Mientras que las nuevas variantes del COVID 19 siguen retando los sistemas sanitarios alrededor del mundo, el legado económico de la pandemia consiste en alta inflación junto a una desaceleración mundial. En ese contexto, la pregunta principal para 2023 es si nos encaminamos a una recesión mundial, con numerosos sombríos diciendo que eso es inevitable.
En Estados Unidos, desafiando las predicciones sombrías, la apertura de la política monetaria por el banco central para combatir la inflación, hasta ahora, no ha lesionado la creación de empleo. Por ende, la pregunta es si este llamado “aterrizaje suave” prevalecerá durante este año.
Asimismo, cambios recientes en China sobre cómo lidiar con el coronavirus plantean la pregunta si éstos profundizarán las perspectivas de una mayor desaceleración en la segunda economía más grande. Entre otras consecuencias, la desaceleración en China significará menos demanda de materias primas, profundizando la desaceleración en las economías de mercado emergente y en desarrollo. Finalmente, la tercera pregunta es si la guerra en Ucrania persistirá en 2023, aumentando las pérdidas en vidas humanas, la amenaza de un conflicto mayor y el desorden que ha causado en los mercados de alimentos y energía.
Todas estas preguntas retan la capacidad predictiva de casi todos los observadores. Un ejemplo es la declaración siguiente del jefe de la Reserva Federal, Jerome Powell, quien durante la última conferencia de prensa de diciembre de 2022 dijo: “Creo que nadie sabe si vamos a tener una recesión o no, de ser así, si será profunda o no.”