Cuatro latinos de Filadelfia comparten sus tradiciones que recuerdan y conmemoran a sus seres queridos y antepasados fallecidos.
La Vistosidad, los colores y la vivacidad de la celebración mexicana del Día de los Muertos ha llevado a muchos a asociar el día con todos los latinos. Pero América Latina no es un monolito, y la mezcla de tradiciones europeas, indígenas y blancas (especialmente la conmemoración católica, del Día de Todos los Santos) influye en las tradiciones que marcan y recuerdan a los seres queridos y antepasados fallecidos.
Para los latinos en la diáspora, este día puede verse muy diferente, ya que se conectan con su cultura a miles de kilómetros de distancia. Y mientras algunos preparan las comidas favoritas de sus seres queridos o vuelan cometas en su memoria, otros se obligan a sentarse con la ausencia.
Aquí, cuatro latinos de Filadelfia explican cómo conmemoran el Día de Muertos:
México
Si caminas el 2 de noviembre por el Cherry Street Pier, el Penn Museum o el Jardín Iglesias, lo más probable es que veas uno de los altares del artista César Viveros, que conmemora el Día de los Muertos, cómo lo hace la comunidad mexicana.
Los altares son la parte principal de la celebración del Día de los Muertos, son de varios niveles ya que representan la tierra, el purgatorio y el cielo. Todo lo que incluye el altar tiene un significado. Las flores de cempasúchil conducen a los espíritus de los seres queridos a casa; el colorido papel picado, permite que las almas viajen a través de los agujeros que forman variadas figuras alusivas; y las elegantes calaveras de catrina les recuerdan a los vivos disfrutar de la vida.
La esposa de Viveros, Ana Guissele Palma, murió en 2018, ella también artista, cortaba siluetas de papel de sus abuelos para decorar el altar familiar en su casa en Kensington, iluminando la habitación con toques de color. También cocinó sus platillos favoritos, enchiladas y mole, ya que se cree que, en este día del año, los que fallecieron pueden volver a este mundo.
“Perderla fue muy difícil”, dijo Viveros. “Ana tenía un carácter tan fuerte y siempre iba más allá por las personas”. El primer Día de Muertos sin ella pesó mucho, pero el altar se convirtió en “una forma de aliviar el dolor”.
Viveros y sus hijos pusieron una mesa en la entrada de su casa con fotos de la vida de Ana: arrullando a sus hijos, creando arte con César, siendo feliz. Se agrega al altar cualquier cosa que le recuerde a la familia su esencia, incluidas algunas de sus esculturas. Escuchan una canción para recordarla —este año, la canción Hasta la Raíz de Natalia Lafourcade— y comen su comida favorita a la medianoche. “Es una oportunidad para celebrar su vida y darles a mis hijos un espacio para ser felices, en medio del dolor”.
Guatemala
En el sur de Filadelfia, Rosario Marín recuerda cómo era su Día de los Muertos antes de mudarse a Filadelfia.
Torna a Quetzaltenango, a tres horas de la ciudad de Guatemala, donde la familia de Marín se reunía alrededor de una réplica del Cristo Negro de Esquipulas, una figura de madera de Jesús negro crucificado, adorado por sus supuestos poderes curativos. La familia también salía a hacer y volar cometas, una tradición significativa que representa “las almas de nuestros seres queridos que van al cielo”, dijo Marín. Otros miembros de la familia hacían fiambre, una ensalada guatemalteca tradicional de 40 ingredientes, incluidos diferentes tipos de salchichas y quesos, pollo, flor de pacaya, maíz, cebollas en escabeche, remolachas, aceitunas y mucho más.
Después de ir a la iglesia el 2 de noviembre, la familia se dirige al cementerio local, con platos de fiambre en mano. Pasarán la noche visitando las tumbas de los seres queridos que fallecieron, decorando sepulcros con coronas de flores, rezando el rosario, repartiendo el fiambre entre los presentes y dejando intacto el espacio del comensal, y así honrar su memoria.
La logística de replicar la tradición del cementerio en Filadelfia y el costo de preparar el fiambre hicieron que a Marín le resultara difícil conmemorar a sus seres queridos a la manera guatemalteca. Es algo que le duele más por sus hijos que por ella misma. “Son de aquí, pero Guatemala también es su cultura”, dijo Marín.
Pero simplemente con pegamento, papel de seda y tiras de madera, Marin mantiene las cometas volando. Ven el 1 de noviembre, los niños Marin se van al Parque FDR, para ver los tributos a las almas de sus seres queridos volar en el cielo de Filadelfia.
