“La lucha aquí es saber encontrar ayuda para lo que se necesite y, también, darle esa ayuda a la gente que no sabe por dónde va”. BM
Cada inmigrante tiene sus razones para salir de su país natal e iniciar la travesía, en muchos de los casos, de alto riesgo.
Para la hondureña Bertha Murcia, lo que la impulsó migrar fue la muerte de su hija, una bebé de un mes y tres días de nacida. A los 15 días de esa tragedia, en 2009, su esposo le dijo que se venía a los Estados Unidos y ella, en medio de su duelo y dolor, le dijo: «¡pues yo me voy también!». Dejó todo en Honduras, incluyendo a su hijo mayor, a quien vio después de 12 años de salir de su país. Junto con su esposo cruzaron Honduras, Guatemala y México para llegar a los Estados Unidos.
Ya establecida en Filadelfia, después de que pasaron unos años, le preguntó a una señora puertorriqueña cómo podría traer a su hijo, y ella la refirió a la organización Nuevo Movimiento Santuario (NSM), ubicada en el norte de Filadelfia. Allí preguntó y recibió la ayuda que necesitaba para reunirse con él.
Bertha pronto comenzó a asistir a las reuniones en el gimnasio de la iglesia de Los Santos Inocentes, en Hunting Park. Tras varios años, María Turcios, una compatriota, la invitó a ser parte del comité “Familias Unidas”, trabajando como voluntaria y ayudando en el fondo comunitario destinado a proveer fianzas a inmigrantes detenidos por el servicio de inmigración y control de aduanas (ICE). El codirector de NSM, Peter Pedemoti, como parte central de esta organización, comenzó a dar talleres de formación de promotores en los que ella participó con entusiasmo.
Antes de la pandemia, la organizadora comenzó a trabajar para ayudar a las personas de la comunidad a hacer llamadas uno a uno, para conocer las necesidades que tenían, al mismo tiempo que NSM realizaba reuniones comunitarias. Difundían en español la información de ayuda en la ciudad, que era tan necesaria durante ese tiempo.
Previo a las elecciones del 2016, Bertha formaba parte de la lucha activa por una reforma migratoria. “En ese entonces estaba la campaña fuerte en contra de la comunidad inmigrante y nosotros estábamos organizándonos y preparándonos para lo que se podía hacer durante la Administración de Trump, pero bloquearon la reforma migratoria y sufrí la derrota; fue difícil porque creía que estábamos a un paso de conseguirla”.
Después, la líder comunitaria ayudó, durante el tiempo en que estuvieron en Santuario, a la hondureña Suyapa Reyes y la mexicana Carmela Apolonio Hernández, con sus respectivos hijos en iglesias diferentes. Participó en las reuniones semanales con ambas para brindarles lo que necesitaran. “Estuvimos con Carmela cuando recibimos el aviso de que había ganado el caso”, recuerda con emoción. Tras entrar en Santuario el 6 de enero de 2018, en la iglesia “The Advócate”, Carmela salió formalmente de la iglesia menonita de Germantown el 17 de marzo de 2021 con sus cuatro hijos, Fidel, Keyri, Joselyn y Edwin. El Nuevo Movimiento Santuario, creado en 2007, ayudó a tres familias a refugiarse en iglesias, siendo la de Carmela la primera que participó.
Bertha ha participado en cabildeos en Harrisburg, en las oficinas de los representantes estatales, organizados por la coalición “Manejando PA’Lante”, que lucha para que se aprueben licencias de conducir no marcadas para los inmigrantes.
En la actualidad, Bertha trabaja en los talleres de liderazgo, donde también aprende de otros líderes inmigrantes de países como El Salvador, Guatemala, Honduras y México. “Les enseñamos acerca del racismo, de las leyes de inmigración, de todo lo que conlleva ser un inmigrante en Estados Unidos y las nuevas luchas”. Los talleres de liderazgo son una vez al mes, durante seis meses.
LOS PRICIPALES RETOS
“Yo creo que, como mujeres inmigrantes, hay muchos retos. Cuando llegamos aquí es como comenzar de cero. Es como abrirte camino en una selva, en un lugar que no conoces, que vas a ciegas, no hablas el idioma, no entiendes del sistema, no entiendes cómo funciona la política”, comenta.
Orgullosa campesina
Nacida en “La Montañita”, en el municipio de Quimistán, en el departamento de Santa Bárbara, es hija de un agricultor y una ama de casa.
“Aunque suene raro, mis padres me decían ‘eres mujer, pero puedes hacer todo lo que quieras’, desde las faenas agrícolas hasta los estudios”, afirma.
A los diez años, ayudaba a ir por los terneros o a cosechar el maíz. “Lo que más admiro de mi mamá es que mi papá siempre trabajó fuera de casa y ella es la que nos crio. Mi papá era promotor social, y andaba de comunidad en comunidad campesina haciendo sus capacitaciones en la finca El Zamorano, donde se preparan agrónomos y veterinarios, y se iba por meses o semanas”.
En ocasiones su padre la llevaba a las reuniones donde escuchaba las pláticas de los campesinos. Su padre tenía un huerto enorme donde cultivaba varios tipos de vegetales, e incluso semillas exóticas que les regalaban.
De acuerdo con el censo de 2020, Quimistán tiene 60,047 habitantes. Su principal actividad económica son los cultivos de café, maíz, fríjoles y hortalizas, entre otros.
Bertha estudió y se graduó de cosmetóloga. Le hubiera gustado abrir su propio salón de belleza. Ahora, además de su labor como organizadora comunitaria, se dedica a la crianza de sus cuatro hijos varones, a quienes llama de cariño “mis terremotitos”.