Mucho antes de que un francotirador disparara e hiriera al expresidente Donald Trump, la violencia política ya había sacudido a Estados Unidos.
Varios congresistas han sido baleados. El personal de un legislador de Virginia fue atacado con un bate de béisbol. En Louisville, una bala rozó el suéter del alcalde luego de que alguien irrumpiera en su oficina de campaña. Alguien colocó un dispositivo de seguimiento en el vehículo de la alcaldesa de Reno. Funcionarios de Carolina del Sur recibieron amenazas de muerte relacionadas con una planta de paneles solares. Y en las afueras de Buffalo, un hombre arrojó una bomba casera falsa por la ventana de la casa de una candidata a secretario del condado, con un mensaje en el que se leía: “Si no abandonas esta contienda, la próxima bomba será real”.
“Hay gente que se me ha acercado y me ha dicho: ‘Me planteé postularme a las elecciones municipales, pero no podía imaginarme a mi familia pasando por lo que tú pasaste, así que decidí no hacerlo’”, dijo Melissa Hartman, quien fue el blanco de la bomba casera y se postuló como candidata a secretaria del condado después de haber fungido como supervisora municipal en Eden.
El atentado contra la vida de Trump fue el último y más sorprendente ejemplo de la violencia y del acoso político que se vive cíclicamente en todo Estados Unidos, sacudiendo los cimientos de la democracia y causando gran consternación por el deterioro del ambiente a medida que se acerca el día de las elecciones. Trump y el presidente Joe Biden hicieron sendos llamados a la unidad tras el tiroteo, y el presidente dijo a la nación: “No podemos permitir que se normalice la violencia”.
El partidismo intenso, salpicado por la violencia, ha sido durante mucho tiempo parte de la política estadounidense. En 1798, congresistas de partidos opuestos se pelearon en la Cámara de Representantes, golpeándose con un bastón y unas pinzas para chimeneas. Cuatro presidentes de Estados Unidos han sido asesinados, y otros presidentes y candidatos han resultado heridos o han sido el blanco de atentados. Pero el ataque a Trump evocó recuerdos de incidentes más recientes.
La representante demócrata Gabby Giffords resultó herida en un tiroteo en 2011 afuera de un supermercado en Arizona. Al representante republicano Steve Scalise, quien actualmente lidera la mayoría en la Cámara de Representantes, le dispararon en 2017 mientras entrenaba para un partido de béisbol benéfico. La gobernadora demócrata de Michigan, Gretchen Whitmer, fue objeto de un plan de secuestro frustrado que fue descubierto en 2020.
Incluso después de que la insurrección del 6 de enero de 2021 en el Capitolio conmocionara al mundo, la violencia política continuó.
En 2022, un hombre golpeó con un martillo al esposo de la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, en su casa de San Francisco. El año pasado, un hombre con antecedentes de enfermedad mental acudió a la oficina del representante demócrata Gerry Connolly, en el distrito de Fairfax, Virginia, con un bate de béisbol. Connolly no se encontraba allí, pero el hombre atacó a dos empleados.
Y hay docenas de historias de funcionarios políticos mucho menos conocidos, como Hartman.
Hartman perdió la elección por la secretaría del condado y no ha vuelto a postularse a las elecciones en su localidad, de 7.700 habitantes. El hombre que lanzó la bomba casera falsa se declaró culpable. Hartman dijo que un vecino le pagó para que lo hiciera, y dos años después sigue sintiéndose insegura.
En el condado de York, Carolina del Sur, la presidenta del consejo del condado, Christi Cox, dijo que, tras el atentado contra Trump, se sintió obligada a hablar de una carta que había recibido recientemente. Había enviado a sus hijos a recoger el correo y la leyó mientras estaban cerca: amenazaban con matarla a menos que impidiera que un fabricante de paneles solares construyera una planta de 150 millones de dólares que recibía incentivos aprobados por el consejo. Cox es republicana; otra carta con la que amenazaban a la única demócrata del consejo llegó a las oficinas del condado.
“Nuestro país se encuentra en una coyuntura muy peligrosa y oscura en este momento, y siento que algo de eso se está extendiendo a nuestra comunidad”, dijo en la reunión del consejo del lunes. “El nivel de ira, odio, mentiras, acusaciones, alarmismo… está fuera de control”.
En Reno, Nevada, un movimiento de extrema derecha ha puesto en la mira a los políticos locales. La alcaldesa de Reno, Hillary Schieve, no sabe si alguien de ese movimiento mandó a colocar el dispositivo de seguimiento en su vehículo, e intenta evitar ir sola a lugares públicos.
“Creo que la gente olvida que somos seres humanos”, afirma.
En Louisville, Kentucky, en 2022, un hombre irrumpió en la sede de campaña del alcalde Craig Greenberg y disparó. Una bala rozó su suéter. El personal resultó ileso.
