Las décadas del 1960 y 1970 fueron para la comunidad puertorriqueña en Nueva York el periodo de fundación de lo que hoy son instituciones de alto calibre educativo y social. Entre estas instituciones están Aspira (1961), Eugenio María de Hostos Community College (1968), Museo del Barrio (1969), Centro de Estudios Puertorriqueños (1973) y Boricua College (1974). Estas instituciones son producto de hombres y mujeres, trabajadores y académicos, estudiantes y amas de casa que supieron asumir, con tesón y valor, el rol social e histórico que les tocó vivir. Esas luchas boricuas no solo se dieron para la promoción del bienestar de los puertorriqueños, sino que también benefició, y aún beneficia, a toda la comunidad latinoamericana de la ciudad de Nueva York.
De todas esas instituciones, la que ha servido de semillero investigativo para la comunidad ha sido el Centro de Estudios Puertorriqueños. El Centro ha sido el punto neurálgico donde cientos de estudiantes de Puerto Rico y de toda Latinoamérica han desarrollado sus proyectos comunitarios, culturales y académicos. El Centro es miembro fundador del Programa Inter-Universitario para la Investigación Latina. Este programa consta de 23 centros afiliados y es el consorcio más extenso de investigación latina en los Estados Unidos.
Desde su fundación y en sus largos 48 años, el Centro se ha convertido en un importante recurso educacional. Ha generado importantísimas contribuciones en el desarrollo político, social, lingüístico y cultural de la comunidad latina en Nueva York. Tiene una muy valiosa colección de mujeres pioneras en el proceso migratorio, como lo fueron Evelina López Antonetty, Pura Belpré y Antonia Pantoja, entre otras y otros.
A comienzos de este año, el Dr. Edwin Meléndez presentó su renuncia (efectiva el 30 de junio próximo) como director del Centro. El Dr. Meléndez, quien es profesor de planificación y política urbana en el Hunter College, ejerció como director del Centro por los últimos 13 años. A pesar de que dejó un valioso legado académico y cultural, la situación económica del Centro parece ser precaria. Por los últimos años el Centro ha sido objeto de una pobre asignación de recursos y falta de apoyo por parte de la administración del Hunter College, según lo informa la Agenda Nacional Puertorriqueña en su página web (www.puertoricanagenda.org).
Así mismo y a raíz de esta situación surge la coalición Save Centro. Este es un grupo de activistas, artistas, sindicalistas, estudiantes y académicos que han tomado muy en serio la defensa del Centro de Estudios Puertorriqueños. Desde su inserción, esta coalición circuló una petición a favor del Centro que cuenta con por lo menos 2,000 firmas de diferentes sectores de la ciudad de Nueva York, otros sectores de la diáspora y residentes de Puerto Rico. Esta coalición denuncia que el presupuesto del Centro se ha ido reduciendo año tras año. Esto ha llevado a una pérdida de personal esencial, como lo es el bibliotecario, ya que por los últimos tres años esta posición ha estado vacante. A su vez están exigiendo, amparados en el Acta de Libertad de Información (FOIA 5 U.S.C. § 552), que la administración del Hunter College informe sobre la actual situación financiera del Centro.
¿Cómo es posible que una institución con 48 años de fundada esté en tan complicada situación? Algunas de las críticas que ha recibido el Centro en los últimos años han sido su desconexión de la comunidad latina y su dependencia económica de la administración del Hunter College. El Centro fue producto de las luchas estudiantiles y comunitarias de los años ‘70 y desde 1983 ha estado bajo los auspicios del Hunter. Aplaudo la selección de Yarimar Bonilla como directora interina del Centro; este nombramiento ha sido recibido muy bien por la comunidad boricua de Nueva York. Es la primera mujer que, aunque interinamente, dirigirá el Centro por los próximos dos años. La Dra. Bonilla es una boricua de elevada experiencia académica y una voz profética en asuntos de la política puertorriqueña y del Caribe.
Esta situación que enfrenta el Centro no es nueva. Es producto de una falta de visión y una pésima administración. A manera de crítica y autocrítica, afirmo que todos tenemos parte en ese olvido de pedir cuentas por lo que nuestra comunidad ha creado. Aún podemos exigir un proceso transparente y enfocado hacia el bien de aquellos que le dieron vida al Centro. La comunidad puertorriqueña de Nueva York no solo debe exigir la continuación del Centro, con la dirección y personal necesarios para su buen funcionamiento; también debe exigir que el Centro honre su herencia puertorriqueña y que esté liderado por una junta de directores que representen a la comunidad que luchó y sigue luchando por esta institución. El Centro es patrimonio de la diáspora boricua y esa diáspora no se limita a la isla de Manhattan. Toda la diáspora debe ser parte de la campaña para salvar al Centro. Esta es una lucha nacional y todo boricua debe de hacerla suya. Salvar al Centro es garantizar que nuestras futuras generaciones tengan un espejo donde mirarse y afirmar su identidad latino-caribeña.