La ceremonia de asunción del nuevo presidente de Taiwán, Dr. Lai Ching-te, contó con el entusiasmo y la alegría de su pueblo, feliz de ver su voluntad respetada. La presencia de delegaciones de 12 países, y una de Estados Unidos, que incluyó al exsubsecretario de Estado, Richard Armitage, causó escozor en Pekín, que busca a toda costa aislar a Taiwán de la esfera internacional.
El secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, envió al nuevo presidente un mensaje de felicitación: “Esperamos trabajar con usted y con todo el espectro político de Taiwán para hacer avanzar nuestros mutuos intereses y valores, profundizar nuestras relaciones no oficiales y mantener la paz y la estabilidad a través del Estrecho de Taiwán”.
Lai pronunció un discurso de alto nivel, muy balanceado, donde puntualizó su posición respecto a China: “Ni ceder ni provocar”. No ceder en el cumplimiento de la voluntad expresada por los taiwaneses de preservar su democracia y no provocar al régimen de Pekín con acciones que alteren el statu quo que ha prevalecido entre ambos durante 75 años.
Después de su juramentación, dijo: “Tengo la esperanza de que China encare la realidad de la existencia de Taiwán, que respete la voluntad del pueblo taiwanés y que, de buena fe, escoja el diálogo sobre la confrontación”.
Lai, que fue vicepresidente bajo la anterior administración de Tsai Ing-wen, prometió reforzar la red de seguridad social y hacer avanzar la isla en los campos de la inteligencia artificial y la energía verde. También se comprometió a reforzar la seguridad nacional, importando equipos militares de países aliados de Estados Unidos; anunció la expansión de la industria defensiva en la fabricación de aviones y submarinos y el reforzamiento de vínculos con países no aliados oficiales, como Japón, Corea del Sur y Filipinas.
El Partido Democrático Progresista del Dr. Lai no busca una declaración de independencia, pero sostiene que Taiwán es una nación soberana. Los argumentos repetitivos del régimen de Pekín, alegando que Taiwán es una “provincia rebelde” de China, son falsos y quedan derrotados por la evidencia histórica.
El 10 de octubre de 1911, fuerzas militares se rebelaron y derrocaron la Dinastía Qing, instaurando la República de China. Posteriormente, al terminar la Segunda Guerra Mundial, Joseph Stalin entregó a la guerrilla comunista de Mao Zedong la mayoría del armamento moderno que los soviéticos ocuparon en Japón. Con esas armas, muy superiores a las del ejército de la República de China, Mao logró llegar hasta Pekín en 1949 y forzó al gobierno chino a moverse a la isla de Taiwán.
En esa isla, los militares rechazaron los numerosos intentos de la guerrilla comunista por derrotarlos. Mao Zedong consolidó su triunfo sobre el territorio que logró controlar y que no incluía a Taiwán ni a sus islas cercanas. En ese momento, decretó la creación de la República Popular China, una estructura política y económica comunista.
Es decir, Taiwán no formó parte del territorio de la República Popular China cuando fue fundada, y jamás ha estado bajo su control. Consecuentemente, calificar a Taiwán como “una provincia rebelde de China” es una falsedad.* Luis Zúñiga es analista político y exdiplomático