portada hogar comunitario
Foto cortesía del hogar comunitario

El Hogar Comunitario Yach’il Antzetic surge a finales de 1995, a raíz de una situación compleja, alarmante y muy dolorosa en la ciudad de San Cristóbal de las Casas, en el estado mexicano de Chiapas. La proliferación de bebés recién nacidos, abandonados y encontrados en la vía pública era una tragedia cotidiana.

Doña María de la Luz Ruiz García, “Doña Lucha”, la hermana de Monseñor Samuel Ruiz García, el mediador entre el gobierno mexicano y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, fue la pionera, allá por 1994, del que se ha convertido en una especie de movimiento de mujeres en su mayoría indígenas.

Impacto conversó con Sandra Loera, directora del centro, quien explica que “Doña Lucha se ocupa de esta situación con una pregunta que nos acompaña hasta el día de hoy: ¿qué nos pasa como sociedad, que las mujeres tienen que parir en esas condiciones?”.

La pregunta, lejos de juzgar a una mujer que pare y abandona a su bebé, más bien era “¿qué le está pasando a esa mujer y en qué condiciones vive que se ve obligada a hacer eso?”.

Foto cortesía del hogar comunitario

Más que un Hogar Yach’il Antzetic Ofrece Sanación y Desarrollo a Mujeres en Chiapas

“Así empezó Hogar Comunitario, cuidando a estos bebés, a los que sobrevivieron, ya que algunos no lograron sobrevivir; buscándoles una familia y, sobre todo, buscando dentro de las instituciones de gobierno cuáles eran aquellas que se ocupaban de proteger a los bebés, a los menores de edad y a las mujeres. Y nos encontramos con que había algunas leyes de más de 100 años, totalmente inapropiadas para el contexto de ese momento, y con personas que no tenían la menor idea de qué hacer”, puntualiza Sandra.

Fue en 2003 que en Chiapas se logró modificar la ley de protección de menores, se modernizarán todos los artículos relacionados con la adopción y se creará un consejo técnico interdisciplinario para las adopciones, dependiente de diferentes instancias del gobierno, para ofrecer una solución. Y, en especial, que se reconociera el derecho de una mujer a dar en adopción a su bebé tras exponer las razones de por qué no puede asumir la maternidad.

 “Entonces nos dimos cuenta de que estábamos tocando la punta de un iceberg y que debajo había un sustrato de mucha violencia normalizada por las mujeres, que no tenían otra alternativa, y no la tendrían hasta que lograran separarse de esa manera de relacionarse”, expresa Sandra.

Explica que las mujeres indígenas, en su gran mayoría rurales, incluso en la ciudad, en condiciones de pobreza extrema, están para servir a otros, viven la vida de los otros. “Y cuando toman cualquier decisión, sea acertada o no, son mal vistas”.

Y eso pesa en exceso para ellas y para su entorno; a veces las decisiones son de vida o muerte. Muchas terminan haciendo lo que los demás les piden, terminan haciendo, cuidando y viviendo las vidas ajenas, bien sea con la familia, con el marido y su nueva familia, o en los lugares de trabajo.

“Somos un hogar comunitario porque las mujeres con las que trabajamos vienen de la zona rural, de la zona indígena, y están desarraigadas de su medio social y cultural. Entonces nos constituimos en una comunidad de mujeres que funge como la familia temporal en un momento crítico, que las acuerpa y acompaña; esa es la razón de nuestro nombre”, añade Sandra.

En los primeros 15 años del Hogar Comunitario Yach’il Antzetic fue trascendental el trabajo de asistencia, que incluía pasar un tiempo viviendo en el hogar, como si fuera una especie de refugio. Aunque es una casa abierta, no hace el trabajo de refugio para mujeres que viven en situación de violencia extrema y tienen que estar ocultas.

“Ese servicio se fue agotando por sí mismo. Las mujeres dejaron de necesitarlo, el estigma sobre el embarazo no planeado, sobre el embarazo fuera del matrimonio, perdió peso y las mujeres ya no necesitan ocultarse, porque venían aquí, hacían un periodo de estancia, porque estaban escondiendo el embarazo. Ahora ese peso ya no lo tienen como antes; alguna todavía sí, pero se quedan en las redes de apoyo. Y eso también ha sido parte de esta columna vertebral”, plantea Sandra.

Foto cortesía del hogar comunitario

De recibir ayuda a empezar una vida de servicio

María Hernández, una mujer que llegó con un embarazo no planeado y una situación de angustia profunda, deseosa de terminar su carrera de técnico en enfermería, soñaba con poder trabajar en un hospital y ejercer como enfermera. Llegó con toda la carga de culpa y su mundo se le vino abajo. Doña Lucha la invitó a participar en el área de acompañamiento. María se convirtió en la partera, acompañante de muchas mujeres, y es parte del Consejo Directivo de Hogar Comunitario y la representante legal. 

Así, aparecieron muchísimas otras que, con el paso del tiempo, fueron sanándose y encontrando el modo para poder servirles a otras mujeres.

Hogar Comunitario ha ido transformándose y respondiendo a las nuevas necesidades. “A mí es la parte que más me gusta del trabajo, facilitar talleres, diseñar los talleres para el desarrollo de las mujeres; buscamos que todas aprendan la importancia del autocuidado”, precisa Sandra.

Hogar Comunitario trabaja con un promedio de 250 mujeres al año. Muchas pasan por atención primaria, que es el cuidado emocional inmediato para mujeres que están en situación de violencia. Hay una pandemia que es muy marcada en Chiapas y en muchos otros lugares del mundo, de personas que viven en estados de ansiedad crónicos y no saben cómo hacerles frente, y eso se debe a la falta de educación emocional, de no saber gestionar las emociones y no entender cuáles son esas necesidades básicas, que son las que facilitan la paz mental.

Doña Lucha decía que “las mujeres tienen un capital enorme de conocimiento y de sabiduría. Y trabajamos con mujeres indígenas mayas, que tienen un bagaje cultural tan importante, y ese es el medio de sanación”.

Ese es otro aspecto de Hogar Comunitario, que es un programa de desarrollo de habilidades para el autoempleo y también de sanación emocional profunda. “El programa toma esta sabiduría y el conocimiento ancestral, que son los telares tradicionales mayas, para recuperar aquello que está en el ser de cada mujer, y así ir diseñando su propio desarrollo, diseñando su propia idea de cómo quiero vivir”, comparte Sandra. Para saber más de esta experiencia de sanación colectiva y de cómo ayudar a estas madres y sus hijos, escucha la entrevista completa

Entrevista Hogar Comunitario por Perla Lara

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí