Buenos Aires, Argentina.- El mundo con nosotros adentro, acaba de pasar por una de las pandemias más grandes que se recuerden.
La COVID 19 nos cambió la vida en todos los sentidos posibles y es por eso por lo que cada recuerdo de lo pasado lleva irremediablemente al dolor, al sufrimiento, a las lágrimas. ¿Quién no perdió un familiar? ¿Quién no perdió un vecino, un amigo, un ídolo, una persona que creíamos conocer?
De acuerdo con un informe presentado hace unos días por la Organización Mundial de la Salud (OMS) se estima en casi 15 millones las personas muertas en todo el mundo directa o indirectamente atribuidas al virus. Dicho informe se choca con los números la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que asevera que otra tanta cantidad de muertes fueron ocultadas política y egoístamente por los gobiernos y otras más que nunca llegaron a la luz por ocurrir en lugares inhóspitos del mundo.
Cruel por donde se lo mire, la subestimación de la enfermedad ha enfrentado a unos y otros, y así como existieron las campañas pro-vacunación, también aparecieron los conspiranoicos que subestimaron la situación llenando la cabeza de los irresolutos y débiles de pensamiento. Fanatismo a la milésima potencia, que aumentó la cantidad de víctimas por doquier de nuestro bendito planeta.
Haya sido como haya sido y más allá de las muertes, esta maldita pandemia ha dejado terribles secuelas en los estados de ánimo de quienes nos quedamos como testigos y con millones de preguntas sin respuestas y con el llanto a flor de piel ante la mínima mención de un pasado que nos castigó hasta las mismísimas entrañas.
Hace no más de dos años atrás, imaginábamos historias, hacíamos planes de viajes, de escapadas a la tierra de nuestros padres, de fiestas, de encuentros tantas veces postergados con todos nuestros familiares de aquí y de allá, pero sucumbieron como murieron algunos de ellos.
Hoy quedan nada más que mensajes guardados en los teléfonos y en los que se habla de las preocupaciones por un estado febril de este o de aquel, de preguntas desesperadas acerca de los lugares de vacunación, de consejos para que nadie se mueva de su casa y que desinfecten cada cosa nueva que llegara al hogar. Quedan frascos enteros de alcohol en gel, pañuelos descartables, casi como las vidas.
Quedan también fotos con abrazos y con sonrisas cómplices, con despedidas en cualquiera de los aeropuertos que nos llevaban a las vacaciones soñadas, a la luna de miel o al país que nos había visto nacer cuando los tiempos eran mejores.
La COVID 19 nos dejó desolación, tristezas eternas, silencios ancestrales y un sinnúmero de momentos cuando la vida pasaba, por otro lado…