Sara Young empacó una maleta con artículos esenciales, agarró a sus hijos y huyó de su hogar a un refugio: una casa vieja pintada de verde, camuflada en un vecindario en esta ciudad del suroeste de Montana.
La casa no parecía un refugio para víctimas de violencia doméstica; estaba escondida a simple vista. Young no podía darle la dirección a nadie. La clandestinidad le daba una sensación de seguridad. Pero para su compañera de cuarto, una madre joven, era difícil cuidar a su bebé sin su familia allí para ayudarla.
Algunas residentes no podían ir a trabajar porque no tenían auto. Varias intentaban escaparse a la noche para alejarse por un momento de los toques de queda, las ventanas cerradas y los sistemas de seguridad.
“Estábamos ahí porque necesitábamos estar protegidas”, dijo Young. “Para mí, era un lugar cómodo. Para otras, era como estar en una prisión”.
Por mucho tiempo, el estándar para este tipo de refugios, también llamados casas de acogida, ha sido alojar a las víctimas de violencia doméstica en casas ocultas con direcciones secretas.
Este modelo surge de la idea de que la clandestinidad protege a las sobrevivientes de sus abusadores. Pero los directores de estos refugios han dicho que cada vez es más difícil mantener ocultas las ubicaciones, y que esta estrategia puede aislar a las víctimas.
Ahora, algunos refugios están transicionando a un modelo abierto. Esta primavera, Haven, una organización sin fines de lucro de Bozeman, terminó la construcción de un campus que reemplazó a la casa verde, ubicado a minutos de una carretera principal que conduce a la ciudad. El nombre de la organización está escrito en letras llamativas al costado del nuevo edificio.
Hay espacio para un jardín comunitario, clases de yoga y un lugar para que las residentes reciban a sus amigos. Está a poca distancia a pie de supermercados y una escuela primaria, y bordea un parque urbano que es ideal para pasear perros o pescar.
Erica Coyle, directora ejecutiva de Haven, dijo que por muchos años el antiguo refugio de la organización fue un secreto no tan secreto en la ciudad de más de 54,000 personas.
“Nuestro trabajo no es rescatar a un sobreviviente y mantenerlo escondido”, dijo Coyle. “Lo que debemos estar haciendo, como comunidades y como movimiento social, es escuchar a los sobrevivientes cuando nos dicen: ‘El aislamiento de los refugios es un gran obstáculo para mí’”.
Estos cambios en el modelo de los refugios para víctimas de violencia doméstica se están expandiendo por todo el país. En los últimos años, organizaciones en Utah y Colorado construyeron refugios públicos que proveen recursos in situ, como servicios legales.
Una organización de asistencia a víctimas en la ciudad de Nueva York ha pasado años sentando las bases para crear refugios que permitan a los residentes invitar a amigos y familiares.
Los estados rurales, como Montana, parecen estar adoptando el modelo de los refugios abiertos más rápido que las zonas urbanas. Kelsen Young, directora ejecutiva de la organización Montana Coalition Against Domestic and Sexual Violence, explicó que es mucho más difícil mantener un lugar secreto en pequeños pueblos donde todos se conocen.
Los refugios de Missoula y Helena adoptaron el modelo abierto hace años y, según Young, ya están en marcha planes para hacer lo mismo en otras ciudades.
Gina Boesdorfer, directora ejecutiva del Friendship Center en Helena, dijo que los refugios ocultos obligan a las sobrevivientes a permanecer escondidas en vez de apoyarlos en sus propias comunidades y permitir que sigan sus rutinas cotidianas.
“Demuestra claramente la falta de sistemas de apoyo y recursos en las comunidades”, dijo Boesdorfer. “[Los refugios ocultos] siguen colocando la carga en las víctimas y no en los abusadores”.
No hay un registro de cuántos refugios han adoptado el modelo abierto. Lisa Goodman, psicóloga y profesora del Boston College que estudia cómo mejorar los sistemas de apoyo para sobrevivientes de violencia, dijo que la definición de «abierto» en referencia a los refugios varía.
Algunos simplemente dejaron de tratar de ocultar sus direcciones, permitiendo a los residentes obtener transporte para ir a trabajar mientras otros espacios están fuera de los límites. Otros refugios permiten a los residentes recibir visitas u ofrecen espacios comunitarios para reuniones.
“Tal como solía ser el movimiento contra la violencia doméstica, [estos cambios] están empezando desde abajo”, dijo Goodman.
Los primeros refugios fueron establecidos por mujeres que acogían a otras mujeres en sus casas. A partir de la década de 1970, se empezaron a construir refugios bajo el supuesto de que los lugares secretos eran más seguros.
Pero a medida que fueron creciendo para alojar a más personas, los refugios ocultos se volvieron cada vez menos prácticos, ya que muchas sobrevivientes trabajan y tienen hijos que van a la escuela. Por no mencionar el desafío que presentan los avances tecnológicos que permiten rastrear la ubicación de un teléfono celular por GPS, por ejemplo.
