Mucho se comenta sobre el desastre que sufren los puertorriqueños tras el reciente huracán Fiona. La verdad es que esta nación, desde el duro revés que dejaron los huracanes Irma y María hace cinco años atrás (2017), no sale de una para recibir otra. Después de María, Puerto Rico fue azotado por una serie de terremotos que se sintieron en toda la isla. Recuerdo en particular el de la madrugada del 7 de enero del 2020, de magnitud de 6.4. Fue aterrador sentir y escuchar ese imponente rugido que removió la tierra y nos levantó de un brinco y despavoridos salimos corriendo fuera de la casa. Mientras intercambiamos la experiencia del telúrico susto, sentimos la réplica de magnitud de 6.0, vimos los montes moverse como se mueve una bandera al golpe del viento.
Entre Maria y los terremotos se dio el famoso “Verano del 2019”: un enorme movimiento humano, indignado por la desfachatez y burla del ignominioso gobernador de turno, Ricardo Rosello. La furia popular fue tal, que forzó su renuncia. El mundo fue testigo de aquella hazaña histórica que aun late en el alma boricua de la isla y la diáspora. Luego de los terremotos, llegó la pandemia del COVID 19. La sufrimos y aun seguimos lidiando con ese flagelo que nos quitó familiares y seres muy queridos.
Mientras salíamos del encierro, de las mascarillas y el distanciamiento social, el huracán Fiona golpeó el suroeste de Puerto Rico, dejando la histórica marca de 30 pulgadas de lluvia. Fiona puso en relieve los fracasos administrativos que la gestión gubernamental tenía escondidos tras los huracanes Irma, Maria y los terremotos. A cinco años muchos hogares seguían con los famosos “toldos azules”; parece que la administración gubernamental de Puerto Rico no consideró una prioridad desarrollar un sistema de prevención y socorro para un futuro y muy posible fenómeno meteorológico. ¿En qué lugar creen estos “gobernantes” que viven? ¿No se han dado cuenta que viven en el Caribe?
Parece que no sabían que la Oficina de la ONU para Asuntos Humanitarios informó que desde el 2000, 152 millones de latinoamericanos y caribeños han sido afectados por 1205 desastres entre los que se cuentan inundaciones, huracanes y tormentas, terremotos, sequías, aludes, incendios, temperaturas extremas y eventos volcánicos.
Parece que, a estos administradores del colonialismo en Puerto Rico, no les preocupa otra cosa que su reelección para administrar la colonia. Desde 1989 al presente, 5 fuertes huracanes han azotado la Isla y estos administradores no han podido elaborar un sistema de prevención efectivo y resiliente para proteger a sus constituyentes. Sin embargo, tienen la desfachatez de poner en nómina a cinco cabilderos para pretender ir al Congreso a cabildear por la estadidad. Eso le cuesta al erario entre 400.000 mil a 600.000 mil dólares anuales. De hecho, estos cinco cabilderos junto a la Comisionada Residente en Washington no pudieron mover ni una pulgada el proyecto de estadidad para el que fueron enviados. Hacer tal triquiñuela política para elegir y pagarles con dinero público para politiquear por la estadidad, es una descarada burla. Esa misma administración colonial quebró la Administración de Energía Eléctrica y se la alquiló a una corporación estadounidense-canadiense (Luma) con la promesa de un mejor sistema eléctrico. Un año después de ese leonino contrato, Luma no dado pie con bola. Los apagones son más frecuentes que nunca y las tarifas de luz son las más altas que se pagan en cualquier territorio de los Estados Unidos de América. Un día y medio antes de que Fiona entrara a Puerto Rico ya se había ido la electricidad. Todavía, al momento que escribo, hay pueblos que siguen sin electricidad y sin agua. El agua potable depende de pompas eléctricas para su distribución.
Eso explica la reacción del pueblo puertorriqueño, sufrido y harto de tanta insensibilidad y demagogia. El pueblo se cansó de que los traten con pena y condescendencia. La administración colonial pretende echarle la culpa del desastre a Fiona, como lo hicieron con María y salir con caras de pena y falso dolor a retratarse repartiendo botellas de agua y cajitas de comida para luego usarlo en sus campañas políticas. Incluso, este pasado 3 de octubre, se apareció el presidente Biden con su esposa y séquito, en una diminuta visita a la ciudad de Ponce para retratarse visitando los damnificados, pero no lo llevaron a los pueblos más afectados. Parece que a Biden le hacían falta unas fotos para su campaña política para retener el control de la Cámara de Representantes y el Senado.
Tomen nota los boricuas de la diáspora, el desastre en Puerto Rico no es por fenómenos atmosféricos. Puerto Rico está quebrado por la situación colonial, que por los últimos 124 años asfixia los deseos de desarrollo, justicia y libertad de todos los puertorriqueños. Es muy importante que hagamos todo lo posible por ayudar a nuestros compatriotas en la Isla y demostrar genuina solidaridad, como lo hicimos con Maria en 2017. Pero, obviar la situación colonial de Puerto Rico y no llamar a cuentas a los responsables por el desastre social y económico, es perpetuar esa condición colonial. En la diáspora nuestro rol es neurálgico y tenemos que asumirlo con mucha estrategia. La diáspora tiene acceso al Congreso, mientras según hacemos lo indecible por colectar bienes para los damnificados de Fiona, pero deberíamos poder sentarnos a la mesa y desarrollar una agenda conjunta para trabajar con los congresistas y demandar el fin del coloniaje, que denigra y oprime a nuestros conciudadanos en Puerto Rico. Los huracanes no podremos evitarlos, pero si podemos unirnos y ponerle fin al coloniaje.