“El atroz acto del sábado no ha traído nada bueno”, declaró Greenberg el lunes. “Pero esperemos que por fin nos haga reaccionar”.
El senador estatal de Michigan Jeremy Moss calificó el intento de asesinato como un momento para “reevaluar”. Moss, quien es judío y homosexual, fue objeto de amenazas personales a través de los años, incluida una de un hombre acusado de utilizar las redes sociales para amenazar de muerte a funcionarios judíos.
“Espero que este sea un momento en el que todos nosotros, en ambos extremos del espectro político, podamos decir que nos salvamos de esa bala que esquivó el presidente Trump”, dijo Moss.
El ataque se produjo un día después de que los gobernadores, en una reunión de la Asociación Nacional de Gobernadores en Salt Lake City, se comprometieran a colaborar en comunicaciones conjuntas sobre temas de interés para la comunidad y otras campañas para demostrarles a los votantes que pueden llevarse bien con sus rivales políticos. “Si no hacemos esa labor, no hay nada que garantice que no sigamos despedazándonos”, dijo el presidente saliente de la asociación, el gobernador republicano de Utah, Spencer Cox.
“Podemos discrepar sin odiarnos”, dijo.
Para destensar el clima político será necesario tanto un cambio en los mensajes de las cúpulas como la voluntad de los votantes de base de acercarse a quienes no están de acuerdo con ellos, señaló Austin Doctor, del Centro Nacional de Innovación, Tecnología y Educación contra el Terrorismo.
“Hace falta mucho trabajo y un compromiso constante con los valores de la democracia”, afirmó Doctor. “La pregunta que tenemos que seguir haciéndonos es: ¿Cómo salimos de este círculo vicioso?”.
En Oklahoma, Pat McFerron, encuestador y consultor del Partido Republicano, dijo que en las primarias cerradas en distritos seguros (primarias en que los votantes deben declarar su afiliación a un partido antes de las primarias y sólo pueden votar en las primarias de ese partido), los candidatos son más propensos a utilizar una retórica extrema. McFerron argumenta que en unas primarias abiertas (aquéllas en que los votantes pueden votar en las primarias del partido de su elección, independientemente de su propia afiliación partidista), los candidatos se moderarían.
“La mayoría de los candidatos que conozco, en el fondo, son personas que quieren marcar la diferencia, que prefieren un entorno que busque el consenso”, dijo McFerron. “Si quieres tener éxito, tienes que jugar el juego que tienes enfrente”.
Algunos republicanos —entre ellos el candidato a la vicepresidencia JD Vance— culparon a Biden y a otros demócratas por retratar a Trump como una amenaza para la democracia. En Facebook, el vicegobernador republicano de Alabama, Will Ainsworth, responsabilizó a “la izquierda radical” y dijo que su agenda ataca al cristianismo y es “la encarnación del mal”.
Las redes sociales han contribuido a exacerbar las amenazas. En una encuesta realizada en 2021 a 112 funcionarios públicos, la Liga Nacional de Ciudades descubrió que la inmensa mayoría —aproximadamente 4 de cada 5— sufría acoso, amenazas o violencia. La mayoría lo sufrió a través de las redes sociales y más de la mitad en reuniones públicas.
Las amenazas de violencia se amplificaron a partir de 2020 con la pandemia de coronavirus, cuando las autoridades de salud impusieron restricciones. La directora de salud del estado de Ohio dimitió luego de que manifestantes armados acudieran a su casa, y la directora de salud del condado de Orange, California, renunció tras semanas de críticas y amenazas luego de que impusiera el uso obligatorio de cubrebocas en lugares públicos.
Y la falsa narrativa de Trump de que hubo fraude en las elecciones de 2020 ha generado amenazas contra los funcionarios electorales locales, haciendo que algunos se sientan miserables o lo suficientemente ansiosos como para renunciar. Muchos siguen de cerca las próximas elecciones.
«Es difícil imaginar que no haya una jurisdicción electoral en el país que no se encuentre ahora en alerta máxima por la posibilidad de violencia política en las elecciones de 2024», dijo David Levine, exfuncionario electoral local en Idaho.
Hanna reportó desde Topeka, Kansas; Mulvihill, desde Cherry Hill, Nueva Jersey, y Collins desde Columbia, Carolina del Sur. Los periodistas de The Associated Press Christina Almeida Cassidy en Atlanta; Joey Cappelletti en Lansing, Michigan; Hannah Schoenbaum en Salt Lake City; Matthew Barakat en Springfield, Virginia; Bill Barrow en Milwaukee; Dylan Lovan en Louisville, Kentucky; y Gabe Stern en Carson City, Nevada, contribuyeron a este despacho.