San Juan, Puerto Rico.– La comunidad afrodescendiente sigue sufriendo discriminación y baja representación en Puerto Rico, donde los avances no han logrado aún erradicar el racismo 150 años después de la abolición de la esclavitud por parte de España.
La isla caribeña celebra este miércoles el Día de la Emancipación, que conmemora la decisión del 22 de marzo de 1873 de la Asamblea Nacional de la recién estrenada Primera República de España de poner fin a casi cuatro siglos de esclavitud.
«Aunque se celebra la abolición de la esclavitud, eso no ha significado que se ha erradicado el racismo, por tanto el asunto racial sigue tomando importancia en la discusión de nuestras comunidades afrodescendientes», asegura a EFE Maricruz Rivera Clemente, cofundadora del Corredor Afro en Piñones, en el norte de Puerto Rico.
Rivera Clemente explica que una de las manifestaciones del racismo en la isla es «esa falta o poca representación en todos los renglones de la sociedad puertorriqueña», desde los cargos públicos, las posiciones de poder a los medios de comunicación.
Es tan evidente este problema social que en agosto de 2021 se promulgó la Ley 24, que designa estas fechas como la «Semana para la Erradicación del Racismo y Afirmación de la Afrodescendencia» y reconoce que «las personas afrodescendientes en Puerto Rico enfrentan todavía trato despectivo, privación de oportunidades, marginación, exclusión y toda clase de discriminación».
NEGACIÓN DE IDENTIDAD
Este racismo ha provocado que parte de la población afrodescendiente de Puerto Rico no se identifica como tal, como demuestran los censos realizados en las últimas dos décadas.
En el censo del año 2000, el primero en el que la población se autodefinía, menos del 10 % se identificó como negra o afrodescendiente. El porcentaje subió un poco en el realizado en 2010 pero volvió a descender cuando en el de 2020 se incluyo la opción de una o más razas.
«En Puerto Rico hay un problema craso de identidad por todas las situaciones políticas que ha habido en el país desde la conquista española, porque la cuestión de las razas era un asunto de castas», lamenta la cofundadora del Corredor Afro y activista a favor de la protección de los recursos naturales y del patrimonio cultural de Piñones y Loíza.
Se calcula que al abolir la esclavitud había en la entonces colonia española más de 30.000 esclavos de origen africano. Empezaron a ser importados en 1518 para trabajos de minería pero ya en el siglo XIX eran empleados principalmente en la industria azucarera, concentrada en los pueblos costeros.
Actualmente, hay comunidades negras en todo Puerto Rico. Aunque el mayor número se encuentra en la extensa área metropolitana, la principal concentración de afrodescendientes se da en Loíza, un pueblo del norte próximo a Piñones que es el único donde la mayoría de la población es negra.
BLANQUEAR LA IMAGEN DEL PAÍS
La clase hegemónica de la isla siempre ha sido blanca y esa es la imagen que desde mediados del siglo XX se ha vendido al exterior, en concreto a Estados Unidos, país que se hizo con el control de Puerto Rico tras la derrota de España en la guerra hispano-estadounidense de 1898.
«Se blanqueó la imagen del país», afirma de modo rotundo Rivera Clemente, citando entre otras cosas los comerciales de turismo que se hacían de la isla.
Para ello, y en el marco de la modernización de la isla y el desarrollo del turismo, las poblaciones negras son desplazadas de las zonas costeras que habitaban mayoritariamente.
Las barriadas negras de San Juan empiezan a desaparecer desde medidos del siglo XX y, en Piñones comienza una lucha en 1967 y por 40 años para evitar el desarrollo de proyectos hoteleros.
«Es nuestra población la que sufre estos desplazamientos para darle paso a un supuesto desarrollo que no significa un desarrollo económico y social para nuestras comunidades negras», denuncia la activista.
No obstante, y con esfuerzos como los del Corredor Afro y la celebración esta semana de la Cumbre Internacional sobre Afrodescendencia, dedicada a Rivera Clemente, se han ido logrando avances positivos.
EL DESPERTAR DE LA CULTURA AFRO
«Considero que desde que empezamos a trabajar hace 20 años hemos encontrado cambios significativos en nuestra gente, la visibilidad ha aumentado y se reconoce el racismo como un problema social», dice la activista.
La Ley 54 recoge que «el racismo provoca desigualdad en el acceso a la salud, educación, vivienda, empleo, movilidad económica, posiciones de liderazgo, entre otras».
Una «desventaja» que ha sufrido el artista Celso González, que pese a ser autor de más de 200 obras de arte público se siente obviado por las instituciones y considera que tradicionalmente el arte afro se ha tildado de «folclor» y de artesanía.
«Ha sido bien complejo poder hablar de tú a tú en el mundo del arte y que tengan esa validación nuestras expresiones», comenta a EFE González, quien asegura que para los afrodescendientes «el reto es mayor» y que es «evidente» la diferencia de oportunidades.
«Actualmente sí ha habido un despertar o un nuevo acercamiento a la aceptación del arte afrodescendiente», reconoce González, que aboga por un proceso educacional en el seno de las familias ya que el Gobierno «nunca ha tomado cartas en el asunto».
A su juicio, «la idea es que poco a poco sean más equitativas las oportunidades para todo el mundo y que hable el talento y no la pigmentación».