Ecuador
Estar lejos de la familia y de la propia cultura en fechas como esta, no es fácil, pero para la ecuatoriana Silvia Roldan, hay algo adicional. Según la Sociedad Histórica de Pensilvania, solo 420 ecuatorianos vivían en Filadelfia a principios de la década de 2000. Y a pesar del aumento de la migración, solo representan el 1% de la población hispana de EE. UU. Entonces, Roldan lucha por encontrar ingredientes y una comunidad que experimente el Día de los Difuntos con el mismo trasfondo cultural.
En Ecuador, el Día de Difuntos no es una celebración, “es una conmemoración”, dijo Roldán. “el 2 de noviembre conlleva un profundo sentimiento de tristeza. Es más probable que estemos afligidos a que celebremos la vida”. Incluso cuando surgen momentos de ligereza, la ocasión es más solemne que su contraparte mexicana.
Las familias ecuatorianas se reúnen para hacer sus propias recetas de colada morada y guagua de pan.
La colada morada es una bebida espesa de color púrpura hecha de maíz negro o morado, con canela, hierba de limón, azúcar morena, cascara de piña, la fruta babaco y fresas que representan el sustento para el viaje de las almas al más allá. La guagua de pan, que es un pan horneado con una figura humana. Proviene de palabra kichwa/quechua integrada al español ecuatoriano que significa bebé, representando el cuerpo que dejamos atrás.
Después de que se mudó a Filadelfia en 2014, sin poder encontrar los ingredientes y sin haber hecho nunca la comida sola, Roldan conmemoró a sus seres queridos manteniendo su memoria en su corazón y «pensando en ellos un poco más» el 2 de noviembre.
Con el nacimiento de su hija Amaya durante la pandemia, Roldan siente que “mantenerla conectada con mis tradiciones es la única forma en que puede crecer con su cultura”. Este año, su madre, Marcia Sarmiento, vendrá desde Ecuador a la casa de Roldan en el noroeste de Filadelfia para preparar la comida. “No te preocupes, hija mía. Yo te enseñaré y tú le enseñarás a Amaya”, aseguró su mamá.
Argentina
Graciela Avendano, residente de Point Breeze, creció en la Argentina de los años 80, donde el Día de los Fieles Difuntos se observaba solo como un día para ir a la iglesia.
A través de las décadas, Avendano formó amistades con la comunidad mexicana, quienes le mostraron su celebración del Día de los Muertos, pero no se convirtió en una tradición que su familia adoptó.
Eso cambió en la noche de mayo de 2018. Mientras llovía a cántaros en la ciudad, su hijo Pablo Avendano salió de casa en su bicicleta para trabajar como repartidor. A tres millas de distancia de su casa, un SUV lo golpeó y lo mató.
En el primer Día de los Difuntos sin él, Graciela encontró consuelo en la forma en que sus amigos mexicanos celebraban la vida, preparando un altar para Pablo con un toque argentino.
Avendano adorna su altar, con la música favorita de Pablo de fondo, Rage Against the Machine o el cantante argentino Jorge Cafrune.
“Pablo siempre está luchando por los derechos de los demás; tiene un espíritu revolucionario”, dijo Avendano, quien solo habla de su hijo en tiempo presente. Sobre una mesa de su sala, junto a su foto, Graciela coloca sus libros favoritos; Las Venas Abiertas de América Latina y Mujer Libre de España. El altar incluye M&Ms de maní y un osito de peluche para representar el apodo que ella le puso cuando era niño, Osito.
Luego, prepara la milanesa argentina, un plato de carne de res empanada en rodajas, ensalada de lechuga, tomate, y papas fritas, la comida favorita de Pablo.
El 2 de noviembre después de la iglesia, los Avendano se dirigen al memorial de Pablo, en la 10th y Spring Garden, donde una bicicleta fantasma, una bicicleta blanca colocada en memoria de los ciclistas que han muerto o han resultado gravemente heridos, yace en un árbol. Mientras comparten el mate argentino tradicional, la familia y los amigos se unen a ellos durante todo el día para compartir recuerdos y presentar sus respetos; un letrero en el árbol dice «Pablo Vive».
Este reportaje fue publicado originalmente el 27 de octubre 2022, en The Inquirer Altars, kites and color: How Philly celebrates the Day of the Dead (inquirer.com)