Se han alzado las alertas, la inseguridad que se vive en las estaciones, buses y trenes de SEPTA, el transporte público de Filadelfia representa una pesadilla para muchos de los que lo usamos.
A los que usan drogas, a los que pelean entre ellos, a los que roban, a los que temerariamente pasan de vagón en vagón en el tren vendiendo dulces u otros objetos, a los jóvenes “palomillas” que saltan la zona de boletería para no pagar su pasaje, a los que acosan, a los que viven en calle pidiendo limosna y usan las estaciones como dormitorios, se ha sumado el odio racial.
Hace unas semanas, el suceso que me dejó perpleja fue el ultraje de una mujer a la vista de la indiferencia o del pavor paralizante de los que compartían ese vagón, pues nadie intervino para defenderla, ¡ni llamó a la policía! Lo que nos impone a cuestionarnos ¿en qué tipo de sociedad vivimos?, ¿es que hemos perdido la capacidad de que nos duela el otro?
Sobre este terrible incidente, el jefe de policía de SEPTA, Thomas Nestel III, dijo que hubo “muy pocas” notificaciones a la policía sobre el incidente. Dijo que la policía de SEPTA fue alertada por uno de sus trabajadores.
También los medios de transporte han sido escenario de otro tipo de atrocidades. Una joven de origen asiático Christina Chen fue víctima del odio racial, y hasta terminó en el hospital, luego de intervenir en defensa de otros jóvenes que estaban siendo agredidos. La familia de la joven dijo a la prensa “el deseo de Christina es que los estudiantes, independientemente de su raza, puedan estar seguros fuera de sus hogares”
La inseguridad prolifera por doquier; hace unos días un adolescente de 14 años esperaba el bus saliendo de la escuela, fue acribillado con más de una docena de balas. La comunidad ya no puede más, exige respuestas con hechos concretos y no promesas que se las lleva el viento.
La policía de SEPTA, la policía del Distrito Escolar que vigila al alumnado al entrar y salir de las escuelas, y el Departamento de Policía de la ciudad no están interconectados, y como decimos en mi país “se tiran la bolita, y nadie toma al toro por las astas”. ¿De qué sirven las 28 mil cámaras de seguridad en estaciones y vehículos de SEPTA si no hay quien esté revisando las grabaciones en tiempo real para actuar con rapidez y eficacia?
A esto se suman los problemas de administrativos y de visión. La inversión en obras de mejoramiento empleando largos meses de trabajo que no tienen para cuando acabar, el retiro de los espacios con techo en los paraderos que cobijaban del clima a los pasajeros, y el reemplazo de las bancas en la estación Frankfort, en lugar de mejorar perjudican especialmente al pasajero con discapacidad o adulto mayor.
LA “NORMALIDAD” DE UN MAL SERVICIO
Los choferes y miembros del personal en las estaciones suelen ser indiferentes y hasta descorteses con los usuarios.
Los choferes a menudo se hacen competencia, arrancan y frenan bruscamente, no esperan que uno tome asiento, he visto caer varias veces a gente mayor. Recogen y dejan al pasajero donde sea, y no en las esquinas o paraderos al borde de la vereda como debieran, donde los usuarios tienen que sortear otros vehículos o acumulaciones de nieve en el invierno. Si se les pide ayuda para hacer la conexión correcta y llegar a nuestro destino, responden conun “no sé… yo solo manejo esta ruta”, cuando se supondría que su trabajo también es orientar al pasajero.
Si se crea un conflicto entre pasajeros, ni se inmutan, no intervienen, he sido testigo de agresiones sólo porque se conversaba en otro idioma que no es inglés, jóvenes discutiendo y jugando de manos de manera brusca, haciendo acciones imprudentes como colgarse de las barras. En ocasiones me he visto en la necesidad de intervenir diciéndoles que llamaría a la policía, afortunadamente sin escalar, sin embargo, si he recibido insultos, incluso de sus propios padres, reclamando por meterme sin que fueran mis hijos.
PROTESTA ANTE EL HARTAZGO
Cansados de esta pesadilla y en protesta a la agresión a Christina Chen, la comunidad asiática salió a las calles para repudiar el odio racial contra esa comunidad y pedir más seguridad para los usuarios de SEPTA, demanda a la que me uno desde este espacio.
Como activista comunitaria estoy segura de que, si se abriera la oportunidad para que los usuarios propongan soluciones, habría mejores sugerencias. He aquí las mías: Entrenamiento del personal en calidad de atención al cliente, que incluya el manejo de conflictos y de situaciones de emergencia.
Limpieza profunda y permanente de las estaciones y vagones.
La impunidad incentiva la delincuencia, por lo que culpables, deben pagar sus crímenes según correspondan las leyes penales.
Pienso que la inseguridad no parará hasta que no se tome mano dura, y si no hay suficiente policía, se debe pedir ayuda a las fuerzas del orden necesarias. Son muchos los que dependen de SEPTA para movilizarse, y al no existir competencia, no queda más opción por ahora que encomendarse al ser supremo en el que uno crea, y montarse en el único transporte público existente en Filadelfia, orando para regresar a casa sano y salvo. Mientras tanto creo que debemos seguir presionando para que se tomen decisiones que ayuden a tener una mejoría inmediata en la seguridad, que es una prioridad impostergable.