La iniciativa de «Guitars for Vets», una ONG cuyo propósito es compartir el poder curativo de la música con los excombatientes, es un bálsamo para los veteranos puertorriqueños, muchos de los cuales soportaron el racismo cuando estaban en el Ejército estadounidense y hoy siguen agraviados con respecto a los que viven en Estados Unidos.
«Tuve siempre discriminación, por no hablar inglés, me trataban bien mal», rememora a EFE Javier Normandía, de 68 años, que luchó en la primera guerra del Golfo Pérsico (1990-1991).
El excombatiente cuenta que, además, al regresar de la guerra tuvo que hacer frente al insomnio y a la depresión, pero que gracias a la iniciativa de «Guitars for Vets» aprendió a tocar la guitarra y consigue distraerse de los recuerdos que le perturban de aquella época.
«Para nosotros es muy importante la prevención del suicidio y la salud mental. Eso es lo que estamos promoviendo a través de la música», explica el salsero Carlos Nevárez, embajador de «Guitars for Vets», que por primera vez organizó este mes de julio un espectáculo musical en el Castillo de San Cristóbal en San Juan.
Actualmente, el 3,1 % (83.641 personas) de la población civil de 18 años o más en Puerto Rico son veteranos, según el Centro Estatal de Datos de la Oficina del Censo de EE. UU.
MENOS BENEFICIOS MÉDICOS EN PUERTO RICO
A sus 44 años, Frankie Pérez, miembro de la organización, denuncia que el plan médico «Tricare» que brinda beneficios para los veteranos estadounidenses y sus familias, no se aplica para los marines que residen en la isla caribeña.
Puerto Rico es desde 1898 territorio estadounidense y, en 1952, se estableció como Estado Libre Asociado. Sus habitantes tienen ciudadanía estadounidense y combaten en su Ejército, pero no cuentan con los mismos derechos que en otros estados de la nación.
«No se puede dejar pasar esta falta de respeto y este robo a nuestros derechos y beneficios adquiridos», dice este veterano, que combatió en Irak y intentó suicidarse en 2008.
Según «Guitars for Vets», más de 1.000.000 de veteranos estadounidenses padecen trastorno de estrés postraumático y, de media, 20 veteranos se suicidan cada día.
La organización, que está presente desde hace 12 años en todos los estados de la nación norteamericana y que llegó a Puerto Rico hace tres años, imparte clases de guitarra a los veteranos de guerra en un curso de 10 semanas y utiliza la música como terapia.
«El alumno debe aprender por lo menos seis acordes, las partes de la guitarra, afinar el instrumento y se les provee un instrumento provisional para que puedan practicar; y al final del curso, se les regala una guitarra», precisa Nevárez.
Mientras suena de fondo la música del evento, a sus 81 años, Reymond Mirá afirma a EFE que él consiguió transformar el racismo sufrido en la Armada en «algo positivo».
«La gente me decía: ‘No puedes hacer tal cosa por tu color, por tu grupo étnico’. Me hice piloto, ingeniero y corredor de la bolsa de valores. Me miraba en el espejo y pensaba que el capitán de mi destino soy yo», asevera sobre su lucha quijotesca.
«NOSOTRAS PODÍAMOS»
Por su parte, la excombatiente Maribel Medina, oriunda de Canóvanas, en el norte de Puerto Rico, describe que su experiencia como mujer puertorriqueña en el Ejército de EE. UU. fue complicada porque tuvo que demostrar constantemente que era capaz de realizar el mismo trabajo que sus compañeros hombres y blancos.
«Nosotras como mujeres tuvimos que sembrar nuestra fuerza de que nosotras podíamos hacer el mismo trabajo que realizan los hombres y yo fui a Irak», rememora Medina sobre su estancia de un año y cuatro meses en ese país.
El racismo ha formado parte del Ejército de EE. UU., pese a que en 1948 el presidente Harry S. Truman ordenó que no se discriminara por raza o color de piel.
Más de 1.225 puertorriqueños murieron mientras servían a EE. UU. en la primera y la segunda Guerra Mundial, en Vietnam, Corea, Irak, Afganistán y en el Golfo Pérsico, según datos del Departamento de Defensa estadounidense.
El 65.º de Infantería, conocidos como los Borinqueneers, fueron los 61.000 puertorriqueños que combatieron en la guerra de Corea en 1950-1953, y de ellos murieron 732.
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