Buenos Aires, Argentina – Cualquiera sabe que es tradición disfrazarse en la noche de Halloween, golpear puertas y asustar a los habitantes de las casas y redimirlos a cambio de algún dulce o dádiva semejante. También conocida como “Noche de Brujas” es una fiesta de origen pagano que se celebra a fines del mes de octubre y que mueve multitudes de niños por las calles de distintas ciudades.
Esqueletos, monstruos cargados de ropas anchas de los padres, zombis, fantasmas de sábanas robadas de alguna cama sin tender y decenas de monstruos de sabotaje que se convierten en protagonistas de un hecho que tiene su historia en muchísimos países.
En la Argentina y en otros estados de esta Latinoamérica tan sufrida, se vive un Halloween eterno y siempre de la mano de los políticos que siembran el horror con disfraces típicos de la región, como dictaduras, sometimientos, abusos de poder, inflación desmedida, elecciones fraudulentas y un sinnúmero de provocaciones que llegan al sometimiento de la población.
Los “dueños” del festival son siempre los mismos y le han perdido el respeto a la tradición emblemática del antiguo festival gaélico de Samhain, considerado como la primera raíz conocida de Halloween que se celebraba como despedida del verano.
En nuestras huestes nada es así, porque mientras que en Estados Unidos y otros países civilizados esto se convierte en fiesta, aquí se sufre por los caprichos y ambiciones de quienes usan el poder como si fuera un derecho de salvación de sus vidas; el típico arte de perpetuarse en el lugar que les brinda la comodidad necesaria para morir con los bolsillos llenos de dinero fácil.
Aquí los desfiles de estos monstruos se dan diariamente en las revistas, periódicos, estudios de televisión y cualquiera de las plataformas a la que acceden, sean oficialistas u opositores. Desde allí asustan con mentiras apocalípticas a cambio de sumisión, resignación, cabezas gachas y promesas de cosas que jamás van a cumplir y jugarán una vez más con el miedo de los que parecieran tener amnesia permanente.
Cierta vez, el porta cubano José Martí dijo algo tan sabio que aún perdura en el tiempo “Las etapas de los pueblos no se cuentan por sus épocas de sometimiento infructuoso, sino por sus instantes de rebelión. Los hombres que ceden no son los que hacen a los pueblos, sino los que se rebelan. El déspota cede a quien se le encara, con su única manera de ceder, no cede jamás a quien se le humilla”
Será el momento quizá de rebelarse ante los monstruos, sincerarse con la memoria y el corazón y no tenerle miedo a lo que vendrá. Será la única manera de que empiecen a rodar las cabezas de calabazas.