Imagínese usted caminando por Hunting Park hace 60 años, o quizás incluso hace 30 años. ¿Qué imágenes le vienen a la mente sobre el estado del parque? ¿hay muchos campos o árboles? A veces es difícil imaginar cómo se ve un lugar después de haberlo visto de una cierta manera durante tanto tiempo, pero la residente Bernadette Mason, tiene buenos recuerdos de Hunting Park de cuando era una niña, en los años 50. «Había muchos árboles en el parque y siempre me impresionaban cuando era niña». Había sombra debido a la cantidad de árboles que tenía el parque, y al atravesarlos la brisa actuaban como un refrigerador natural. La Sra. Bernadette tiene gratos recuerdos de cuando ella y su familia visitaban el parque los domingos después de la iglesia “El aire era diferente. Los niños podían jugar. Mi madre prefería ir a Hunting Park en lugar de Fairmount debido a la accesibilidad».
Más allá de los árboles, el parque también tenía un estanque donde los residentes iban a nadar, ubicado donde ahora está el campo de fútbol, que era el único lugar que las familias podían usar para nadar, hasta que el Departamento de Salud Pública lo cerró por temor a que el agua no tratada pudiera afectar a los residentes, y finalmente lo drenaron. En ese momento, la mayoría de los residentes empezaron a utilizar Kelly Pool, la única piscina olímpica en la ciudad, pero la Sra. Bernadette dice que siguieron disfrutaron del estanque y, aunque no se comparaba en su tamaño, “e incluso, aunque solo fuera agua de lluvia, para mí todavía se veía mucho más grande de lo que era».
Aún después de que secaron el estanque, su familia todavía utilizaba los espacios del parque para hacer picnics en la sombra, y finalmente se aprobó que el parque construyera una piscina. De hecho, el padre de Bernadette, que trabajaba como albañil, participó en su construcción. La nueva piscina no estaba segregada por raza, como el estanque, sino por género, y tenía horarios designados para que la usaran los niños o las niñas.
La Sra. Bernadette finalmente llegó a ser dueña de su propia casa en el corazón de la comunidad de Hunting Park, tras comprarla en 1984. En su cuadra encontró la misma sensación reconfortante que los árboles le proporcionaban en el parque. Los recuerdos favoritos de su calle, es cuando se sentaban el porche de su casa, con una taza de café y disfrutando de la compañía de sus vecinos. Incluso a última hora de la tarde, cuando el sol golpeaba con más fuerza, Bernadette podía encontrar un reparo de los rayos más duros del sol. “A todos nos encantaban los árboles y el aire fresco. No hay nada como salir de casa sin tener que oler la basura. Me encantaba despertarme por la mañana con el sonido de los pájaros. Era una excelente manera de pasar el rato con mi taza de café».
Menciona que a finales de los 80 y principios de los 90 fue cuando empezó a notar un cambio en el entorno de su comunidad. Debido a los problemas de la plantación de especies incorrectas de árboles en las aceras y a la infraestructura vieja y en deterioro, las aceras de la ciudad comenzaron a doblarse y romperse, a medida que las raíces buscaban agua de las viejas tuberías. Uno a uno, aquellos árboles fueron retirados por los propietarios y, en ocasiones, la misma ciudad intervenía para quitarlos, marcando con una x los árboles para indicar que serían derribados. En ese momento, la gente se decía feliz, porque estaban afectando su propiedad, pero Bernadette siente que su desaparición ha afectado el tejido social de la comunidad.
“Ahora salgo afuera a las 6 de la mañana para vencer al calor o para barrer la calle. Tienes que saber cuándo salir porque el calor se ha vuelto insoportable. Los vecinos tienen que mover sus sillas al otro lado de la calle para evitar el sol. A veces, los vecinos incluso llenan pequeñas piscinas al otro lado de la calle y abren las mangueras para refrescar donde el sol golpea más».
Mrs. Bernadette siente que los árboles eran una bendición en la cuadra, porque no solo la hacían más hermosa, sino que también alentaban a los vecinos a estar afuera y comunicarse entre sí. Señaló que ahora se dificulta la integración con otros vecinos, porque se ven con menos frecuencia y, a veces, ni siquiera se sabe quiénes son. Afirma que, para ella, esos eran los ‘buenos viejos tiempos’, donde podía contar con sus vecinos si alguna vez los necesitaba; como lo experimentó en algún momento en su cuadra, cuando se cayó y tuvo un accidente. Sintió que los vecinos pudieron responder porque la conocían, pero ese sentido de comunidad ya no es tan frecuente como antes.
“Cuando era niña, mi mamá me decía que saliera, barriera, hiciera mis quehaceres y luego me iba corriendo a donde los otros niños para ponernos a jugar. Luego, cuando se encendían las luces de la calle, regresábamos para sentarnos en el porche y hablar, viendo moverse las sombras de los árboles, hasta que nuestros padres nos llamaban».
El entorno, asegura Bernadette, puede cambiar y ha cambiado la forma en que interactuamos entre nosotros. Pero, aunque se siente a veces una desconexión, todavía tenemos la oportunidad de trabajar entre nosotros para cambiar las cosas.