La pobreza es una epidemia que afecta a millones de personas en nuestro planeta. Según Naciones Unidas, hay 836 millones de personas que siguen viviendo en situación de pobreza extrema y de esta cifra se arrojan las cerca de 24 mil muertes diarias; principalmente de niños que mueren literalmente de hambre o malnutrición, victimas de la injusticia trasnacional y el olvido.
En estos últimos meses los países industrializados están obsesivamente graficando las víctimas del nuevo coronavirus, el llamado Covid19, que por ser altamente contagioso ha puesto en jaque a las más robustas economías y amenaza de muerte a las de los países más pobres, que son doblemente víctimas.
En África, Asia y en América Latina estamos perdiendo la cuenta de los contagios, porque ni siquiera se alcanzan a hacer las pruebas cuando yacen ya cadáveres en las calles en imágenes dantescas, que se estrellan con nuestras conciencias y entonces giramos la mirada de nuevo a nuestra realidad incomoda y la evadimos empezando otra serie televisiva.
Quedarse en casa es en buena parte un privilegio de clase, pero es un hecho que las victimas más trágicas de la pandemia, se encuentran entre quienes menos tienen, entre los que ni siquiera tienen un trabajo que perder.
¿Cuánto realmente nos importa la vida?, ¿Cuántas y sobre todo cuales vidas queremos salvar?
Hemos sido negligentes con otras enfermedades y epidemias como el dengue, porque no amenazan a los países del norte.
Nos estamos uniendo para combatir este coronavirus, pero no lo hemos hecho para exterminar el virus más letal, el de la indiferencia al dolor que no se contagia.
No sólo al dolor extremo de los que mueren de hambre; somos indiferentes a las víctimas de la corrupción, a los que sufren los efectos directos de la crisis climática, de conflictos armados, a los que padecen las consecuencias de este mundo extremamente desigual; somos indiferentes a los que pagan con la vida la discriminación de género.
Abundan maldiciones para el Covid19, pero tal vez deberíamos de empezar a considerarlo una bendición. Pensemos en aquellos que sufren de depresión y otras enfermedades reales y que viven en una constante ansiedad y encierro.
En esta Semana Santa, reflexionemos sobre las vidas y las muertes que nos importan. Abundemos en el significado de la resurrección. ¿Qué nos espera después de esta posible lección de vida?
El Dato
Despilfarro de alimentos
Anualmente malgastamos a nivel mundial más de 1.300 millones de toneladas de alimentos, según indica la Comisión Europea. La FAO estima que con una cuarta parte de la comida que desaprovechamos se podría alimentar a más de 800 millones de personas que sufren hambre.
Si quieres salvar vidas, esta es una buena alternativa: