Este reporte fue publicado originalmente el 8 de mayo
La última cosa que André Coach vio antes de salir de la cárcel fue una revuelta.
Era el 3 de abril en el Centro Correccional Industrial de Filadelfia, una de las cuatro cárceles de la ciudad.
Coach dice que la vida había sido insostenible por semanas bajo el cierre pandémico del Departamento de Prisiones de Filadelfia para calmar la propagación del virus. Los oficiales de la ciudad dicen que todas las personas encarceladas sean sacadas de sus celdas una vez al día, pero Coach y otros dijeron que a veces pasaban dos o más días sin salir de sus celdas.
En su día de alta, Coach vio las ansiedades estallar en el caos
Encerrados en sus celdas, él dijo que sus compañeros intentaron romper sus ventanas. Golpearon las barras. Les suplicaron a los guardias que los dejaran salir para escaparse de la enfermedad respiratoria potencialmente mortal que se estaba extendiendo a su alrededor, o al menos para que se bañaran y llamaran a casa.
“Estaban asustados por sus vidas”, Coach dijo. “Estaban tratando de escaparse de sus celdas”.
Los oficiales de la ciudad dijeron que el “incidente menor” fue calmada, y un guardia sufrió una lesión en la mano. Pero la interrupción arroja luz sobre cómo las condiciones en las cuatro instalaciones correccionales principales del condado se han deteriorado bajo las medidas de cierre de la pandemia, y cómo el manejo alegado de la situación por parte de la ciudad difiere de las experiencias de quienes viven allí.
El mes pasado, el alcalde Jim Kenney elogió el sistema penitenciario por ser “extremadamente proactivo en el establecimiento de procedimientos y protocolos para este virus”. Pero las entrevistas con más de una docena de personas actualmente encarceladas y ciudadanos recién regresados, así como sus familiares, defensores y abogados, pintan un retrato diferente de la vida bajo encierro. WHYY y Billy Penn omitimos algunos apellidos, porque la gente tiene miedo de represalias o todavía está esperando juicio.
Más allá de la cuestión del tiempo de celda, muchos otros de los protocolos establecidos por el Departamento de Prisiones para mantener seguros a las personas encarceladas y guardias se han implementado esporádicamente según lo reportan. El distanciamiento social es inviable debido a condiciones estrechas en algunas instalaciones como el Centro de Detención, donde meten a más de 20 hombres en una habitación. La desinfección es poco frecuente y los suministros son limitados en las cuatro cárceles.
A diferencia de Coach, quien completó su sentencia por una condena en 2019, la mayoría de las personas encarceladas en estas instalaciones en State Road enfrentan un sistema judicial parcialmente cerrado mientras esperan su próximo día en la corte.
El 91% de los hombres y mujeres detenidos en las cuatro cárceles aún no han sido condenados por un crimen.
Desde que la pandemia azotó la región, Philly se ha quedado atrás de otras ciudades en descongestionar sus cárceles abarrotadas. La población, ahora bajo 4,000 personas, ha sido reducida en aproximadamente un 17% desde el 16 de marzo. Gran parte de la demora está en manos del sistema judicial, y algunos ya han tomado acciones legales contra otros sistemas penitenciarios para exigir su liberación.
‘Ellos creen que lo tenemos. Nosotros creemos que ellos lo tienen’.
Los protocolos del coronavirus en el Departamento de Prisiones de Filadelfia comenzaron a principios de marzo con la terminación de visitas en persona. Cada semana ha traído nuevas restricciones a la vida detrás de las paredes de las cuatro instalaciones correccionales.
El Primer Distrito Judicial, del sistema judicial estatal que juzga casos criminales en Filadelfia, se detuvo el 15 de marzo. Con la comunicación limitada a llamadas telefónicas y cartas, la ansiedad creció entre las personas encarceladas, dijo Coach.
“El correo ha tardado en entrar y salir y ha sido difícil saber si han estado recibiendo su correspondencia”, dijo Ruth Shefner, directora de la Goldring Reentry Initiative de la University of Pennsylvania.
Mientras tanto, los reportes denunciaron que los guardias los dejaron a lo oscuro, y la información sobre la pandemia no era confiable.
