Es una realidad horrible que las tropas rusas estén atacando a los ucranianos en su intento de tomar el gobierno. Estas tropas por orden del presidente Vladimir Putin están involucradas en una masacre aleatoria y asistemática de hombres, mujeres y niños. Los soldados rusos están utilizando indiscriminadamente tanques y misiles para destruir ciudades, escuelas y otras instituciones comunitarias. Esta preocupante situación está generando conversaciones y debate sobre una posible tercera guerra mundial.
Cuando era niño, la comunidad en Filadelfia a la que vine desde Puerto Rico a vivir, a finales de la década de 1950 y principios de la de 1960, el área alrededor de 7th Street y Girard Avenue; era principalmente multicultural compuesta por alemanes, irlandeses, húngaros, griegos, judíos, ucranianos, y polacos. El cambio demográfico más marcado en el área durante ese período fue el rápido aumento de puertorriqueños y cubanos. También tuvo un repunte de afroamericanos. El barrio tenía muchas iglesias y sinagogas que atendían las necesidades espirituales de los diferentes grupos étnicos.
Mientras crecía, yo era un buen amigo de un niño ucraniano llamado Eugene, quien se transfirió de la escuela católica ucraniana Immaculate Conception a la escuela Saint Peter the Apostle, donde estábamos en la misma clase. Recuerdo que, al pasar el rato con él, visitábamos las casas de los demás y comíamos las diferentes comidas de nuestros padres. Disfrutamos adentrándonos en los personajes de los superhéroes de aquella época.
La crisis de los misiles de Cuba, tenía a todos los vecinos preocupados y temerosos de que estallara una guerra entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética. Prevalecieron las cabezas más tranquilas, y una postura dura de John F. Kennedy resolvió lo que podría haber sido una guerra.
En medio de las circunstancias siempre cambiantes de la guerra ruso-ucraniana, los latinos debemos romper nuestro silencio, y ayudar a las naciones acosadas por otras naciones. Necesitamos ser como superhéroes y enfrentarnos a las naciones acosadoras y las tragedias que causan en nuestro mundo.
Ninguno de nosotros, ni siquiera los líderes de las superpotencias con todas sus riquezas y tecnología, saben cuándo nuestro mundo puede llegar a un final trágico, pero pueden practicar la moderación y moverse para comprometerse a encontrar una solución al conflicto, que ya ha causado tantas pérdidas de vidas y destrucción de propiedades.
Todo lo que podemos hacer es orar y alzar nuestras voces en apoyo de un mundo pacífico. Esto no debería ser un debate político-económico, debería ser una conversación humanitaria para salvar nuestro planeta.