Mientras los migrantes en esta ciudad, como a lo largo de los EE. UU. han recibido el reconocimiento por diversos entes, como la comunidad más afectada por la pandemia, tanto por el alto grado de contagios, como por la escasa ayuda, que han recibido de todos los niveles de gobierno; como es usual no se victimizan, y a pesar de necesitar ellos mismos la ayuda, en el sur de la ciudad se organizan para solidarizarse no solo en palabras, si no con hechos.
Como en otras ocasiones el organizador comunitario, y comunicador, Edgar Ramirez, puso manos a la obra, y junto con otras personas de buena voluntad, están acopiando víveres y otros objetos básicos para enviarlos a Honduras.
Esta no es la primera vez que se movilizan para ayudar a sus países de origen ante desastres naturales, pero en esta ocasión es aún más loable encontrándose en plena crisis por la pandemia y con un largo invierno cuesta arriba.
La muerte y destrucción causadas por el paso en menos de dos semanas de los potentes huracanes Eta e Iota por Centroamérica, con especial afectación en Honduras, demuestran que la financiación por riesgos de desastres climáticos «no se asigna donde más se necesita», dijo la Cruz Roja Internacional.
Ambos huracanes tocaron tierra en Nicaragua, donde el pasado martes Iota se desplazaba ya degradada a tormenta tropical, en una trayectoria que también la llevará a Honduras, el país más castigado por Eta a inicios de este mes indicó este martes el ente de socorro.
La falta de acciones eficaces de los gobiernos, sumada a la corrupción, son problemas que los migrantes latinoamericanos conocen muy bien, sin embargo, una vez mas dan muestra de que no se necesita tanta ciencia y que siempre sobra la burocracia, cuando se quiere realmente ayudar.