Una investigación ha descubierto en una isla de Puerto Rico la evidencia más antigua de consumo de vino detectada en América y ha concluido asimismo que las tradiciones culinarias de los indígenas puertorriqueños perduraron tras la llegada de los colonos europeos.
Así lo determinó el reciente estudio piloto de arqueología «Pruebas moleculares de nuevas formas de alimentación en el Caribe colonial temprano», publicado en la revista Archaeological and Anthropological Sciences.
«Hemos hallado restos de vino en un tarro de aceitunas español muy antiguo, que constituye la evidencia más antigua de consumo de vino en América detectada hasta la fecha», explicó a EFE la directora del análisis científico, Lisa Briggs.
Los investigadores analizaron durante un año y medio los residuos orgánicos de 40 vasijas de cerámica de principios del periodo colonial (entre finales del siglo XV y principios del XVI) halladas en la isla de Mona, una reserva natural situada al oeste de Puerto Rico.
«La detección de residuos de vino en uno de los recipientes analizados es importante por dos razones: es la primera evidencia molecular de vino en América hasta la fecha y el descubrimiento del tarro de aceitunas español dentro de una cueva plantea la posibilidad de que en la isla se consumiera vino importado», apuntó el estudio.
Los arqueólogos destacan la relevancia del hallazgo porque ya sea «si lo consumían los europeos como la población indígena, se trata de una prueba directa de la importación de vino europeo a una pequeña isla del Caribe».
La investigación se realizó para esclarecer los aspectos del intercambio cultural entre las poblaciones indígenas y las primeras generaciones de colonos en las Antillas Mayores.
Briggs explicó que «a pesar de los cambios en la cultura material, parece que las tradiciones culinarias siguieron siendo las mismas» ya que «los alimentos de tipo europeo simplemente no eran sostenibles en el clima y la ubicación de la isla de Mona».
«Los alimentos que comía la población local crecían mejor en la zona, eran locales (no importados) y por tanto ofrecían abundancia y amplias fuentes de nutrición», concretó Briggs, arqueóloga del Instituto Forense de Cranfield, en Reino Unido.
Los objetos de cerámica representan más del 90 % del material cultural recuperado en los yacimientos arqueológicos del Caribe, según el estudio.
Asimismo, Briggs afirmó que «la tradición de cocinar plantas en cerámica para acompañar a las proteínas perduró, al igual que el procesamiento y el consumo de mandioca».
«Aunque existen pruebas zooarqueológicas de la presencia de huesos de vaca y cerdo, sólo encontramos pruebas limitadas», apuntó la arqueóloga, agregando que encontraron muchas «espinas de pescado en el yacimiento».
Una de las conclusiones que se obtienen del estudio piloto es que los indígenas se alimentaban de animales locales como las iguanas, los cangrejos o los manatíes que cocinaban asados en espetón, en fosa o en barbacoa.
«Las tradiciones locales de comida y bebida merecen una mayor atención, ya que son fascinantes y pueden inspirar formas más sostenibles de alimentarse en el futuro», concluyó Briggs.