento más grande, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR)

Datos recientes de UNHCR apuntan a que existen sobre 7.13 millones de venezolanos desplazados en todo el mundo. En EE. UU., hasta el 2021, habían 545.000 migrantes de Venezuela residiendo en el país.

En el caso de Casado, asustada por la inseguridad y tensión política en Venezuela, decidió en 2001 hacer sus maletas y emprender camino hacia Estados Unidos. Pero no hacia el norte, sino de regreso al Caribe: a Puerto Rico.

“Puerto Rico yo lo conocía desde chiquita. Parte de mi familia cubana se vino para acá y a mi me fascinaba. Mi mamá decía que era como Cuba pero más chiquito”, contó Casado. “El puertorriqueño se parece al cubano y al venezolano, es el cariño del Caribe”.

Casado llegó al territorio estadounidense con una visa de turista y, dada su nacionalidad cubana, logró acogerse a la Ley de Ajuste un año después y acceder a la residencia permanente. A consecuencia, pudo tiempo después llevar con ella a su esposo Tomás Sorondo, y a sus dos hijas, Samantha y Sabrina. Desde Puerto Rico, ella se desempeña como publicista y su esposo, diseñador gráfico.

“Yo me siento más que un inmigrante. Yo me siento como un desplazado político”, dijo Sorondo a la VOA. El venezolano de 62 años afirmó que en su país tenía un trabajo, familia, “una vida hecha”. Sin embargo, “el poder que embriaga a políticos” lo obligó a salir con su esposa.

Luego de la salida de Silvia de Venezuela, Sorondo tuvo que quedarse un año más en el país “vendiendo lo que teníamos para poder sacar algún beneficio económico de nuestras cosas”. En ese tiempo, logró compartir con su hermana que tres años después falleció de cáncer en Venezuela. “Yo no pude regresar ni siquiera para el entierro de ella, posteriormente tampoco para el de mi padre”.

Ahora, desde Puerto Rico, Sorondo asegura que “de aquí no voy a ninguna parte. Ni siquiera para Venezuela… Puerto Rico me abrió los brazos, me dio lo que mi país no me dio, me quitó”.

Dada la relación política y territorial de Puerto Rico con EE. UU., la pareja venezolana asegura que es “lo mejor de dos mundos” porque “se vive en democracia, se vive en libertad”.

En Puerto Rico, Silvia conectó con una comunidad de cubanos que como ella, mantienen el activismo por sus países desde el exilio. Junto a ellos, formaron la “Alianza Cubanovenezolana”, bajo la que organizan manifestaciones y reuniones en favor de ambos países.

Desde otras organizaciones como Ayuda Humanitaria de Puerto Rico para Venezuela, Silvia y su familia envía hace más de una década donaciones a su país.

“Yo sí tengo fe en que Venezuela se va a liberar pronto y Dios quiera que Cuba también. Mis dos patrias, pero si no, tú me vas a ver con un bastón protestando”, agregó. “Yo no quiero que esto se convierta en mi tercer exilio porque de verdad amo demasiado a Puerto Rico y aquí me quedo”.

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