Las latinas y las inmigrantes están sobrerrepresentadas en la fuerza laboral mal remunerada, según un estudio del National Women Law Center, que insiste en que «tener un empleo no es garantía de tener ingresos suficientes para llegar a fin de mes».
A pesar de no ser mayoría en el mercado laboral de Estados Unidos, las mujeres representan el 64,1 % de las personas con los 40 empleos peor pagados en el país, un indicador que en el caso de las latinas y las inmigrantes es «especialmente grave», revela un informe del National Women´s Law Center (NWLC en inglés).
«A nivel nacional, las mujeres son cerca de dos de cada tres de estos trabajadores mal remunerados, y representan 13,4 millones de trabajadoras del total de 21 millones» de personas en todo EE. UU. en este tipo de empleos, dijo a la Voz de América la experta en Justicia Laboral del NWLC, Diana Ramírez.
Las latinas, un 8 % de la fuerza laboral total del país, representan un 15,9 % en estos trabajos mal remunerados, «aproximadamente el doble de su participación respectiva en la fuerza laboral general, lo que significa que están muy sobrerrepresentadas en los empleos peor pagados», subrayó Ramírez.
Las mujeres nacidas fuera de EE. UU. representan el 14,7 % de los trabajadores con bajos salarios.
El informe de la oenegé con sede en Washington se apoya en datos oficiales de 2021, que arrojan índices preocupantes para la comunidad latina y de color en EE. UU.
Para el NWLC, estas cifras «ponen de manifiesto lo que una tasa baja de desempleo suele ocultar: en ausencia de reformas estructurales que permitan prosperar a todos los trabajadores, tener un empleo no es garantía de tener ingresos suficientes para llegar a fin de mes».
Un sector en desventaja
«Más de la mitad de las madres latinas (52,2 %) que trabajan a tiempo completo en empleos mal remunerados vivían en la pobreza», precisó Ramírez.
Lo mismo sucede con casi 4 de cada 10 mujeres (38,9 %) de la comunidad hispana en EE. UU., las cuales a pesar de trabajar jornadas completas mantienen ingresos familiares «por debajo del doble del nivel de pobreza».
Entre los empleos peor pagados, que remuneran menos de 15 dólares la hora, se incluyen los cajeros, los trabajadores de cuidado infantil, trabajadores minoristas, recepcionistas de hoteles y moteles, lavaplatos, trabajadores de lavandería y tintorería, conductores de autobuses escolares, asistentes de salud en el hogar, peluqueros, entre otros.
Para Brenda Torres, una mexicana de 32 años residente en Texas, es difícil encontrar un trabajo que le permita cuidar de sus dos hijos y su esposo discapacitado. Las tres horas y media que trabaja al día como asistente de salud en el hogar, a razón de 10 dólares la hora, no son suficiente ingreso, sobre todo si se tiene en cuenta la importancia de la labor que realiza.
«Yo entro a las 8 de la mañana, y trabajo tendiendo la cama, limpiando la casa, también baño a la persona, preparo el almuerzo y dejo la comida del mediodía lista (…) Hay muchas mujeres que no podemos trabajar porque tenemos niños chiquitos, y yo pienso que las horas que trabajamos, si me pagaran más, nos ayudaría un poquito más en lo que traemos a casa», dijo a la VOA.
De acuerdo con el informe del NWLC, las latinas jóvenes y las madres como Torres están en severa desventaja con respecto al resto, y sobre todo si se les compara con los hombres. En contraste con sus contrapartes masculinos en empleos mal remunerados, las mujeres cobran solo 83 centavos por cada dólar que perciben sus homólogos hombres.
«Las madres y jóvenes latinas van a perder mucho dinero a lo largo de su vida. La brecha salarial para las latinas es de más de 1 millón de dólares a lo largo de su vida. Eso es su fondo de retiro, la universidad de sus hijos, un ahorro para emergencias», afirmó Ramírez.
Para la experta en Justicia Laboral del NWLC, «el no poder contar con este dinero afecta a las futuras generaciones» debido a que estas mujeres no alcanzan la verdadera independencia financiera y dependerán de sus hijos para que las ayuden «con dinero, cuidado, etc. cuando estén mayores».
