El pasado 9 de junio, el Clero Hispano de Filadelfia, en colaboración con el Consejo de Líderes Religiosos, reunió a unos 200 líderes de la región para marchar, llorar y abogar por leyes de armas más estrictas y aumentar los fondos para programas de prevención de la violencia.
El evento se llamó “Del santuario a la calle, del lamento a la acción” y comenzó en la Catedral Basílica de San Pedro y San Pablo en 17th y JFK Boulevard.
La manifestación ocurrió pocos días después de que tres personas murieran y 11 resultaran heridas en South Street, y mientras persisten los tiroteos en toda la ciudad. La ocasión fue orquestada para que la “comunidad de fe abrace la conversación sobre la violencia armada”, dijo para The Inquiere, Bryan Miller, director ejecutivo de Heeding God’s Call, un grupo religioso que trabaja para prevenir la violencia armada.
Los líderes que representan 30 creencias y expresiones religiosas se turnaron para compartir historias, lamentarse y orar por las 562 víctimas de violencia que ocurrieron en 2021; la mayoría de los cuales fueron asesinados por armas de fuego. Los nombres de cada víctima y su edad se desplazaron en una pantalla durante el servicio. El rabino David Straus del Main Line Reformed Temple quien declaró que: “Estos no son solo números, aunque el número total debería tanto insensibilizarnos como aterrorizarnos, estos son madres y padres, hijos e hijas, cónyuges, trabajadores, vecinos, compañeros de trabajo y amigos”.
Las personas que asistieron llevaban alzadas camisetas con los nombres de los asesinados el año pasado, y marcharon hacia las calles 15 y Market. Este es el lugar de uno de esos actos de violencia. El reverendo Rubén Ortiz, director ejecutivo del Clero Hispano de Filadelfia, junto con otros representantes lideraron al grupo para reclamar ese rincón como un lugar de vida en lugar de muerte. Con las camisetas en alto para honrar a las víctimas, se realizó una oración conjunta “para que el Espíritu Santo redima este espacio y a la gente, del dolor y la violencia que se produjo allí y en toda la ciudad”.
Había alguien que no llevaba una camiseta con el nombre de Terence Ryans: un aspirante a ser abogado y estudiante de primer año de la Universidad Cheyney que recibió un disparo mortal con un arma de fuego obtenida ilegalmente en 1990 cuando tenía 18 años. Cherie Ryans marchó en silencio con el grupo, sosteniendo cerca una fotografía de su hijo, Terence. La madre del suroeste de Filadelfia le dijo a The Inquirer: “Hoy, estoy llevando a mi hijo”. La marcha del jueves fue una de las muchas a las que Ryans asistió en las décadas posteriores a la muerte de Terence suplicando a los legisladores que hicieran algo con las leyes para el control de armas. “Les pido que presten atención a las necesidades, los deseos, los deseos de las personas, las madres que han perdido a sus hijos”.
La procesión continuó cruzando la calle hacia el Ayuntamiento, donde varios oradores exhortaron a las administraciones locales y estatales a aprobar leyes específicas de restricción de armas, invertir más en educación y programas de prevención de la violencia. The Inquirer destacó la intervención del reverendo Robert Collier Sr., quien desafió a los funcionarios locales —desde el alcalde Jim Kenney hasta la comisionada de policía Danielle Outlaw y el Concejo Municipal— a hacer más para ayudar a poner fin a esta guerra contra los inocentes, y agregó que lo que la ciudad ha hecho hasta ahora no es aceptable. “Estamos en guerra con aquellos que buscan matar y destruir, pero la ciudad dice que ha hecho todo lo que puede hacer”, dijo Collier, presidente del Clero Negro de Filadelfia. «Bueno, eso no es aceptable, ya que esa actitud es ceder ante el enemigo».
Collier, pidió a Kenney que asigne al menos $ 200 millones en el presupuesto anual de la ciudad para iniciativas contra la violencia, que Collier dijo que deberían incluir remedios para peligros ambientales y aire acondicionado en escuelas y centros recreativos. El actual plan de gastos de Kennedy, de $5.6 mil millones, dedica $184 millones a la financiación contra la violencia, una propuesta que algunos han criticado como inadecuada.
“Necesitamos tomar plenamente en cuenta el hecho de que, así como todas las personas están conectadas, la violencia armada está conectada a tantos otros factores”, dijo la rabina Linda Holtzman de POWER.
Los oradores también instaron al grupo a contactar a los legisladores de Pensilvania para promulgar un límite en las compras de armas a una pistola por mes y financiar más programas y recursos comunitarios en los vecindarios donde ocurren más tiroteos.