Nichos

Con un lleno total, Nichos se presentó del 17 al 27 de octubre. Muchos se quedaron sin poder vivir la experiencia, y aquí comparto este viaje extraordinario.

El altar de la Virgen de Guadalupe se levanta en el corredor, en silencio, cobijando con su amor maternal a quienes esperaban el debut de Nichos en el Teatro Esperanza, en el corazón del barrio latino de Filadelfia. Las guirnaldas de colores vibrantes llenaban el espacio de espiritualidad y algarabía, como en una fiesta comunal que ofrecía una cálida y familiar bienvenida a los asistentes en un viaje que revive el México de ayer.

Las velas encendidas en la capilla envolvían el ambiente en un halo ancestral. Al avanzar hacia el salón principal, la penumbra sutil resalta los nichos de la escenografía, que recrean hogares impregnados de objetos familiares, testigos silenciosos de la memoria cultural. Aquí se encierran los ecos de sueños migrantes, sacrificios familiares y la esperanza de un futuro mejor.

El público, invitado a compartir esa atmósfera de intimidad, observa cómo las historias de lucha y perseverancia se despliegan ante ellos. Entre esos muros, las familias resisten y conservan sus tradiciones mientras enfrentan los desafíos de la supervivencia y el rechazo. Esos hogares, testigos de risas y lágrimas, parecen acumular recuerdos atesorados en cada generación.

Así, el primer acto da inicio. Entra Quetzalcóatl, el dios azteca del viento y el aprendizaje, quien, con toda su majestuosidad y reverencia, sopla con fuerza la concha marina, invocando la memoria de sus pueblos.

Los asistentes trascienden en el tiempo. La lengua indígena náhuatl resuena en el aire, y el inicio de la obra Quetzalcóatl: The Sun Has Hidden conjura la magia y la sabiduría de una cultura preservada a través de los siglos. En el escenario, la figura imponente de Quetzalcóatl, cubierto en plumas verdes, encarna la dignidad y la fuerza de un pueblo vivo. A lo lejos, se escucha la traducción al español del monólogo, que rememora tiempos de mestizaje, opresión y resiliencia; también se escucha, casi a la par, una voz extranjera que susurra, integrando el lenguaje de una nueva tierra con las raíces profundas de la antigua.

Este choque de lenguas y culturas expone las tensiones y los anhelos profundos de un pueblo: el desafío de mantener vivas sus raíces mientras sus hijos y nietos absorben una cultura distinta. Sobre el escenario cobran vida los dilemas de la identidad bicultural: la voz de una madre que se esfuerza por enseñar español en una tierra ajena, mientras su hija le responde en inglés; la difícil tarea de dominar una segunda lengua para la primera generación; y el empeño por conservar, en cada palabra, el eco del acento nativo.

Así inicia el proceso de evolución cultural en los relatos que se desarrollan sobre el escenario; vemos cómo estas familias reafirman sus tradiciones y adaptan sus vidas a las complejidades del presente, viviendo entre generaciones y culturas que desafían su identidad.

La historia Quetzalcóatl: Tres culturas muestra esta continuidad en la transmisión oral, donde el legado se entreteje de una generación a la siguiente como un hilo sagrado en la memoria colectiva.

Más adelante en la trama, los sueños de una vida mejor se representan en la escena Despojado de tu cultura, en la que algunos de los personajes principales de la obra intentan cruzar la frontera en medio del calor abrasador del desierto, en busca de un futuro mejor. Por otro lado, la metamorfosis de identidades culturales se da en el episodio La tienda (Bodega), cuando nace el primer descendiente en la nueva tierra.

De esta manera, los asistentes se convierten en guardianes de esta memoria colectiva viva, al observar cómo el legado evoluciona y se renueva cada día. Además, la música envolvente, los cambios de luz y la carga emocional añaden a las tensiones de la trama, transmitiendo las experiencias en cada historia.

Nichos, esos espacios de memoria cultural, es una obra presentada en tres lenguas –náhuatl, español e inglés– cuyo libreto está dividido en dieciocho capítulos y dos actos, que narran la riqueza de la cultura mexicana y sus complejidades desde la colonización hasta el presente. Las historias puestas en escena reflejan, cada una, un momento de transformación, tejiendo, a la vez, la narrativa de quienes buscan reconciliar sus orígenes con un mundo que cambia continuamente.

En el cierre de la obra, la historia Fandango: El sol ha salido simboliza la superación de barreras invisibles que separan a las familias en ambos lados de la frontera: Estados Unidos y México. No solo un muro físico se desvanece, sino también las barreras emocionales y traumas culturales que alguna vez dividieron a padres, hijos y nietos. Así, la danza se convierte en un lenguaje de reconciliación, donde se disuelven fronteras, uniendo a las familias en comunidad. El repique de los tacones y el eco de las palmas acompañan cada paso, mientras las sonrisas se cruzan en un lazo de esperanza compartida.

Esta obra teatral, creada y desarrollada en Filadelfia a lo largo de dos años por Tanaquil Márquez, Ximena Violante y Calo Rosa, contó con el apoyo del Pew Center for Arts and Heritage y el National Endowment for the Arts, y es un tributo vibrante a la memoria y la identidad cultural mexicana y latinoamericana.

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