«Esos hijos no van a poder ahorrar para la próxima generación. Los trabajos mal remunerados atrapan a muchas generaciones en la pobreza», advirtió Ramírez.
El NWLC junto a otras organizaciones están abogando por leyes más equitativas para apoyar a estos sectores, dijo por su parte Diana Ramírez.
Entre las acciones en las que está involucrado el Centro se incluyen peticiones al Congreso de EE. UU. para aumentar el salario mínimo a 17 dólares la hora, incluso a aquellos que reciben propinas.
«Abogamos por el Paycheck Fairness Act para que empleadores anuncien los salarios, y por Fair Work Schedules para que las familias puedan contar con ciertas horas de trabajo y puedan planear sus vidas con tiempo y de acuerdo a un horario justo», precisó Ramírez.
Ayuda, pero no la suficiente
La pandemia de COVID-19 cambió drásticamente la vida de millones de personas en el planeta, pero nunca el golpe fue tan duro como para las personas en empleos considerados de primera línea, entre ellos los asistentes de atención médica a domicilio, cajeros de supermercados y cuidadores infantiles que atendían a los hijos de los trabajadores de salud y de primeros auxilios.
A pesar de ser determinadas como «esenciales», estos trabajadores continuaron sin un salario decente ni beneficios básicos. La Ley del Plan de Rescate Estadounidense (ARPA en inglés), firmada por el presidente Joe Biden en marzo de 2021, sirvió como un plan de rescate que proporcionó un alivio a sectores como el de cuidado infantil en la medida que proporcionó fondos para aumentar los salarios.
Sin embargo, esta ayuda es temporal y se acabará cuando termine el año fiscal el próximo 30 de septiembre.
Una de las beneficiadas con este alivio fue Sandra Ibarra, una mexicana de 46 años que tuvo que cambiar su profesión de contadora por la de maestra a su llegada al estado de Nuevo México, en EE. UU., desde su natal Chihuahua.
«Es una cosa tan hermosa trabajar con pequeños, te cambia la vida y cambió mi perspectiva», aseguró a la VOA Ibarra, quien a la vez insiste en que es «muy triste» de que una profesión tan importante como la suya esté entre las peores pagadas, «no solo en México, sino en EE. UU., siendo este un país de primer nivel».
Cuando comenzó a trabajar, Ibarra ganaba 13 dólares la hora. Por su labor liderando a las demás maestras, en la planeación de comidas, «incluso ya hasta estaba haciendo la contabilidad y prácticamente lo que hacía un director», le aumentaron de dólar en dólar hasta llegar a los 16.
Los tres dólares de la ayuda por ARPA le aumentaban el salario hasta los 19 dólares, sin embargo, ese incremento terminará este mes.
Cuando solicitó quedarse con el mismo ingreso, en el centro en el que trabajaba le dijeron que no podían continuar pagándole lo mismo y tendría que volver a ganar 16 dólares.
Ibarra decidió cambiar de trabajo y continuar como maestra de prescolar en otra escuela por 20 dólares la hora, aunque -según explicó- el nuevo puesto implica «muchísimo trabajo» que siempre tiene que continuar en casa.
«Hasta la fecha no me alcanza el tiempo y platicando con las demás maestras de pre-K siempre todas me dicen es que este trabajo te lo tienes que llevar a tu casa (…) Entonces realmente no estoy trabajando mis 40 horas por semana, estoy trabajando muchísimo más porque estoy trabajando en mi casa y ese tiempo no me lo van a pagar», advierte.
Para la maestra mexicana es muy injusto que las mujeres lleven el peor peso de estos trabajos mal remunerados. «Es malísimo porque sientes este rechazo o esta discriminación que por el solo hecho de ser mujer, el hecho de ser latina o afroamericana y llegues a ser discriminado y no te paguen un salario justo», agregó.
«Las maestras no estamos pidiendo algo que no corresponda, solo estamos pidiendo un salario justo», concluyó.