“Algunos guardias nos estaban mintiendo, diciéndonos que todavía el virus no había llegado a la prison”, dijo Coach. “salíamos [de nuestras celdas] y veíamos a todos los guardias usando máscaras faciales”
La ciudad confirmó su primer caso del coronavirus entre la población carcelaria el 26 de marzo. No estaba claro cómo el individuo se infectó, pero la noticia inmediatamente provocó nuevas tensiones entre los guardias y las personas encarceladas, como los que continúan aumentando en las instalaciones correccionales en todo el país.
“Ellos creen que lo tenemos. Nosotros creemos que ellos lo tienen”, dijo Michael, un ex individuo encarcelado en el Centro de Detención.
El día después de confirmar un caso positivo de COVID-19, el Departamento de Prisiones promulgó un bloqueo en todo el sistema, restringiendo el movimiento y manteniendo a las personas en sus celdas durante más de 23 horas al día.
Otras condiciones empeoraron alrededor de Coach, quien dijo que la comida entregada a su celda estaba cruda.
A lo largo de las cuatro cárceles, el número de casos creció cada día.
Sentado en su celda por la noche, Coach a menudo se preguntaba si llegaría a ver a su prometida y a sus dos hijos otra vez.
El Departamento de Prisiones hizo algunos cambios para ayudar a las personas a superar el aumento del aislamiento, por ejemplo, franqueo gratuito. La noche antes de que Coach fuera dado de alta y estallara la protesta, los guardias dieron a todos dos sobres prepagados para escribir a casa.
¿Distancia social en un cuarto con 20 personas?
Algunas instalaciones presentan peores amenazas que otras debido a sus diseños.
En febrero, después de ver noticias sobre el coronavirus que llegaba al Valle Delaware, los hombres en el bloque de celdas de Andrew se dieron cuenta de un hecho inmutable: el distanciamiento social sería imposible.
Dentro de los bloques de celdas de estilo dormitorio en la cárcel, hasta 30 hombres viven en el mismo espacio. Todos comparten todo.
Duchas. Baños. El control remoto del televisor.
“Y la gente era realmente antihigiénica allí”, dijo Andrew, de 25 años. El temor ha avivado peleas en las habitaciones llenas de gente, él dijo.
En febrero antes de que las medidas por el coronavirus entraran en efecto en las cárceles, la sección de Andrew organizó una huelga de hambre de un día, con la esperanza de llamar la atención de la directora del centro para que pudieran expresar sus preocupaciones. Funcionó. Ella apareció. Pero Andrew dijo que era una conversación unidireccional.
“Ella estuvo luchando contra nosotros todo el tiempo”, él dijo.
Con la ayuda de la organización sin fines de lucro “Philadelphia Bail Fund”, Andrew fue liberado el 10 de abril. Para ese tiempo, él dijo que algunos de los hombres habían sido separados y enviados a vivir en espacios con otras 10 personas encarceladas. Michael, quien se transfirió al Centro de Detención en abril después de una cirugía cardíaca, tenía una celda para él solo en la enfermería. Pero con condiciones estrechas en todas partes, el hombre de 45 años se preocupaba por infectarse y, en su estado debilitado, ser incapaz de combatir.
“No hay nada que puedan hacer sobre el coronavirus si tienes tantos hombres en un solo lugar”, dijo Michael, en una entrevista telefónica.
“No fuimos a la cárcel para morir”, él dijo.
Las personas encarceladas y sus defensores también critican la falta de distanciamiento social cuando las personas salen de sus celdas para hacer llamadas telefónicas o bañarse.
Las cabinas telefónicas suelen estar una al lado de la otra y mucho menos de seis pies de distancia entre sí, incluidas las de “Riverside Correctional Facility” (RCF en inglés) para mujeres y menores. Una mujer encarcelada en Riverside, de unos 40 años con afecciones médicas subyacentes que había sido trasladada a un hospital, se convirtió en la primera prisionera del condado en morir por COVID-19 el mes pasado.
“Llevo unos nueve años organizando sobre el encarcelamiento y la comunicación con personas dentro de las instalaciones y diferentes lugares, y nunca en mi vida he escuchado el tipo de cosas que la gente me está diciendo en este momento”, dijo Cara Tratner del “Philadelphia Community Bail Fund”.
