El director del centro de llamadas 988, Jamieson Brill, posa para una foto frente a uno de los escritorios donde los empleados reciben consultas las 24 horas en Hyattsville, Maryland, el 7 de octubre de 2022. Brill trabaja en uno de los más de 200 centros de llamadas distribuidos en todo EEUU para atender a personas que consideran suicidarse o que experimentan otra emergencia de salud mental. (Foto: AP/Amanda Seitz)

En 2020, las heridas por armas de fuego se convirtieron en la principal causa de muerte entre niños y adolescentes. Los homicidios relacionados con armas aumentaron un 35% en 2020, informaron en mayo los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). 

Entre los debates sobre cómo terminar con estas tragedias están: las leyes de compra y portación de armas, el mercado negro de armas automáticas, y el rol de la salud mental.

Expertos en salud pública y salud mental argumentan que culpar a las personas con enfermedades mentales de la violencia es injusto e impreciso, y señalan que a lo que se debería mirar es a la laxitud de las leyes sobre armas de fuego.

“La mayor parte de los actos violentos no los cometen personas mentalmente enfermas”, enfatizó la doctora Renée Binder, profesora de psiquiatría de la Universidad de California en San Francisco y expresidenta de la American Psychiatric Association.

Tanto los “defensores de eliminar el estigma”, que insisten en que la enfermedad mental no tiene relación con la violencia, y los “propagadores del temor”, que afirman que “los enfermos mentales son una amenaza peligrosa y deben ser encerrados”, están equivocados, dijo Jeffrey Swanson, profesor de psiquiatría de la Universidad de Duke, quien ha estudiado los patrones de violencia en las principales ciudades de los Estados Unidos.

Si bien es cierto que la enfermedad mental desempeña un discreto papel en la mayoría de las formas de violencia, incluidos los homicidios individuales, su papel es mayor en los tiroteos masivos. Y, en muchas de las masacres, como la de Aurora, Colorado, de 2012 o la Virginia Tech en 2007, no se vieron las señales de alerta de la necesidad de intervención psiquiátrica. Intervenciones que tal vez podrían haber prevenido las masacres.

El doctor E. Fuller Torrey, psiquiatra que fundó el Treatment Advocacy Center hace 20 años, ha argumentado durante mucho tiempo que la sociedad necesita ser más enérgica a la hora de proporcionar atención a las personas gravemente perturbadas —y exigir esa atención cuando sea necesario— para prevenir el suicidio, los tiroteos en masa y otros actos de violencia.

COMO RESPONDER A LA EMERGENCIA

En estos años, la profesión médica ha desarrollado técnicas como la rápida evacuación de pacientes para salvar a un mayor número de víctimas de tiroteos. Pero traumatólogos cirujanos dicen que incluso esas mejoras solo pueden salvar a una fracción de los pacientes cuando son heridas infligidas por rifles de tipo militar.

Con heridas de gran tamaño, muchas víctimas fallecen en el mismo lugar de los hechos sin siquiera llegar al hospital, dicen. Las que sí llegan a los centros de trauma parecen presentar más heridas que en años anteriores, según los cirujanos.

Lo que sucede es que hay más de estas armas particularmente letales, y esas armas se usan con mayor frecuencia en tiroteos masivos y en la violencia cotidiana que padecen comunidades en todo el país.

Los doctores, frustrados por la masacre, claman por medidas amplias para frenar el aumento de la violencia con armas.

Muchos médicos están de acuerdo en que debe hacerse algo sustancial. “Una única solución no resolverá esta crisis”, dijo la doctora Ashley Hink, de Charleston, Carolina del Norte, quien era traumatóloga cirujana residente en la Universidad Médica, en Carolina del Sur, cuando un supremacista blanco asesinó a nueve miembros negros de la iglesia episcopal metodista africana Madre Emanuel en 2015.

Las armas que suelen usar en los tiroteos masivos son pistolas semiautomáticas, que pueden contener más munición que los revólveres, y disparar más rápido.

Un estudio publicado en JAMA Open Network halló que, por cada muerte en un tiroteo masivo, otras seis personas resultan heridas.

El doctor Sanjay Gupta, neurocirujano que es el corresponsal médico principal de CNN, escribió sobre la potencia y la fuerza en una herida de bala causada por un fusil tipo AR-15, usado en el reciente tiroteo masivo en Buffalo, Nueva York. La potencia es igual a la de dejar caer una sandía en un piso de cemento, dijo Gupta, citando al doctor Ernest Moore, director de investigación quirúrgica del Centro Médico de Salud de Denver.

Ante la realidad que sobre pasa y las pocas acciones efectivas para frenarla, se están promoviendo estrategias como la de adiestrar a transeúntes en cómo ayudar a víctimas. Un protocolo llamado “Stop The Bleed” (detener la hemorragia) enseña cómo aplicar presión a una herida, poner vendas para controlar la hemorragia y aplicar un torniquete. Stop The Bleed surgió tras el tiroteo en la escuela primaria Sandy Hook de Newtown, Connecticut, en 2012, en el que murieron 20 niños y seis adultos.

Nota: esta historia se produjo utilizando contenidos de KHN.

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