Estaba camino a casa y me llegó una invitación para una actividad comunitaria; hice un desvío y me dije “vamos a ver de qué se trata”. La cita era en la iglesia Episcopal la Crucifixión en el Sur de Filadelfia. El templo se había transformado en un lugar festivo, que invitaba a tomar asiento en alguna de las mesas bellamente decoradas a compartir una noche de jazz.
Unas cuantas personas se habían adelantado y estaban en grupos pequeños disfrutando unos aperitivos. David Cruz, esposo de la Madre Jessie Alejandro, (ambos puertorriqueños) me dio la bienvenida, presentándome a las personas en la mesa más cercana, un hombre negro pastor metodista, una mujer blanca miembro del vecindario, y un artista plástico de origen francés. La conversación se tornó muy interesante mientras el pastor nacido en la ciudad rememoraba cómo las pequeñas iglesias de nuestra ciudad se ayudaron en otros tiempos, y la historia entre ellas. Mirando a su alrededor mencionó que, en el pasado, el recinto que nos albergaba había sido un lugar donde asistieron migrantes.
Bastaba ver al otro lado del salón, este crisol de culturas no era exclusivo de la mesa en la que me encontraba, había personas latinas de distintas nacionalidades, unos de ascendencia africana, y otros anglosajona; era interesante comprobar que la iglesia había retomado su labor inicial de acogida de inmigrantes y gente del vecindario. Nos ofrecieron una bandeja con quesos, aceitunas y trocitos de carnes frías, vino y refrescos. Luego desfilaron ante nosotros todo tipo de bocaditos dulces y salados que representaban muy bien todas las culturas de los que estábamos allí reunidos; probamos camarones, pastelillos, ceviche, mini albóndigas, tacos, lechón, fruta, y un sinfín de delicias.
También pudimos disfrutar de unas hermosas piezas de jazz, interpretadas por el talentoso Drew Nugent y Midnight Society. Una velada muy agradable que me hizo pensar mientras disfrutaba de la música, cómo habrían sido las celebraciones del Día de Acción de Gracias en otros tiempos, y mirando a mi alrededor pensaba que quizás no muy distintas a lo que allí sucedía, ya que lo esencial estaba presente, el estar en unidad a pesar de ser un grupo tan diverso. Lo que se hizo evidente al ver a la Madre Jessie atendiéndonos con la alegría que la caracteriza, dándonos un claro mensaje de que la integración y la unidad no está en solo compartir las tradiciones y la comida, sino en acoger e incluir a todos, recibirlos con los brazos abiertos, como ella dice “con el amor de Cristo”.
El día de Acción de Gracias, no es una celebración latina, hay quienes la han adoptado para agradecer todo lo recibido durante el año, así como el hecho de estar aquí, en este país que nos recibe. Para la Madre Jessie la trascendencia es aún mayor, hay gente que está sola que, en estas fiestas, añora a sus seres queridos que están lejos, “no es solo un tiempo de gratitud, también de tristeza, de dolor; entiendo la separación, yo sé que es difícil, pero para eso estamos aquí como vecinos, para ayudarnos aguantarnos en nuestras tristezas… para que no se sientan solos, ahora tienen a una familia nueva”. ¡En esta iglesia todos son bienvenidos!