La política del Departamento de Prisiones establece que a todos se les dan productos de limpieza con solución de cloro para poder desinfectar sus celdas, pero las personas encarceladas en tres de las cuatro instalaciones dijeron que no hay suficiente. Un portavoz de la ciudad respondió que los suministros son suficientes.
El tratamiento del coronavirus se eleva, la otra atención médica queda en segundo plano
El sistema penitenciario de Filadelfia fue uno de los primeros en realizar pruebas del coronavirus en persona, y los defensores dicen que el condado ha hecho un trabajo encomiable de conseguir que las personas encarceladas infectadas sean admitidos en hospitales comunitarios para recibir tratamiento, algo que no siempre ha sido fácil en otras partes del estado.
Pero las personas encarceladas y los defensores dicen que ese enfoque ha sido a cuestas de otros prisioneros con otras necesidades médicas, como Jay.
Jay, es un hombre transgénero alojado en Riverside que tiene asma. Dijo que desde que la pandemia golpeó a RCF, había sido casi imposible obtener un inhalador a pesar de las repetidas solicitudes
“Tal vez es mi ansiedad lo que me hace sentir que tengo el pecho apretado, pero mi respiración ha sido muy diferente desde que llevo una máscara facial”, dijo Jay.
Una mujer que se hace llamar “Sweet Pea” fue liberada de RCF el mes pasado. Ella dijo que las personas encarceladas no han podido ver a una enfermera o un médico si no tienen síntomas del coronavirus.
“Actúan como si nosotros somos el germen. Nos atacaron como si fuéramos portadores de la enfermedad… Simplemente nos trataron como basura”.
Luz Acevedo fue liberada de RCF a un hogar de transición a principios de abril. Todavía comparte una habitación con otra mujer, pero ya no se preocupa por si se despertará por la mañana como dijo que lo hizo en Riverside. “Estaba viviendo en pánico, me siento mucho mejor”.
El Primer Distrito Judicial y otros oficiales de justicia penal han tomado medidas para reducir la población y los riesgos de salud asociados, pero aún queda mucho trabajo que hacer.
El abogado de derechos civiles David Rudovsky dijo que el número actual de alrededor de 4,000 personas encarceladas es bajo para Filadelfia, que ha disminuido rápidamente debido a los cambios bajo la administración de Kenney. Pero “todavía es muy alto dados los problemas de salud”, dijo Rudovsky.
Las personas que cumplen condenas de fin de semana ya no tienen que presentarse a State Road. Todas las nuevas personas encarceladas ahora están siendo separadas de la población general durante dos semanas hasta que han sido médicamente autorizadas. Los jueces de la ciudad están considerando mociones de emergencia para reducir la fianza y levantar la detención para ciertas personas no violentas, incluyendo aquellos que están bajo custodia por infracciones técnicas de libertad condicional.
Entre el 7 y el 16 de abril, un grupo rotativo de jueces aprobó mociones que liberaron a 536 personas de las cárceles del condado.
“Philadelphia Bail Fund y el Philadelphia Community Bail Fund” habían pagado la fianza de otras 169 personas desde mediados de marzo.
Sin embargo, eso es mucho más lento que muchas otras jurisdicciones en los Estados Unidos, y la tasa de infección en las cárceles de Filadelfia continúa aumentando, a menudo por dos dígitos cada día.
Los oficiales también se han negado repetidamente a divulgar un desglose de cuántos casos existen en cada una de las cuatro instalaciones correccionales del condado, citando preocupaciones de privacidad.
“La forma en que están presentando los números es confusa, potencialmente engañosa”, dijo “Claire Shubik-Richards”, directora ejecutiva de la Pennsylvania “Prison, Society”, una organización dedicada a monitorear las condiciones dentro de las prisiones y cárceles.
Independientemente de lo que hayan hecho o no hayan hecho los oficiales de las prisiones de Filadelfia, algunos sienten que las próximas semanas representan un momento crucial para salvar más vidas.
(Hasta el cierre de esta edición de Impacto cerca de 200 personas encarceladas han sido diagnosticadas con COVID-19 en estos centros de detención del condado, un número significativamente más elevado que el resto del estado).
Este artículo se publicó originalmente en inglés por Max Marin y Aaron Moselle para Billy Penn y WHYY. Fue traducido por Solmaira Valerio y editado por Zari Tarazona para Kensington Voice.
Fue adaptado por la redacción de Impacto
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