Goodman dijo que no existe un registro nacional de refugios que estén considerando el modelo abierto. Cada refugio debe tomar en cuenta preguntas importantes, incluyendo cómo evaluar a las visitas para asegurarse de que no sean una amenaza; cómo proteger a una sobreviviente cuyo abusador todavía anda suelto, y cómo mantener un equilibrio entre la independencia y la privacidad de las que quieren mantenerla.
Pero después de décadas de valorar la clandestinidad, salir a la luz pública no siempre es fácil.
En 2021, un refugio anteriormente escondido en el valle de Vail de Colorado — un grupo de pueblos rurales ocultos entre las mejores estaciones de esquí del mundo — abrió una nueva sede. La propiedad comprende pequeños apartamentos y servicios que ofrecen recursos para la salud mental, asistencia legal y ayuda con asuntos de vivienda, para residentes y no residentes.
Sheri Mintz, directora ejecutiva de Bright Future Foundation, propietaria del refugio, dijo que tomó tiempo lograr que la gente aceptara el nuevo modelo. Algunos activistas en contra de la violencia doméstica temían que la transición pusiera en riesgo la seguridad de las sobrevivientes.
Respondiendo a estas preocupaciones, la organización actualizó el sistema de seguridad del nuevo refugio. Se hicieron recorridos de las instalaciones con policías para verificar que el lugar fuera seguro y crear planes de respuesta en caso de cualquier problemas de seguridad.
“Hasta ahora, no hemos tenido ningún incidente grave”, dijo Mintz. “Siempre hemos tenido clientes que pueden ser víctimas de acoso. No veo que eso haya aumentado o cambiado de alguna manera desde que estamos en este refugio público”.
En la ciudad de Nueva York, Olga Rodríguez-Vidal, vicepresidenta de refugios para víctimas de violencia doméstica de Safe Horizon, dijo que su organización todavía está trabajando para que sus patrocinadores apoyen el modelo abierto.
Los directores de Safe Horizon quieren tener una combinación de viviendas de emergencia privadas para las personas que están saliendo de una crisis y otras opciones para los que estén en alojamientos provisionales y quieran recibir visitas.
“Esto es muy nuevo e innovador y tal vez nos da un poco de miedo”, dijo Rodríguez-Vidal.
En Bozeman, Haven tiene dos edificios en su nuevo campus. El primero es un centro de recursos con oficinas para empleados, servicios para clientes y espacio para eventos comunitarios. Hay cámaras conectadas a un sistema de seguridad que pueden identificar las placas de abusadores conocidos, y hay controles de seguridad con cada visitante.
El nuevo sitio permite tener sistemas de seguridad mucho más avanzados que los que se podían usar cuando la organización estaba tratando de “camuflarse” en el vecindario, dijo Coyle.
Por dentro, el edificio está diseñado para que las personas que han experimentado traumas se sientan seguras. Cada ventana tiene una vista de lo que serán los jardines de la propiedad. Una parte del edificio incluye salas de terapia para adultos. Una de ellas tiene una vista a la sala de juegos para niños, así los padres pueden recibir ayuda sabiendo que sus hijos están a salvo.
La vivienda de Haven, a poca distancia a pie del centro principal, está fuera del alcance de personas que no trabajan o residen allí, lo cual permite mantener la privacidad de los residentes. Las sobrevivientes eligen cuándo y si quieren participar en eventos organizados en el edificio de al lado. El sendero de entrada a la vivienda de las residentes está cercado y es privado.
Sara Young es una de las sobrevivientes que opinó sobre el diseño del nuevo refugio de Haven y dijo que en general está contenta con los cambios. Le alegra que los residentes tendrán más espacio que el que ella tenía en su refugio, y que habrá más acceso a los distintos servicios que ofrece la organización.
Pero a Young no termina de convencerle la idea de un refugio público. En el refugio que la acogió, se sentía segura sabiendo que la dirección no era pública y que su ex no la conseguiría. Le gustaba que los vecinos del refugio no sabían por qué estaba allí; no quería sentirse juzgada por haber estado en una relación abusiva.
Pero Young reconoce que el hecho de tener una dirección pública no la habría disuadido de alojarse en el refugio.
“Estaba desesperada, estoy segura de que habría ido igual”, dijo Young, y agregó que no tendría la estabilidad que siente hoy en día sin el apoyo y la ayuda que recibió en el refugio. “Pero no quería que nadie lo supiera”.
Por otra parte, dijo Young, tal vez el modelo del refugio público contribuya a reducir el estigma que ella temía y ayude a que más personas entiendan que cualquier persona puede encontrarse en una relación abusiva, y qué hacer en esos casos.
Young estará pendiente de cómo el modelo sigue desarrollándose.
KHN (Kaiser Health News) es la redacción de KFF (Kaiser Family Foundation), que produce periodismo en profundidad sobre salud. Es uno de los tres principales programas de KFF, una organización sin fines de lucro que analiza la problemática de salud y salud pública de la nación.