Gilda Lyons presentará su trabajo “Corazón de Esperanza” en el Teatro Esperanza el 16 de mayo del 2024. (Foto: Cortesía/Gilda Lyons)

Gilda Lyons es una reconocida compositora, vocalista y artista visual de origen nicaragüense, pero nacida en el valle del Hudson, cerca de Nueva York. Confiesa que Filadelfia es una ciudad a la que siempre se ha sentido atraída y bienvenida.

Hace tiempo, Bill Rhoads, vicepresidente senior del Centro de Artes Esperanza, se acercó a ella para hacer un proyecto que arrojará luz sobre la crisis humanitaria en Nicaragua, y próximamente volverá a Filadelfia para el estreno de ese trabajo, “Corazón de Esperanza”.

Cuenta que llegó tarde a la creación musical y a la interpretación de música de concierto, ya que la criaron artistas visuales; y aún no podía leer música cuando llegó a la universidad. “Aprendí primero a pintar con los dedos con sonidos, al ensamblar mis propias líneas vocales grabadas, y luego desarrollé ese proceso para explorar el trabajo colaborativo escribiendo para y con solistas instrumentales, grupos de cámara, grandes conjuntos, cineastas, bailarines y artistas visuales”.

“Perseguí la comunicación directa y conexiones artísticas profundas”, continúa relatando, y así, buscó colaboradores que se centraran no solo en la belleza del sonido, sino en una interpretación valiente, que se acercara a la intimidad y al cierre de la distancia; creadores fieros y expresivos, que estuvieran dispuestos a despojarse de estilos artificiosos.

 “Encontré en mi propio trabajo y en mi familia de colaboradores artistas un mundo alejado de los pesados estereotipos asociados con ser una vocalista latina, mujer, no nacida en la música de concierto. Y ahí es donde ahora vivo y ahí nacen mis creaciones”.

Gilda también es compositora y vocalista, con una especialización centrada en universos y técnicas sonoras contemporáneas, que se superponen con una mezcla de sonidos tradicionales, altamente expresivos, “improvisacionales”, le gusta decir; “expansivos, sagrados, experimentales y teatrales”.

“Me preocupa principalmente el componente humano de cualquier proyecto en el que esté involucrada: de cómo una obra se comunica con los oyentes; de cómo la experimentan mis colaboradores; de cómo nosotros, como creadores y experimentadores, podemos unirnos para considerar una gama de verdades difíciles, hermosas, complejas y simples”. Gilda asegura que llegó allí después de toda una vida de escuchar, aprender y alcanzar la humildad, asumiendo riesgos creativos que a veces funcionaban y a veces no, y luego levantándose y volviendo a intentarlo.

Sus padres eran ambos maestros, y vio de primera mano cómo su trabajo impactaba a su comunidad de manera poderosa. “Ellos fueron una inspiración para mí y, además de mi trabajo como compositora y vocalista, también enseño: en la Escuela de Música, Teatro y Danza de Hartt, donde soy presidenta de Composición; en el Festival de Música de Verano Wintergreen, donde soy co-presidenta del Programa de Composición; y en diferentes festivales y residencias a lo largo de cada temporada”.

Gilda también es muy activa en su comunidad, esta primavera, se ofreció como voluntaria, y se reunió con más de 80 estudiantes para hablar sobre formas de explorar una vida en las artes. “hace un par de semanas canté en el centro de ancianos local; y tuve el honor de cantar para una mujer que celebraba su cumpleaños número 106, lo cual fue conmovedor”.

Dice que no tuvo la suerte de heredar la piel morena de su madre. Y a diferencia de ella, no tiene acento cuando habla inglés, y pudo darse el lujo de estudiar, trabajar y hacer una vida en el mismo país donde nació.

“Soy muy consciente de los privilegios que se me otorgaron debido a estas diferencias y, después de toda una vida viendo la forma en que ella (mi madre) es tratada de una manera diferente, decidí trabajar para interrumpir en el espacio de mi mundo las fuerzas que perpetúan la discriminación y la marginación”.

Está segura de haber sido bendecida por tener una familia que siempre la ha apoyado y ha creído en ella, y que ha comunicado ese apoyo y amor plena y constantemente. “Sin embargo, en mi vida como músico, desde muy temprano gasté mucha energía aceptando los ideales que tienen de los demás sobre lo que era el éxito, incluso cuando eso no se parecía a mí, ni sonaba como yo, ni se ajustaba a la vida que yo quería, o a las cosas en las que yo creía”.

Después de un momento profesional realmente difícil en el que se sintió claramente fuera de una comunidad en la que había trabajado mucho para ser parte, se dio cuenta “con la fuerza de una revelación”, de que su historia era solo suya.

“Después de eso nunca volví a pedir permiso para ser quien soy. He aprendido a confiar en mi propio sistema de valores, que coloca en su centro la verdad de que, la música para mí está inexorablemente vinculada a la experiencia humana; que las palabras importan; que la intención importa; que la integridad y la generosidad, a veces incluso imprudentes; la perfección y la libertad, y la quietud suave y gentil de escuchar con atención, son una fuerza. Y que todo lo demás es ruido”, concluye la artista, cuya convicción y chispa conquista y arrastra.

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