El exsenador de Oklahoma James Inhofe renunció el año pasado después de sufrir efectos a largo plazo del COVID. Luchó contra las leyes anti-COVID y la financiación de programas especiales. Él, como tantos políticos, luchó con uñas y dientes contra los esfuerzos para construir un programa sólido para proteger a la sociedad.
El Sr. Inhofe, quien representó a Oklahoma durante décadas tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, le dijo a The Tulsa World que dejó el Senado debido a los efectos persistentes del post-COVID-19.
“Otros cinco o seis han sufrido (de COVID prolongado), pero soy el único que lo admite”, dijo. Tim Kaine, el senador demócrata de Virginia quien también dijo el año pasado que sufrió los efectos persistentes del COVID-19.
Otro caso fue el del senador del estado de Washington, Doug Ericksen, quien lideró la oposición a las órdenes de emergencia y los mandatos de vacunación del estado de Washington por el COVID-19; quien murió después de una infección por COVID.
Se sospecha que muchos negacionistas del COVID han contraído COVID. Y si bien no hay estadísticas precisas sobre quienes podrían estar sufriendo efectos a largo plazo, se estima que casi el 50% de los que contraen COVID los enfrentarán.
Es interesante que muchos medios de derecha no hablen de estos casos y de la importancia de asegurarse de que todos se vacunen.
Estos efectos a largo plazo pueden durar de 1 a 6 meses o más, y no hay cura a la vista. Los investigadores de Penn State notaron varias tendencias entre los sobrevivientes, tales como: pérdida del bienestar general; más de la mitad de todos los pacientes reportaron pérdida de peso, fatiga, fiebre o dolor.
Pérdida de movilidad: aproximadamente uno de cada cinco sobrevivientes experimentó una disminución de la movilidad. Desórdenes neurológicos: casi uno de cada cuatro sobrevivientes experimentó dificultades para concentrarse. Trastornos de salud mental: casi uno de cada tres pacientes fue diagnosticado con trastornos de ansiedad generalizada.
Anomalías pulmonares: seis de cada diez sobrevivientes tenían anomalías en las imágenes del tórax y más de una cuarta parte de los pacientes tenían dificultad para respirar. Problemas cardiovasculares: el dolor de pecho y las palpitaciones se encontraban entre las afecciones más comunes. Condiciones de la piel: casi uno de cada cinco pacientes experimentó pérdida de cabello o erupciones cutáneas. Problemas digestivos: dolor de estómago, falta de apetito, diarrea y vómitos se encuentran entre las afecciones más comunes.
Una preocupación importante es que el gobierno no ha respondido adecuadamente con la asistencia médica, psicológica y financiera adecuada que necesitan quienes sufren efectos a largo plazo del COVID.
A fines de febrero, las estadísticas mostraban que al menos 262.908.216 personas o el 79% de la población han recibido al menos una dosis anti-COVID. En general, 224 113 439 personas o el 68 % de la población se consideran totalmente vacunadas. Además, 108.806.974 personas o el 33% de la población han recibido una dosis de refuerzo. Por último, la mayoría de los “estados azules” tienen una tasa de vacunación más alta que los tradicionales o los así llamados “estados rojos”.
Si bien estar vacunado no garantiza que nunca se contraerá el COVID, sí brinda una mejor oportunidad de sobrevivir y de sufrir secuelas menos severas. Nuestro trabajo debe ser asegurarnos de que hacemos todo lo posible por vacunar a todos y salvar más vidas.